Caminos De Penumbra

1858 Words
Me senté en mi lugar frente al escritorio suspirando pesadamente. Sentía los hombros tensos y como unos ligeros hilos invisibles se enredaban en mi cuello poco a poco con cada día que pasaba. Pronto, estos se tensarian y harían rodar mi cabeza El atardecer teñía el cielo de tonos ámbar y carmesí, proyectando su luz cálida a través del balcón abierto del despacho. El aire era fresco, trayendo consigo el aroma tenue de la tierra húmeda y la brisa que corría entre los árboles. Afuera, la extensión infinita de jardines y colinas se desplegaba bajo el cielo cambiante, sin otro sonido más que el murmullo de las hojas movidas por el viento del enorme jardín de la mansión Sobre el escritorio, destacando entre documentos y objetos dispersos, descansaba la pequeña caja de terciopelo rosa. La miré sin tocarla por unos instantes, sintiendo que su sola presencia alteraba la quietud de mi cabeza, o aquella que fingía tener Finalmente, con un movimiento contenido, la abrí Dentro, un anillo descansaba sobre el tejido aterciopelado, reflejando la luz del atardecer con un resplandor sutil. Su banda de plata fina y pulida rodeaba con delicadeza un cristal rosado en forma de corazón, cuya superficie parecía atrapar los reflejos dorados del sol poniente. Rodeándolo, pequeños cristales tallados con precisión formaban un diseño que recordaba a hojas y flores, con diminutas piedras brillando como gotas de rocío en la luz crepuscular. Era un diseño intrincado, cuidado hasta en el más mínimo detalle Lo tomé con suavidad, notando la fría textura del metal contra mi piel. Era ligero y, aun así, se sentía demasiado pesado en mi mano Me lo deslicé en el dedo, solo para verlo mejor El ajuste era perfecto... Demasiado perfecto que era aterrador... Pasé la yema del pulgar sobre la gema central, sintiendo sus bordes pulidos. El viento se coló por el balcón, revolviendo un mechón de mi cabello rosa, pero yo no aparté la mirada del anillo, ¿Por qué él me lo había dado?, ¿Qué esperaba que significara esto para mí? El resplandor cálido del atardecer jugaba en las facetas del cristal rosado, como si dentro de él se hubiese atrapado la última luz del día Intenté deslizarlo de nuevo fuera de mi dedo, pero mis manos no obedecieron de inmediato. Lo giré entre los dedos, como si eso pudiera darme una respuesta mientras mi cabeza daba vueltas No era solo el anillo lo que me inquietaba. Era lo que despertaba en mí Cerré los ojos un momento, dejando que el viento me envolviera. No estaba lista para esto. Para lo que pudiera significar. Para esa grito implícito que me quería dar a entender Pero ahí estaba el anillo, brillando en mi mano como un recordatorio silencioso de que, aunque no lo entendiera del todo aún, algo dentro de mí ya había cambiado... Me saque el anillo del dedo como si este quemara mi piel, lo metí en su caja y luego lo devolví al cajón. Me puse en pie para salir de la oficina e ir al tercer piso. Estaba harta de las exigencias de Maxon y si no le ponía un alto ya mismo, cabía la posibilidad de que empezara a moverse aquí e intentar voltear las cosas Alegando, de que yo solo era una chiquilla. Subí las escaleras con paso firme, sacando cualquier otra idea de mi cabeza que fuera inútil. Camine con total calma, subir al tercer piso nunca había sido algo que me llamara la atención, no había nada interesante ahí arriba, solo habitaciones cerradas y una sensación de quietud que hacía que todo pareciera más grande de lo que era... Pero ahí estaba, subiendo los escalones sin apuro, con la certeza de que esta visita no era opcional y con la sensación de que no saldría nada bueno de esto El pasillo estaba exactamente como lo recordaba, largo, silencioso y vacío La alfombra apagaba el sonido de mis pasos, las paredes forradas en un tapiz oscuro con detalles dorados y crema con formas de líneas curvas y algunas flores o estrellas le daban un aire antiguo y pesado al lugar. Las ventanas estaban cubiertas por cortinas gruesas que no dejaban entrar ni un solo rastro del exterior; seguramente Maxon había mandado a hacer eso porque yo no le inmiscuia en nada de este piso desde que se lo cedí a él como acto de benevolencia simplemente por ser quien me engendro y de alguna manera, me crío A pesar de que en el jardín, abajo, mis hermanos seguramente seguían jugando, aquí no se escuchaba nada. Era como si este rincón de la casa existiera aparte, atrapado en un tiempo diferente Caminé sin prisa. No había motivo para hacerlo rápido ni para retrasarme más de lo necesario; Al final del pasillo, la última habitación, sabía que él estaba ahí dentro, esperándome, probablemente en la misma posición en la que siempre estaba, sentado en la cama leyendo algún libro viejo o en el sofá junto a la ventana simplemente mirando afuera, así era como lo había encontrado las únicas dos veces que me apareció por ahí para hacerle saber las reglas, y como me informaban las pocas empleadas je subían aquí cuando le daban un informe de su estado No me molesté en tocar. Simplemente giré la perilla y entré sin aviso alguno La habitación era tan vacía como el pasillo, No había cuadros, adornos ni nada que diera la sensación de que alguien realmente estuviera ahí. Solo los muebles esenciales, una cama, un sofá algo descuidado y una mesa de noche donde estaba una lampara con cabeza crema, el tapiz era el mismo que el del pasillo La luz del balcón apenas se filtraba, ya era entrada la tarde y el sol estaba empezando a desaparecer cada vez más Él estaba en la cama, como siempre. Desde que había vuelto, apenas se movía de ahí, no porque no pudiera, sino porque no quería. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, no hubo sorpresa. Solo la misma expresión de siempre, una mezcla de cansancio y algo más difícil de descifrar que yo ni siquiera me molestaba en intentar averiguar Aquí estoy- dije, sin molestia ni amabilidad, cruzando mis brazos mientras reclinaba mi costado en el marco de la puerta, el me miró, con expresión desapegada, cerró el libro que sostenía en sus manos y que probablemente ni siquiera estaba leyendo antes de que yo entrara a la habitación Marshina- saludo, su voz sonaba monocorde y sin expresión alguna. Me miró de pies a cabeza, analizandome, ni siquiera me inmute ante su escudriñó en mi persona, se fijo en mi postura, mi cabello, hasta que se detuvo en mi mejía. Su expresión se oscureció un poco más, aunque no sabía si esa vista era por traición a la poca luz de la habitación Luego, nuevamente bajo mirando mi ropa, seguramente sorprendido de mi vestuario. Vestía una chaqueta corta de cuero n***o sobre un suéter ajustado de cuello alto, también n***o. La combinación hacía que el frío no se colara por la tela, pero tampoco era sofocante. Mis jeans de tiro alto, en un tono azul claro, contrastaban con la parte superior oscura y se ajustaban a mi cuerpo. Un cinturón n***o con hebilla plateada aseguraba todo en su lugar Mi cabello, teñido de rosa, caía suelto en ligeras hondas, aunque había apartado dos pequeñas trenzas a los costados, sujetándolas con un broche dorado en forma de media luna que, según tenía entendido, antes era de mi madre Un detalle pequeño, pero suficiente para darle un poco de vida al conjunto monocromático que ahora acostumbraba a vestir No tengo tiempo que perder, Maxon, si tienes algo que decir. Dímelo ahora, que tengo asuntos que atender- dije, impaciente y aburrida de su escudriñó, regreso su mirada a mi rostro Un ligero suspiro escapó de sus labios, sus Mejías estaban hundidas en su rostro por todo lo ocurrido antes cuando estuvo fuera de aquí, así como también tenía su frente, rostro, brazos y muy seguramente el resto de su cuerpo lleno de vendas y moratones que aún no acababan de sanar Apreté la mandíbula ligeramente, hastiada de esto. Astiada de tener que verle la cara como si fuera lo suficientemente importante como para darse el lujo de pedir verme y cerrar la boca cuando había cumplido su petición « Maxon.- advertí, en tono serio Quiero ver a los gemelos.- soltó, su voz se escuchaba rasposa, seguramente porque no la usaba demasiado, o por su simplemente berrinche de no comer ni beber nada hasta que yo subiera aquí- son mis hijos.- siguió, sonreí de forma amarga, mirándole Debiste pensar eso antes de hacer un trato poco favorecedor con alguien más.- dije, recomponiendome- y más te vale que empieces a comer y beber como es debido, si no quieres que venga aquí yo misma y te meta a la fuerza tanto la comida como la bebida.- advertí, su mirada se oscureció aún más « Y, lo que sea que estés planeando. Detenlo, no le obligues a tener que matarte.- pedí, una pequeña sonrisa surco sus labios Así que, toda una Freschus, ¿Eh?- dijo, con cierto tono irónico, me tense ante sus palabras. Recordando aquella primera conversación que habíamos tenido luego de que él me mirara de aquella forma luego de que Neire y su grupo le apareciera hacerme beber el agua de la taza del retrete Sonreí de medio lado Al final, siempre si sé ser una Freschus. Solo, que yo no me abandome en el proceso. Porque, al contrario de tí, yo si se defender y proteger a quienes amo.- asegure, el soltó una leve risa baja Los recuerdos de esa tarde mientras regresábamos a lo que yo consideraba en ese momento nuestro hogar, inundaron mis pensamientos "No sabes qué significa ser un Freschus. No es solo cargar el apellido y decir que lo eres sin más. Ser un Freschus es ser frío, sin sentimientos ni remordimientos, haciendo cosas que no siempre serán correctas. Es lastimar a gente que no tiene nada que ver. No debes sentir pesar, ni lástima, ni amor por nadie más que por ti misma." Esas habían sido sus palabras, y, ahora entendía perfectamente. Él era así, había querido intentar hacerme la tonta, intentar hacerme la estúpida e imaginar una epifanía donde sus palabras no indicaran que él era así, de que nadie más le importa, que su propia seguridad y su propio bienestar era lo único importante, sin importarle a quienes sacrificará Me di la vuelta, al notar que no pensaba agregar nada más. Probablemente por su conciencia o por el poco Interés que mostraba a lo que sea que dijera Marshina.- llamó, deteniéndome- no olvides que a mí también me amas.- agrego, solté una leve risa amarga, carente de gracia y cerré la puerta de la habitación luego de salir de ahí El reconocible escozor de mis ojos ante las lágrimas que empezaban a acumularse se hizo presente. Solté un ligero gruñido irritada Conmigo misma Sí, claramente lo amaba, era mi padre después de todo. Pero no como antes, ahora, mis prioridades eran otras además de las de mantenerme con vida.
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