MAL ASPECTO

1710 Words
SAHARA Abro los ojos lentamente, la resaca me está matando. Me enderezo con rapidez, esta no es mi habitación. ¿Qué diablos he hecho? Mi memoria tiene pequeños destellos de lucidez, poco a poco vienen a mi mente imágenes de lo que hice anoche. Puedo recordar lo excitante que fue castigar a mi sensual jefe. Me levanto después de percibir un aroma delicioso proveniente del comedor. —Buenos días, Sahara, hice el desayuno. No sé con exactitud cuáles son tus platillos favoritos, así que hice un poco de todo. —Gracias —me acomodo en una silla. ¡No puedo creer lo que miro frente a mí! El hombre ha preparado todo un menú ejecutivo. Todo luce deliciosamente sano, para nada se compara con lo que estoy acostumbrada a desayunar en casa. —Por favor, sírvete con confianza lo que te apetezca. —Eres muy amable —me sirvo un poco de ensalada. Quiero comer de esos huevos con tocino y pan integral, pero me da vergüenza. No quiero que piense que una gorda siempre va por el platillo más grasoso del menú. Santiago arquea una ceja, parece inconforme con mi decisión de solo ensalada y té. —¿Solo comerás eso? El desayuno es importante, por favor, no sientas pena y sírvete lo que gustes. Asiento sin decir nada, y tampoco le hago caso. Pienso conformarme con mi raquítica ración. Se levanta y me sirve un poco de todo. —No me voy a poder terminar todo esto, ¿piensas que por mi peso puedo ser capaz de devorar todo esto? Suspira profundamente. —Si me lo preguntas de esa forma, entonces seré honesto contigo. Me gusta ese enorme trasero que tienes, me facinan tus curvas, me desquician tus caderas y me embriagan tus piernas. Y si desayunar grandes raciones te mantiene de esa forma, soy capaz se hacer para ti todos los días un extenso menú. No sé si reírme, llorar u ofenderme. No hay manera de que a un hombre como él le agrade ver a una mujer atascarse de comida. —¿Qué piensas al respecto? ¿Deseas que prepare para ti el desayuno todos los días? —Estás loco. —Más te vale que termines pronto con tu desayuno. Tienes que ir a casa para cambiar tu ropa y darte una ducha, no haré excepciones contigo en el trabajo. Sabes de sobra que me gusta una buena presentación. Tienes aproximadamente una hora con veinte minutos. —¡Diablos! —suelto los cubiertos para buscar mi bolso —. Gracias por el desayuno, me tengo que ir. —Con cuidado. Me resulta irritante su manera de ser. Tampoco puedo exigir que me lleve a casa, no estámos saliendo, y tampoco puedo pedir una prórroga en mi horario, ya que sigue siendo mi jefe y yo su empleada. El trabajo y los asuntos personales no se mezclan, eso me queda claro. SANTIAGO No soy tan desconsiderado como ella piensa, sin embargo no puedo tener tantas atenciones hacia ella. No somos una pareja, y tampoco quiero que se sienta presionada. Además, el trabajo y lo personal no hacen una buena combinación. Por esta vez dejaré que vaya sola a casa con sus propios medios, y pobre de ella si falta. Necesito guardar la compostura en el trabajo, es inevitable borrar esta enorme sonrisa que se me dibuja sola. —¿Dónde estabas? —pregunta la directora, quien ya me esparaba en mi oficina desde hace rato. —En mi departamento, no he llegado ni un minuto tarde. Esta es mi hora de entrada. —Estás a cargo cuando no estoy, ¿que clase de ceo pretendes ser si no llegas antes que tus empleados? —También soy humano. Pone los ojos en blanco, sé que le disgusta mi rebeldía, mas no le queda otra opción viable, soy su único hijo. —¿Dónde está el artículo de belleza? Casi todo está listo, y no veo por ningún lado el artículo de este mes. —Ya está listo, directora. Me dirijo a mi escritorio para buscar el artículo que ya había preparado. Por esta vez voy a hacer una excepción con Sahara, ya que si no entrega un artículo decente, será despedida en automático. La directora toma la carpeta, la abre y lee con atención. Lo examina detenidamente, sin una expresión fija. No puedo saber si le ha gustado o no. Cierra la carpeta de golpe y me mira fijamente con una gelidéz abrumadora. —¿Quién escribió esto? —¿Hay algún problema? —Necesito que venga aquí el autor o autora de este artículo. —No hay necesidad de eso, si existe algún error, haré que lo corrija en este preciso momento. —Inútil —dirige su mirada hacia mi secretaria. —Enseguida, señora. Anahí sale a toda velocidad de mi oficina para traer a Sahara. Le ruego al cielo que no se le haya ocurrido faltar. —Despide a esa chica —ordena la directora después de un par de minutos. —¿Cuál chica? —inquiero asustado. —La rubia, la porquería de secretaria que tienes. —¿Por qué? No puedo encontrar otra secretaria en poco tiempo, el aniversario está encima. —Es muy bella, tiene buen porte y buen cuerpo, pero hay otras chicas con más clase que son igual de hermosas. Eres hombre, y tengo claro que te encuentras en una etapa de juegos y placer. Nada más te pido que seas más discreto, ya supe por ahí que te gusta acostarte con las modelos y, por lo visto, también con tus secretarias. ¿Qué diablos? ¿De dónde saca semejante cosa? Yo nunca me he acostado con las modelos, y menos con mis secretarias. —Sabes que los rumores corren rápido, y no quiero que se hable mal de la empresa. Ya va siendo hora de que te busques una mujer de nuestra clase para que sientes cabeza. Anahí llega acompañada de Sahara. Me da gusto saber que ha cumplido con responsabilidad, aunque me aterra saber lo que la directora le tiene que decir. —¿Quién es esta? —pregunta mientras mira a Sahara despectivamente. —Ella es la autora, señora. La directora suelta una risa irónica. —¿Qué es tan gracioso? —pregunto. —No me puedo creer que esta chica haya escrito esto. Sahara está desconcertada, pero no dice nada. —¿Por qué? Vaya al grano y diga que está mal con el artículo. —Con el artículo nada. No hay nada malo, al contrario. ¡Me encanta! Sin embargo, me parece irrisoria la situación. Dígame, señorita, ¿probó esto antes de escribirlo? Sahara parece no entender nada. —Ya cuestioné a Sahara al respecto. —¿Sahara? ¿Te sabes los nombres de todos tus empleados? —No soy tan malo en el puesto de gerente, directora. —¡Felicidades! Tu artículo me atrapó, si consigues hacer algo al respecto con... —la mira de arriba hacia abajo, juzgando su aspecto físico—. Tú me entiendes, si consigues un cambio radical, hablamos acerca de un ascenso. El rostro de Sahara enrojece, y no precisamente por pena, sino por rabia. Me parece grosero y poco profesional de su parte juzgar a Sahara de esa manera tan cruel. —Gracias, se puede retirar —le ordeno a Sahara. Ella sale molesta, confundida y ofendida. Ha soportado con valentía la situación. En realidad, esperaba que estallara contra la directora. Estaba en todo su derecho. —Me queda claro el hecho de que una chica como esta trabaje aquí, tiene talento, pero su aspecto es... es... —¿Es qué, directora? —Su imágen no se acopla a la de la revista. ¿Ya la viste? Está obesa y tiene mal gusto para la moda, si no hubiera leído su trabajo mes con mes, la hubiera despedido en este preciso momento. ¡Por Dios, su aspecto me produce escalofríos! —Directora, yo pensé que esta editorial reclutaba talento. Para la estética están las modelos, le suplico que no vuelva a ofender y humillar de esa manera a mis trabajadores. Tuerce la boca, casi nunca coincido con ella, y menos cuando etiqueta a las personas. —Te recuerdo que todo esto es mío, todavía no puedo poner la editorial en tus manos. Eres un irresponsable e inmaduro. —No soy irresponsable y tampoco soy un inmaduro. —Tengo cinco candidatas, voy a concretar una cita con cada una de ellas. Elige la que más te guste, cásate y la editorial es tuya para que hagas con ella lo que te plazca —se levanta y sale de mi oficina. "¡Es tan odiosa!" SAHARA "¡Maldita bruja!" No exploté para no perjudicar a Santiago, pero esa vieja sintética se merecía un buen golpe en la cara. Escuché que ya se fue, así que me apresuro a la oficina de Santiago para aclarar cuentas. Aprovecho que Anahí ha escoltado a la bruja para entrar a la oficina. Santiago sale antes de que me aproxime a la puerta. —Señor, ¿podemos hablar? —Por supuesto, adelante —me invita a entrar—. Tome asiento. —No es necesario. Quiero que por favor me explique qué fue todo eso. —Me disculpo, usted sabe bien cómo es la directora. —Sus insultos no me importan, quiero saber por qué le entregó el trabajo que usted realizó. —Habíamos acordado eso. —¡Por supuesto que no! Yo iba a entregar mi propio trabajo, no tenía ningún derecho. —Le salvé el pellejo, pero solo por esta vez. Póngase las pilas, ya que no la volveré a ayudar. —Retire su artículo y revise el mío. —Puede renunciar si es lo que mejor considera, pero el artículo se queda. —Mañana le traigo mi renuncia por escrito. Se queda perplejo, no se lo esperaba. Todavía me queda un poco de dignidad, al menos quiero ser reconocida por mi trabajo y no por mi "mal aspecto". Me arrebata la carpeta con un trabajo improvisado que me saqué de la manga. —Revisaré su proyecto, y si no cumple con los estándares, con gusto recibiré su carta de renuncia. —Gracias —salgo de su oficina sin decir nada más.
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