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Noche sin luna

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Blurb

Quería poseerla, de hecho era lo que más deseaba en el mundo.

Verónica sacaba los instintos a******s de todo hombre, en especial los de él.

Verónica creía que había escapado de las garras del lobo sin embargo él podía encontrarla cuando quisiera porque podría rastrear su aroma en dónde estuviera, ella era suya y nunca se alejaría.

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Capítulo I
Con el rostro cubierto de lágrimas te vi por primera vez, no me importó nadie a mí alrededor, ni siquiera el idiota que estaba a tu lado en ese preciso momento. Desde ahí supe que serías mía. El deseo nubló mi vista y tu olor quebró mi razón. Desataste mi lado animal, Verónica. Y con esas cinco líneas impresas en un papel n***o fue que mi tormento comenzó. No entendía de qué se trataba todo eso, nunca nadie me había dado ni siquiera una carta, no me consideraba una chica linda para llamar la atención de nadie, no tenía grandes atributos y mi cara era bonita pero simple, sin embargo recibía esa nota que lejos de gustarme me ponía los pelos de punta, sobre todo esa frasecita final contundente. Ni siquiera salía de casa y cuando lo hacía era para ir a la universidad, de allí de vuelta a mi dulce hogar, no sabía ni cómo ni dónde había despertado el interés de un chico del cual estaba segura no conocía pero no le di mucha importancia no obstante guardé el papel que irradiaba un ligero aroma a sándalo entre mis libros quise desviar mi mente así que busqué mi teléfono para poder leer un poco aunque no conté con que mis pensamientos volverían una y otra vez a la nota mientras que la curiosidad me embargaba. ¿Quién es él? Rodé en la cama con curiosidad y mis manos tantearon otra vez el papel, inhale su aroma, esta vez podía notar otro olor, más masculino y sobretodo más atrayente. —Verónica ¿Estás lista? —Preguntó Ana Alice entrando a la habitación. La rubia arqueó una ceja al verme tan ensimismada con la carta entre las manos. Entró en la habitación sin dudarlo y se dejó caer a mi lado en la cama tratando de curiosear cosa que no logró pues yo no lo permití escondiendo la hoja entre mis manos con una sonrisa divertida al observar el ceño fruncido de mi amiga. — ¿Qué escondes? —preguntó con sospecha haciendo que sonriera. Ana nunca iba a cambiar. —Nada que te incumba chismosa. — ¿En serio? Pues me lo tendrás que contar porque a mí no se me escapa nada. Ambas nos levantamos de la cama sonriendo entonces Ana Alice se arrojó hasta donde estaba yo tratando de quitarme el papel pero por más que me hizo cosquillas se rindió al darse cuenta que no iba a mostrárselo. Por alguna razón sentía que no quería compartir esas palabras con nadie, era algo muy íntimo aunque no lo pareciera. Además me moriría de vergüenza sin ella se enterara sobre esta carta enigmática de un extraño pervertido. —Venga ya, si no quieres contribuir con esta chismosa entonces alístate, ¿Olvidaste que íbamos de compras? —No, no lo he olvidado, me cambio y salimos. Ella asintió mientras que yo fui a buscar mi ropa. Cuando estuvimos fuera de la casa en el centro comercial opte por contarle a Ana sobre la nota evitando decir palabras textuales además de que la pequeña cartita la había ocultado bien entre mis cosas, ella chilló frenética pidiendo que le contara sobre qué era lo que decía exactamente. —No te lo voy a decir —alegué sacándole la lengua causando que ella resoplara. —Venga, ¿Te ha dicho guarradas? —preguntó entusiasmada. Y enseguida me quedé estoica. No podía creer que Ana me preguntara eso. — ¡No! ¡Qué mente la tuya amiga! — ¡Qué aburrido! Será que es tímido o quiere tantear terreno, ¿Quién será? ¿Quién será? —murmuraba Ana probándose unos tacones negros preciosos. Mientras que yo no dejaba de negar con la cabeza, probablemente si fuera a ella quien le llegaran esas cartas de guarradas estaría más que feliz sin embargo yo por el contrario echaría a correr, si las cosas se tornaban más incómodas, pero solo es una carta ¿No?. Pese a que ambas éramos mejores amigas no podíamos ser más distintas, yo soy reservada pero Ana Alice es todo lo contrario como si se esforzara por llevarme la contraria. — ¿Y qué tanto miras? ¿Tú no vas a comprar? —Ya tengo mi vestido, solo falta arreglarme. Ana Alice sonrió satisfecha asintiendo antes de hacer una mueca. —Espero que no se trate de uno de esos vestidos tuyos de monja. Entorné los ojos con fastidio pero antes de que pudiera protestar Ana habló de nuevo. —Vas a ver cómo vamos a quedar preciosísimas, Jazmín nos maquillará y nos veremos más guapas que la misma novia. —No podemos quedar más guapas, eso es ser malas con Taylor —dije jocosamente siguiéndole el juego a Ana. — ¡Con lo que a mí me gusta ser mala! —Soltó una risita insinuante—. Mira que si a mí me hubieran enviado esa cartita y estuviera tan sola como tú hago hasta lo imposible por saber de quién se trata, después de todo no puede ser tan difícil, casi ni sales de casa por lo que tiene que tratarse de un chico de la facultad ¿Has pensado quien puede ser? La miré confundida por el cambio de tema pero luego pensé que ella tenía razón. —No he pensado quién, pero esto es muy extraño para mí. Ana se encogió en hombros distraída con sus zapatos y para mi suerte se olvidó por completo de la carta que había recibido, por lo menos hasta que llegamos a casa dónde nos esperaba Jazmín para arreglarnos. * Después de la celebración de la boda de Taylor todas terminamos en mi pequeño apartamento con una resaca terrible, yo por mi parte al no haber bebido mucho solo tenía cansancio así que me despojé del vestido gris que había usado, con el cual Ana Alice había dicho que me venía muy inocente, y me introduje en el baño. Con la toalla envuelta a mí alrededor salí a la cocina pues me moría de hambre, en el camino me encontré con Jazmín comiendo tostadas, como cosa rara, nótese el sarcasmo. —Estás despierta, te ha llegado una carta, está sobre la mesa. —Mesa sobre la cual tienes los pies así que bájalos o siente mi furia —bromeé sentándome a su lado antes de sacarme la toalla de la cabeza y secarme el cabello con esta. —Es una carta sin remitente ¿Tienes un admirador? —Preguntó con picardía Jaz haciendo caso omiso a mi demanda. —Probablemente —le guiñé el ojo jocosa. De inmediato Jazmín se enderezó en su silla mirándome curiosa. —Venga, abre el sobre, me muero de ganas por saber que dice. Yo entorné los ojos divertida por su curiosidad innata. —Mis amigas son metiches. Dicho eso Ana Alice llegó sentándose frente a mí con recelo. —No digas lo obvio y abre el puñetero sobre, siento que la cabeza me va a estallar. — ¿Y acaso las palabras de este desconocido te aliviarán? —Seguro que alivia mi curiosidad. Me levanté para buscarle una aspirina pero cuando regresé encontré a Jazmín y Ana rasgando el papel. Por alguna razón me molestó que lo hicieran sin mi consentimiento entonces dejé la aspirina sobre la mesa y tan rápido como pude le arrebaté la carta de la mano a Ana para después ingresar a mi habitación hecha una furia por la invasión a mi privacidad. Solté un gruñido dejando la carta sobre la cama dedicándome a secarme para leerla luego. La toalla cayó al suelo y una extraña sensación me golpeó al estar desnuda, probablemente había tenido una similar antes pero por alguna razón esta se sentía más intensa... Sin darle importancia a mi paranoia fui en busca de mi ropa interior. * Cuando vi a Verónica por primera vez fue mucho antes de enviarle la primera carta, tenía que ser sigiloso, no podía dar a conocer mi identidad ante ella ni ante nadie, no en medio de una guerra donde caerían los más inocentes. La veía de lejos, sí, pero solo cuando encontraba un tiempo libre de resto enviaba a Kaden, mi beta para que este me contara todos sus movimientos y la protegiera de las amenazas. Aunque tan solo pensar que otro hombre que no fuera yo pudiera deleitarse con su belleza e inocencia me hace arder en celos. Si pudiera evitarlo lo haría, pero no había otra manera, así debe ser, mi luna debe estar absolutamente protegida, nada ni nadie podrá lastimarla. Pero esto no puede detener las inquietantes ganas de darme a conocer, de que Verónica sepa que es mía y no de nadie más. Sin saberlo aquella mañana que la había visto junto con un idiota a su lado la furia me había dominado y de no ser por Kaden y Rakish me habría mostrado ante ella en una faceta que la hubiera asustado por completo, pero ese idiota no se salvaría, lo mandé a investigar dándome cuenta que no se trataba de otro más que su primo el cual Verónica atesoraba como a un hermano, si bien esto me relajó, el recuerdo de su olor no lo hacía, cada día se hacía más urgente las ganas de tenerla conmigo, de poseerla como anhelaba de marcarla como mi compañera. Pero este solo era el inicio de mi agónica vida sin mí luna. Al menos tendría el consuelo de saber que ella leía mis cartas y conocía mi existencia.

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