EN CASA DE SUS PADRINOS

1634 Words
Lucrecia, con una sonrisa que no alcanza sus ojos, observa a su novio, quien parece estar en un dilema. Ella juega la carta de la víctima, ofendida, y comienza a llorar. Estoy segura de que es una actuación. Por un instante, se queda sin palabras. Luego, con una sonrisa que tiene un toque de malicia, se vuelve hacia mí. —¿Quién demonios eres? —me desafía. Volteo a ver a Kevin, esperando su respuesta. —Ella es una amiga de infancia —responde Kevin, su voz firme. Lucrecia se ríe con desdén. —Qué infantil eres, cambiándome por una amiga… — interrumpe, pero puedo imaginar lo que iba a decir. Luego, me mira directamente. —Así que, ¿eres la amiga de Kevin? —pregunta, su tono es venenoso—. ¿Crees que puedes ser mi amiga también? Le devuelvo la sonrisa, sintiendo cómo mi corazón late con fuerza en mi pecho. —No hago amistades tan fácilmente —le respondo. Lucrecia parece sorprendida por mi respuesta, pero antes de que pueda decir algo más, Kevin me toma de la mano y me aleja de ella. Mientras nos alejamos, puedo oír a Lucrecia murmurando para sí misma, pero no le doy importancia. Después de todo, soy la mejor amiga de Kevin, aunque siento un dolor en mi pecho al pensar en todo lo que ha pasado. —¿Qué fue todo eso? —pregunta Kevin, su mirada llena de preocupación. —Solo una pequeña confrontación —le respondo, tratando de restarle importancia a la situación. No obstante, en el fondo, sé que las cosas están lejos de ser normales. Chasquea los dientes y regresamos a la habitación. Kevin se aleja con Lucrecia, dejándome sola en la habitación. Sus palabras aún resuenan en mi cabeza. —Espérame un momento, ya te mandaré a casa de mis padres. —Pero, ¿qué significa eso? Observo a Kevin y Lucrecia, riendo y charlando como si todo estuviera bien. Como si no pasara nada. Pero, ¿qué importa? Su vida amorosa no es de mi incumbencia. Sin embargo, no puedo evitar sentir un nudo en el estómago al ver a Lucrecia. Hay algo en ella que me molesta, que me irrita hasta el núcleo. Decido que no voy a quedarme aquí, esperando a que Kevin decida cuándo es el momento adecuado para llevarme a casa de sus padres. No soy una muñeca que puede ser manipulada a su antojo. Con determinación, salgo de la habitación, dejando a Kevin y Lucrecia atrás. Camino por el pasillo, cada paso resonando con mi decisión, cada eco llevándome más lejos de ellos, de su mundo lleno de mentiras y engaños. No necesito a Kevin para enfrentarme al mundo. Tengo mi coraje, mi fuerza. Tengo el poder que corre por mis venas, mi carácter me respalda. No necesito a Kevin para hacer lo que quiero. Mientras camino, siento el frío del pasillo, penetrar en mi piel, pero no me detengo. Sigo adelante, decidida a enfrentar lo que venga. —Karina, espera, bueno, me disculpo por hacer una escena e involucrarte. —No hay problema. —Gracias, eres una gran amiga, mi amigo John te llevaré a casa de mis padres. —¿Qué? Tú dijiste que me llevarías. —Es que Lucrecia está sensible, después de esta pelea inútil que tuvimos ella no se siente bien. —Ja, ya entiendo, no te preocupes. Dile a ese tal John que nos vayamos. —ahora, solo dependo de mí misma. Y eso es más que suficiente. Después de que el amigo de Kevin se marchara, me quedé un momento en silencio, sintiendo una mezcla de incomodidad y frustración. No podía creer que después de todo lo que había hecho por él, Kevin se comportara de esta manera. Observé al joven salir del edificio con una sonrisa nerviosa, y sin decir una palabra, me subí al auto. John, el conductor, me indicó que me sentara en el asiento del copiloto, argumentando que desde allí se apreciaba mejor la ciudad. Asentí y me acomodé en el asiento, mirando por la ventana mientras él arrancaba el auto. —¿Eres de México? —me preguntó, rompiendo el silencio. —Exactamente —respondí, sonriendo ligeramente. —¿Qué te hizo venirte? —La aventura de conocer un nuevo país —contesté, encogiéndome de hombros—. ¿Y tú eres residente de aquí? —Sí, aquí nací —respondió, asintiendo. —Hablas muy bien el español —comenté, impresionada. —Gracias a mi madre, que es latina —explicó, sonriendo. —Ah, qué bien. ¿Te llamas John? —John Alexander, el mismo nombre de mi padre y mi abuelo —respondió, con un tono de orgullo en su voz. —De generación en generación —comenté, sonriendo. —Cuéntame de tu vida —me pidió, mirándome con curiosidad. —No hay mucho que contar, solamente estudio y trabajo en el rancho de mi padre —respondí, encogiéndome de hombros. —¿Tienes un rancho? —Bueno, es de mi padre, pero le ayudo en lo que puedo —expliqué, sonriendo. —Espero me invites, aunque sea una vez, me gusta todo eso de los animales —comentó, sonriendo. —Ah, nosotros tenemos en variedad. Te gustará entonces —respondí, asintiendo. —Eres muy amable y me gusta tu acento —comentó, sonriendo. —Gracias —respondí, sonrojándome ligeramente—. ¿Falta mucho para llegar a donde mis padrinos? —¿Cómo? ¡¡Los padres de Kevin son tus padrinos!! —exclamó, sorprendido. —Exacto, que extraño que Kevin no te haya dicho —comenté, encogiéndome de hombros. —La verdad que nunca me habló de ti, lo poco que sé lo acabo de escuchar —admitió, frunciendo el ceño. Así continuó nuestro viaje, lleno de conversaciones y descubrimientos inesperados. A pesar de la tensión inicial, me encontré disfrutando de la compañía de John. Su amabilidad y su acento me resultaban agradables, y su sorpresa al descubrir que los padres de Kevin eran mis padrinos me hizo sonreír. Aunque la situación era complicada, sentía que estaba empezando a tomar el control de mi vida. Y eso, en sí mismo, era un gran paso adelante. El silencio se apoderó de mí mientras reflexionaba sobre la situación. Mis amigos estaban al tanto de la existencia de Kevin, siempre hablaba de él, pero parecía que él no hacía lo mismo conmigo. Sentí un dolor en el pecho, como si mis ánimos se desplomaran. ¿Sería posible que este joven, John, no fuera tan buen amigo de Kevin como pensaba? Decidí indagar más sobre su amistad y para mi sorpresa, descubrí que eran amigos desde la infancia y que sus padres mantenían una estrecha relación. —Preciosa dama, hemos llegado —anunció John, interrumpiendo mis pensamientos. Me quedé con la boca abierta al ver la enorme casa que se alzaba frente a nosotros. —¿Estás seguro de que es aquí? —pregunté, incrédula. —He venido tantas veces que sería imposible equivocarme —respondió John con una sonrisa. Nos bajamos del auto y él tocó el timbre. Una mujer de mediana edad abrió la puerta y nos preguntó qué se nos ofrecía. —¿Están los señores? —preguntó John. —Joven John, pase por favor. ¿Quién es la joven? —preguntó la mujer, mirándome con curiosidad. —Es la ahijada de los señores de la casa —respondió John. La mujer pareció sorprendida, pero nos invitó a pasar y nos pidió que tomáramos asiento mientras les comunicaba nuestra presencia. Me quedé anonadada al entrar, la casa era un monumento digno de aparecer en televisión. Retratos enormes adornaban las paredes, flores y jarrones enormes se distribuían por todo el lugar, y los muebles de lujo invitaban a sentarse y disfrutar de su comodidad. John me observaba en silencio mientras yo admiraba cada rincón de la casa, llegando a la conclusión de que esta gente debía nadar en dinero. —¡Por Dios, ya estás aquí! —exclamó una mujer al bajar las escaleras junto a su esposo. —Hola, padrinos, disculpen mi tardanza —respondí, sonriendo. —No digas eso, lo importante es que llegaste con bien. Zoya, dile a algún empleado que lleve la maleta a la habitación de invitados —ordenó la mujer. —Como ordene, señora —respondió Zoya, una empleada que acababa de aparecer. —Gracias, John, por tu amabilidad y traer a Karina a casa. —De nada es un placer, ahora me retiro. —Gracias, jovencito. —mi padrino lo despidió. —John es un buen muchacho. —dijo mi madrina. —Al parecer Kevin no le habló de mí, por eso pensé que no era tan amigo de él. —John y Kevin tienen una relación de amistad que se remonta a su infancia. Nuestras familias también mantienen una estrecha relación, lo que ha fortalecido aún más su vínculo. A pesar de su cercanía, parece que Kevin no ha compartido muchos detalles sobre su vida personal con John, incluyendo su relación contigo. Es posible que la falta de comunicación entre ellos se deba a la naturaleza reservada de Kevin o a su deseo de mantener ciertos aspectos de su vida privada. Sin embargo, esto no disminuye la importancia de su amistad. Ambos han compartido experiencias y recuerdos que han moldeado su relación a lo largo de los años. Es importante recordar que cada relación es única y puede ser influenciada por una variedad de factores, incluyendo la personalidad de cada individuo, sus experiencias de vida y sus circunstancias actuales. En este caso, aunque Kevin no haya compartido muchos detalles sobre ti con John, eso no necesariamente refleja la profundidad o la importancia de su amistad contigo. —Gracias por decírmelo. —a pesar de todo, él es su hijo querido.
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