Obligación
Era un viaje más corto de lo habitual, pero se sintió más pesado de lo que los otros eran. Se limitó a observar el paisaje marino desde la ventanilla de la habitación del barco, mientras degustaba el dulce pollo que la servidumbre se encargó de prepararle a petición del marqués. El vino con el que acompañaba la carne estaba fresco, justo para saciar su sed y hacerle compañía a las bajas temperaturas del reino al que visitarían.
Langa era el único heredero que los reyes de Mørkt Sted le pudieron dar a su reino, por lo que todas las responsabilidades y cuidados que se le podrían adjudicar al joven príncipe le serían impuestas y sin derecho al reclamo. Justo a muy poco tiempo de su cumpleaños 21, una invitación redactada por el mismísimo Emperador Ainosuke de Evig Jord le pedía a algún m*****o de la familia Hasegawa que asistiera a las tan esperadas "Fiestas Rojas" que en ese lugar eran preparadas anualmente.
Langa no quería ir, pero justo cuando sus padres estaban repletos de trabajo y deberes como reyes fue cuando él tenía su agenda más despejada que de costumbre, teniendo que asistir a esas celebraciones, y para colmo, en un lugar que desconocía completamente.
Al estar sumido en su lectura que relataba lo más básico respecto a lo que era Evig Jord, a penas pudo reconocer que Aslan volvió a tomar asiento a lado suyo, acompañado de Uenoyama que se quedó a un lado del desordenado escritorio del príncipe.
—Estamos a quince minutos de llegar a tierra, majestad —manifestó el pelinegro a Hasegawa, que cerró su libro al escucharlo. Nunca había deseado tanto quedarse en un barco por el resto de sus días; desgraciadamente ya habían llegado a las Tierras Eternas.
Se alistaron con ayuda de los sirvientes, centrándose en el heredero, quien fue preparado con la capa oscura con pelaje en las orillas de la tela, enganchado a su cuerpo con un broche de oro que formaba un copo de nieve. El estuche donde sus anillos y pulseras eran guardados fue abierto para que pudiera elegir cuáles ponerse ese día, eligiendo sólo el anillo de plata y zafiro en el anular y otro de lápiz lazuli.
Fue perfumado con la esencia de jazmín, lo suficiente sin llegar a empalagar al olfato. Tuvo que suplicarle a los sirvientes que dejaran a su cabello tal y como estaba, sin importarle lo despeinado que le podía parecer a los modales de la realeza.
Tal y como Uenoyama le había avisado, en un promedio de quince minutos el barco desembocó en la helada costa del imperio de Evig Jord. La formación ya estaba lista a órdenes del conde, siendo los guardias listos para ser la compañía de su príncipe heredero.
—¿Qué se supone que diga? —exigió Langa, refiriéndose a sus amigos.
—Saludas con cortesía y agradeces —respondió Uenoyama. Estaban caminando hasta la rampa que lo ayudaría a bajar del barco.
—Lo dices como si fuera fácil —se quejo el peliceleste, recordándole al marqués las casi nulas habilidades sociales del heredero.
—¿Qué tal si nosotros hablamos por ti frente a los sirvientes? —propuso Ash—. Pero tú tendrás que hablarle directamente a los emperadores, de esa no te puedes salvar.
—Está bien —suspiró—. ¿Qué era lo que tenía que decir?
—"El placer es mío. Soy privilegiado al ser recibido en su maravilloso imperio con la oportunidad de vivir sus tradiciones a primera mano." —repitió Ash, sonriendo. Langa asintió, tratando de esquivar todos sus nervios.
Cinco eran las carretas que ya estaban esperándolo en el muelle, acompañadas de curiosos locales que miraban ansiosos a los visitantes. Langa estaba en medio de Ash y Uenoyama, quien con un pesado suspiró avisó que podían comenzar a avanzar.
Un hombre pelinegro con una vestimenta que destacaba entre los civiles fue el primero en reverenciarlos; su expresión no parecía pretender cambiar, dejando en claro que permanecería con la misma seriedad llena de frialdad.
Langa sabía que él también sufría de expresiones monótonas y mayormente apagadas, pero lo que pudo leer en el porte del pelinegro era una tristeza evidente. Estaba siendo obvio que era sirviente del emperador Ainosuke, así que él pudo ser un indicio de lo que el monarca sería.
—Bienvenidos sean al Imperio de Evig Jord, las "Tierras Eternas", donde el fruto prohibido fue sembrado por las manos de Odín —vociferó él—. Me complace presentarme a ustedes como sirviente de nuestros monarcas, y todos nosotros nos veríamos en la extrema felicidad si toman estás carrozas como transporte hacia el palacio de los emperadores.
—Al príncipe heredero también le honra ser recibido por su generosidad —respondió Uenoyama, al notar que era serio lo de responder por Langa.
Se subieron a los anchos carruajes dirigidos por hermosos ejemplares negros, asegurándose que sus sirvientes también recibieran el transporte debido para dirigirlos al lugar donde ellos se establecerían.
Langa, al asegurarse de que sólo sus compañeros estaban con él, dejó caer su cabeza en sus manos. Sentía su corazón acelerar su paso, y luchaba porque su respiración no se descontrolara en cualquier momento; estaba arrepentido de no haber inventado una excusa o pendiente para haber faltado.
—Hey... Esto acabará más pronto de lo que te imaginas —Ash intentaba consolarlo.
—Éste lugar es terrorífico —declaró el príncipe, sacándole una leve carcajada al conde.
—Creí que te gustaba lo terrorífico —inquirió Uenoyama, mirando por las ventanillas del carro.
—No si lo tengo frente a mí.
El monstruoso palacio de la dinastía Shindo se acercaba conforme la carroza del príncipe y sus acompañantes avanzaba. La construcción presumía de ventanales gigantescos que eran sostenidos por mismas paredes de concreto con perfectos grabados en ellas, siendo la puerta que custodiaba una figura histórica en los vitrales las que los recibió junto a los emperadores.
Había visto pinturas de ambos, además de escuchar distintas hazañas y halagos hacia sus identidades en la realeza. Sin duda eran igual de atractivos que como se mostraba en los óleos que le fueron mostrados, además de que la caballería y sirvientes que estaban a lado de la pareja sólo servía para reafirmar la autoridad que ellos poseían.
El carro paró paulatinamente en frente de todo el grupo, siendo la puerta abierta casi al instante por uno de los lacayos, permitiéndole a Langa salir de la puerta, seguido de Uenoyama y Ash. Caminó hasta ellos, sin poder ignorar todo el nerviosismo que esas personas podían producirle a él, y al tenerlos frente a frente, logró reverenciarse primero, también recibiendo ese gesto por su parte.
—Príncipe Langa, es un maravilloso honor recibirlo en nuestras tierras. —dijo Ainosuke primero, sonriéndole al joven sin ningún inconveniente.
Cínico, fue lo primero que pensó Langa al sólo escuchar su forma de hablar.
—Considérese en su hogar, príncipe —le siguió Kaoru, conservando su expresión seria. Él era un noble extranjero, desposado con el monarca por pura conveniencia para las naciones de ambos; no era una sorpresa cuando se trataba de una dinámica más que común dentro de los matrimonios en la realeza, siendo Nanako y Oliver los únicos de los que ha escuchado un cariño romántico real y duradero.
Lo inusual era ver a un consorte masculino cediendo a un matrimonio forzado.
—El placer es mío. Soy privilegiado al ser recibido en su maravilloso imperio con la oportunidad de vivir sus tradiciones a primera mano —repitió lo que Ash le había propuesto, sintiendo a su corazón latir exageradamente. Evitaba la filosa mirada de los ojos rubíes que Ainosuke tenía, refugiándose en sus propios pensamientos que imploraban algún escape de esa situación.
El pelinegro, de nombre Tadashi, escoltó al príncipe y a sus acompañantes hasta sus respectivas habitaciones, siendo la de Langa la que poseía un espacio mucho mayor, casi lleno por todo tipo de lujos que se asimilaban bastante a lo agobiante que eran los que ya tenía en Mørkt Sted.
Al por fin conseguir soledad, se tiró al piso a lado de la enorme cama, justo sobre la alfombra de piel. Ya no sabía qué hacer ni cómo actuar frente al hombre más intimidante que ha visto, ni a los otros dos más serios que podrían existir; ni siquiera alcanzó a saber en qué consistían las Fiestas Rojas, aunque se celebraran justo el día siguiente.
Después de lo que le pareció unos minutos de lo que se encubría como "meditación", se levantó de la alfombra y se encaminó a las puertas del balcón que abrió. Al tomar la perilla dorada y jalarla, se sintió arropado por la calma al sentir un poco de libertad al reconocer el gélido viento chocar con su pálido rostro, respirando mejor y por fin teniendo un momento para él; el clima frío, siendo otra de las cosas que Evig y Mørkt tenían en común, era uno de los pocos placeres que en realidad sí disfrutaba.
Al recargarse en el barandal de mármol con un impresionante tallado de seres alados, recorrió su vista por todo el paisaje al que disponía. La capital estaba repleta de construcciones imponentes con influencias tanto góticas como orientales, asumiendo que es lo que resultó gracias a la unión de esas dos culturas.
Por lo que pudo observar del pueblo, la vida de extravagancias y una extraña suerte de rococó se limitaba a la perspectiva Imperial, siendo la clase trabajadora la que se pasaba por una cotidianidad más que nada minimalista. Justo por esas fechas no podría asumir lo que realmente pasaba ahí, porque todos estaban ocupados y ansiosos por lo que pasaría en sólo pocas horas.
El tiempo pasó sin que él lo percibiera con claridad, sumiéndose de nuevo en sí mismo hasta que un par de toques de la puerta de la habitación lo sacaron de todo trance. Sin cerrar las puertas del balcón, salió de él para conducirse a la puerta y abrirla, topándose con Ash y a Uenoyama esperándolo.
—Son las 5:30 —comenzó el rubio—. Hora de la comida; todo mundo está diciendo que el chef es impresionante, ¡estudió en Alba!
—Tengo hambre —Uenoyama estaba hambriento.
—Vamos —declaró el príncipe, saliendo del cuarto para seguir por los pasillos.
Justo Tadashi planeaba ir a la habitación del príncipe para guiarlo al comedor principal, encontrándose a los visitantes en la mitad del camino. Ash, como siempre, intentó hacerle plática al hombre, pero fueron los mismos resultados que los de sus primeras conversaciones con Langa: monosílabos y silencios incómodos.
Otras enormes puertas de alguna otra madera cara llegaron, abiertas por un par de guardias y dejando relucir al monumental comedor, donde los reyes aguardaban por ellos. Ainosuke y Kaoru se levantaron de sus asientos desde que oyeron a las puertas abrirse, esperando a que el pelinegro y demás siervos les indicaran a los extranjeros donde sentarse, y por obvia obligación, Langa fue quien debió estar a lado de los reyes.
—Bajo mis ordenes, los más exquisitos platos de Evig Jord han sido preparados por nuestro magnífico chef —explicaba el emperador, haciéndole una seña a las criadas para que trajeran el primer platillo—. Empezaremos por un cangrejo rey exquisito, que ha encantado ha cualquier visitante, ¿les parece?
—Estamos ansiosos por probarlo, muchas gracias —Langa decía la verdad; los tres estaban curiosos de probar algún bocado.
Al lavarse las manos, una serena charla entre Kaoru y los muchachos era lo que era constante en la mesa, demostrando que emperador consorte era alguien en extremo letrado. La vestimenta del emperador consorte contrastaba con la de cualquier nativo de ese lugar, siendo vestido por un kimono extravagante, con estampados de árboles de cereza en, y adornado con collares y aretes de jade con oro. Langa sabía esto porque su ascendencia materna pertenecía a Seiza, un imperio realmente lejano que no ha tenido la oportunidad de visitar en sus veinte años.
El primer plato llegó en una presentación elegante, idénticos en porciones y estética hasta que se trataba del plato de Kaoru, teniendo una apariencia más detallada y específica, desde su orden hasta la cantidad de comida en el plato. Langa no sabía el trasfondo, pero lo único que le podía importar era la delicia que tenía a su disposición, siguiéndole de otro tipo de manjares estupendos, y de los mejores vinos que había degustado.
—Me parece buen momento para halagar las magníficas joyas que usted, el conde y el marqués usan hoy —mencionó Ainosuke, dándole un sorbo a su copa.
Una comida normal para el heredero enjaulado.