Karina, al divisarlos en la lejanía, corre para avisar a su madre de su inminente llegada. Ambas se apresuran a terminar sus tareas, y las demás chicas se unen para asegurarse de que todo esté en orden. Cuando los hombres regresan, están empapados en sudor y cubiertos de polvo. Karina y su madre se apresuran a preparar los baños para que puedan refrescarse. Kevin agradece la atención de Karina, quien coloca su maleta en la cama para facilitarle la búsqueda de su ropa. Sale de la habitación, feliz de tenerlo de vuelta en casa y agradecida por su decisión de quedarse una semana más.
A la mañana siguiente, Kevin invita a Karina a un paseo por el campo. Tiene la intención de mostrarle un lugar especial, un viejo árbol bajo el cual solían jugar cuando eran niños. Al llegar, Karina se sorprende al descubrir que Kevin ha preparado un pequeño pícnic. Pasan la tarde rememorando viejos tiempos, riendo y compartiendo historias.
—¿Recuerdas cuando quedé atrapado en aquel agujero? —pregunta Kevin.
—Sí, afirmaste que había un tesoro allí. Me engañaste y Dios te castigó. Yo era una niña que te creía todo. —respondió Karina, y ambos ríen al recordar.
Con el paso de los días, la relación entre Karina y Kevin se fortalece. Karina admira la gentileza y consideración de Kevin, mientras que él se siente impresionado por la fortaleza y determinación de Karina. Kevin se comporta como un caballero ante ella, buscando complacerla todo lo posible.
—Tu padre conversó conmigo —comenzó Kevin.
—¿Sobre qué?
—Sobre tu viaje a Canadá. ¿Por qué quieres ir allí?
—Ya te lo he dicho, quiero conocer ese país, trabajar y conocer a nuevas personas. ¿Acaso no quieres que vaya?
—No, no es eso. Es que tus padres están preocupados. Rara vez sales del rancho y lo más lejos que has llegado es a la ciudad.
—Lo sé, pero quiero aprovechar tu visita.
—¿Planeas irte conmigo?
—Sí, no me atrevería a irme sola. Además, tú eres el que conoce el lugar. Te aseguro que hasta en el aeropuerto me perdería.
—¿Ya se lo dijiste a tus padres?
—Aún no, pero ellos lo sospechan. Además, de esa manera estarán más tranquilos porque confían en ti. —Kevin sonrió a medias, realmente no deberían confiar tanto— Ellos te quieren como a un hijo y yo te considero mi hermano mayor.
—Ah, entiendo. —se sintió un maldito, por sus malos pensamientos.
Kevin se quedó en silencio, observando a Karina. El resplandor del sol iluminaba su rostro, resaltando su belleza natural. A pesar de su confusión y conflicto interno, no pudo evitar sonreír. Karina siempre había tenido esa habilidad para sorprenderlo.
—Karina, siempre has demostrado ser valiente —afirmó Kevin finalmente—. Si esto es lo que realmente deseas, estaré a tu lado. Pero debes hablar con tus padres. Ellos merecen conocer tus planes.
Karina asintió, agradecida por su apoyo. Sabía que Kevin tenía razón. A la mañana siguiente, se armó de valor y habló con sus padres sobre sus planes de viajar a Canadá.
Cuando Karina les contó a sus padres sobre sus planes de viajar a Canadá, su reacción inicial fue de preocupación. A pesar de que la aman profundamente y confían en ella, la idea de que su hija se aventure tan lejos de casa les resultaba inquietante.
Su madre, con lágrimas en los ojos, la abrazó fuertemente. Le recordó cuánto la amaba y cuánto la extrañaría. Su padre, aunque trató de mantenerse fuerte, también mostró signos de preocupación. Le pidió que prometiera mantenerse en contacto y cuidarse mucho.
Sin embargo, a pesar de sus miedos, ambos sabían que no podían detener a Karina. Reconocieron su determinación y su deseo de crecer y experimentar el mundo por sí misma. Después de muchas conversaciones y promesas de mantenerse en contacto, finalmente dieron su bendición.
Fue un momento agridulce para la familia. Aunque estaban tristes por la inminente partida de Karina, también estaban emocionados por ella. Sabían que esta era una oportunidad increíble para su hija, una que podría cambiar su vida para siempre. Así que, con corazones pesados, pero llenos de amor, apoyaron a su hija en su nueva aventura.
Con el apoyo de Kevin y la bendición de sus padres, Karina comenzó a prepararse para su gran aventura. Aunque estaba emocionada, también sentía un cierto temor. Pero cada vez que el miedo la embargaba, recordaba las palabras de Kevin y encontraba la fuerza para seguir adelante.
Karina se encuentra en un torbellino de emociones ante su inminente partida. Por un lado, está emocionada por la aventura que le espera: la oportunidad de explorar un nuevo país, conocer nuevas personas y sumergirse en una cultura diferente. Está ansiosa por crecer, aprender y adquirir experiencia de vida.
Por otro lado, también siente miedo y nerviosismo. Dejar su hogar, su familia y amigos, y todo lo que le es familiar, no es una tarea fácil. Se preocupa por lo desconocido y por las dificultades que pueda encontrar en su camino.
Pero a pesar de sus miedos, Karina también siente una fuerte determinación. Sabe que este es un paso importante en su vida, una oportunidad para crecer y aprender. Y aunque la despedida es agridulce, está lista para enfrentar los desafíos que vienen con valentía y optimismo.
—Cuida de nuestra joya —pidieron los padres de Karina.
—La cuidaré, además mi madre nos está esperando, ella está emocionada de ver a Karina —respondió Kevin.
—Muchas gracias —dijo la madre de Karina, las lágrimas asomándose en sus ojos.
—Mamá, estaré bien —aseguró Karina.
—Lo sé, lo sé. Soy una sentimental, ya me conoces.
—Volveré pronto, y si me gusta allá, los visitaré con frecuencia.
—No digas eso, aquí están tus raíces —replicó su padre.
—Solo bromeaba, papá —dijo Karina, notando la tensión en Kevin.
Kevin terminó de cargar las maletas en el auto y se volvió para ver a Karina. Ella estaba abrazando a sus padres, lágrimas brillantes en sus ojos. A pesar de la emoción por la aventura que les esperaba, Kevin sintió un nudo en el estómago al verla así.
—Estaremos bien, papá, mamá —dijo Karina, tratando de sonreír a través de sus lágrimas—. Les llamaré todos los días.
Sus padres asintieron, abrazándola fuertemente una vez más antes de dejarla ir. Kevin se acercó y puso una mano en su hombro, ofreciéndole un apoyo silencioso.
Finalmente, se subieron al auto y comenzaron su viaje. Mientras se alejaban, Karina se volvió para ver a sus padres, que seguían de pie en el camino, viéndolos irse. A pesar del dolor de la despedida, había una chispa de emoción en sus ojos. Estaba a punto de embarcarse en la aventura de su vida, y no podía esperar a ver qué le deparaba el futuro.
Con cada kilómetro que recorrían, la casa de Karina se hacía más y más pequeña en el espejo retrovisor. Pero a pesar de la distancia, sabía que siempre llevaría un pedazo de su hogar en su corazón, sin importar a dónde la llevara la vida. Y con Kevin a su lado, se sentía lista para enfrentar cualquier cosa que viniera en su camino.
En el corazón palpitante del aeropuerto, Karina era un faro de emoción desbordante. Cada avión que rasgaba el cielo, ascendiendo hacia lo desconocido, encendía en ella una chispa de asombro, mientras que cada aterrizaje servía como un recordatorio tangible de la aventura que estaba a punto de desplegarse ante ella. Kevin, su fiel compañero, se deleitaba en su alegría contagiosa. En un gesto de afecto, le presentó un mapa del mundo, una brújula diminuta y un diario de viaje, objetos que Karina contemplaba con ojos que brillaban como estrellas distantes.
Mientras el tiempo avanzaba inexorablemente hacia la hora de su vuelo, encontraron refugio en una acogedora cafetería. Karina desplegó el mapa con reverencia, sus dedos danzando sobre la superficie mientras trazaba rutas imaginarias, su voz llena de emoción al hablar de los lugares que anhelaba explorar. Kevin la escuchaba, su admiración por su espíritu aventurero creciendo con cada palabra.
—¡¡Canadá, allá vamos!! —su emoción la superaba.
—Espero que pienses lo mismo cuando el avión arranque.
—¿Por qué lo dices?
—Ya lo experimentarás.
Finalmente, el momento de la verdad llegó. Con una mezcla de emoción y nerviosismo palpable, Karina entrelazó sus dedos con los de Kevin. Él respondió con un apretón suave, un gesto silencioso que transmitía una tranquilidad inquebrantable. Juntos, emprendieron el camino hacia el avión, su destino finalmente a la vista.
Cuando el avión despegó, rompiendo las cadenas que lo ataban a la tierra, Karina se aferró al brazo de Kevin, su miedo creció. Una sensación extraña se apoderó de su estómago, una mezcla de emoción, miedo y anticipación que se extendía por todo su cuerpo. Así comenzó su gran aventura.