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14:01 pm, miércoles.
Me encuentro frente al espejo a mitad de mi rutina en el gimnasio como es usual, pero de nuevo, ese niño infeliz me está mirando y está por colmarme la paciencia.
¿Por qué carajos me mira? ¿qué mierda? el lugar está repleto de gente! ¿es que llevo un letrero en mi puta frente con luces de neón que hace que pose su mirada fija y penetrante sobre mí? ¿no le da miedo que lo mate?
No pienso cambiar mi lugar de entrenamiento o mis horarios simplemente porque a ese inútil se le dé por mirarme todos los días, pero no sé cuál sería la solución más factible. ¿Será que espero a que salga y lo agarro a golpes en el estacionamiento? Me encantaría agarrarlo a cachetadas o no sé si sería más económico aventarle una piedra desde un segundo piso, pero una muy grande, como del tamaño mi brazo, así no me ensuciaría de su sangre, pero sería una escena traumática de ver para las personas que pasen cerca.
Bueno no, no puedo hacerlo.
No quiero que las cámaras me vean agrediendo a alguien menor que yo, eso me podría costar la licencia como maestro como varias veces he estado a punto de suceder y no se me da la gana de perderla. Tal vez sería más fácil simplemente esperar con paciencia y darle unas suaves caricias con los neumáticos de mi auto cuando se lo pase por toda la espalda al atropellarlo. Sería hermoso que sucediera, algo brillante y tan sublime que sería fácilmente un feriado nacional, un día para recordar.
Bueno no, tampoco me apetece pagar luego la reparación de mi auto por haber matado a un idiota semejante ni quiero ir a la cárcel, de nuevo.
Así que al no encontrar solución para ese pequeño acosador sin tener que usar la violencia, me ponía de mal genio y más al tener tantas cosas en la cabeza. Hoy ha sido un día asqueroso, no tuve electricidad varias horas y dictar mis clases virtuales del día de hoy fue toda una hazaña. Para colmo el repartidor se equivocó y me trajo una comida vegana, la cual me puso más de malas de lo que estaba y en una hora debía estar en el colegio donde dicto clases unas veces a la semana, así que estoy muy atrasado, enojado y ese de atrás no hace más que empeorar mi temperamento.
Recogí mi botella de agua antes de dirigirme al baño para tomar mis cosas e irme a la mierda.
Salía del lugar cuando me crucé de nuevo a ese individuo, venía justamente saliendo con su combo de amigos. El acosador a quién he visto hace ya más de un año, siempre viene con un montón de niñatos ricos, todos se parecen un poco. Blancos, altos, privilegiados. Vienen usando ropa que está de moda, se preocupan muchísimo por su apariencia como si la vida les dependiera de ello. Incluso tienen un acento diferente, lo cual me da mucha vergüenza ajena porque en esta zona característica de Colombia, Barranquilla, solo hay una forma de hablar, pero tal vez los esteroides les afecte la lengua y no lo sabía.
Intenté salir, pero el acosador se atravesó frente a la puerta de cristal y como somos dos hombres grandes, lógicamente no pudimos pasar al mismo tiempo lo cual despertó muchos pensamientos intrusivos en mí.
Retrocedí e intenté salir de nuevo, pero ese miserable ser que nunca debió nacer volvió a atravesarse y lo miré de una forma tan horrible que al notar mis claras intenciones asesinas, pareció hacerlo entrar en razón y retroceder. Fue una acción inteligente en él, eligió no morir.
—¿Es que quieres que nos quedemos a vivir aquí o qué? —me quejé y escuché a sus amigos reírse, pero él parecía nervioso y no entendía por qué.
No tenía idea de que los acosadores pudiesen sentir nervios, es algo nuevo que acabo de aprender en un día asqueroso como el de hoy.
—Perdón —respondió avergonzado y me hizo señas de que pasara primero, lo cual hice y bajé rápidamente porque debía llegar al apartamento, tomar una ducha antes de ir a clases y conducir a la escuela, si es que no me despedían por quedarme de arrumaco con ese infeliz.
Tal vez la próxima que venga deba traer una pala conmigo, solo por si te veo y si la estrello en tu cabeza va a ser tu culpa y no la mía, así que espero no me demandes por eso.
Estoy consciente de que tengo muy mal genio, esto era algo que hacía que Alejo se riera de mí e incluso decía que amaba mi forma indecente de hablar o que perdiera los estribos tan fácil. Sé que soy una persona muy difícil de tratar, es algo con lo que no puedo luchar, pero aún con mi personalidad horrible y delirante, sé que Alejandro me amó con su vida y es por eso que cada día lo recuerdo, es un dolor incesante que no se va y hace de mis días algo miserable, el pensar en todo lo que pudo ser y no fue, en cómo sería su vida a mi lado hoy en día si no hubiese decidido terminar con todo por aquella depresión que volvió oscuros sus días y que no pude evitar ese fatídico final.
La culpa, la maldita culpa por no evitarlo.
Ninguno de mis esfuerzos sirvió, tanto dinero y tiempo invertido en psiquiatras, pastillas, incluso medicina alternativa, pero no, nada sirvió, Alejo nunca dejó de sentirse mal, lloraba a diario y repetía constantemente que solo vivía porque me tenía a su lado, rogaba que no lo abandonara y odiaba que me dijera eso cada jodido día. ¿Es que en verdad pensaba que lo dejaría porque no estuviese bien? Dios, yo lo amaba tanto que dolía, lo amaba tanto que esa noche cuando lo encontré muerto en la sala, pensé que moriría, que no lo podría soportar y pensé en terminar con mi vida, pero algo me detuvo, no sé ni qué y han sido varios años tratando de reponerme de su partida, de haberlo perdido y asimilar de una vez por todas que no regresará, que debo dejar ir su recuerdo e intentar continuar, pero me cuesta, no puedo y aún hoy cinco años más tarde, el solo escuchar su nombre me duele y por eso trato de pensar en otra cosa muy rápido.
Sería bueno olvidarte.
Sería bueno volver a ser feliz, pero creo que sin ti no puedo.