La fiesta siguió durante más tiempo del previsto y llevé a Aston a la cama. El pequeño príncipe estaba cansado y luego de que cenara lo metí a la cama.
—¿Quien es ese niño, Niklas? —pregunta mi nueva esposa mientras lucha con su traje de bodas —. ¿Tienes un hijo?
No pienso responderle. Es muy difícil de explicar toso esto y no quiero hacerlo. Vi como se veían a los ojos, pude sentir como él le tomaba confianza y en sus cinco años de vida jamás ha dejado que nadie se acerque suficiente...no después de lo que pasó.
—Tiene a sus nanas y me tiene a mi —me arranco el lazo del traje de golpe y lo tiro en la cama —, lo demás no te incumbe.
—A veces eres tan cruel que no entiendo lo que haces.
La veo dejar de luchar con el traje y finalmente dejar la piel desnuda al viento. Sé que va a curarse la herida y no quiero sentir esta apremiante necesidad de asistirla. Ella es el medio para conseguir algo, poco más.
—Voy a salir y no vendré hasta que salga el sol —le tomó el mentón entre mis dedos y mascullo en su boca —. Más te vale no salir de estaba habitación hasta que regrese.
—Deja que vaya contigo —súplica. Sé que le duele lo que hago y quiero eso, quiero lastimarla y que me odie para que sea más fácil cuando le quite la vida.
—No pintas nada allí.
—Soy tu esposa —me toma de la mano cuando me alejo y miro su agarre como si fuera una peligrosa trampa para osos —. ¿No crees que seria raro que recién casados estuviéramos separados?
—¿Por qué quieres estar pegada a mi?
Me suelto y me saco la camisa empapada e sudor con destreza. Tomo un polo y me voy a la ducha. Lo demás lo tengo allí.
La siento viniendo detrás mío y abro uno de los cajones del baño para sacar un bóxer y toalla limpia, cuando abro la regadera me empiezo a desvestir sin prisa.
—Porque no confío en nadie más aquí. Si me dejas de seguro alguien vendrá a matarme.
—Eres la esposa de Niklas Schneider, nadie se atrveria a eso sin mi permiso —sonrío y me bajo los pantalones —. Ten miedo de mi, los demás lo tienen, no van a tocarte. Ni siquiera a pensar en ti.
Me meto a la ducha y veo que se da la vuelta azorada. Eso es mejor que las ganas que tengo de que se me una. Necesito que entienda que está a salo conmigo mientras yo decidida mantenerla así. No me gustan las mujeres miedosas aunque esta me gusta, a secas.
—Quiero ir contigo —suelta de pronto desde la habitación.
—He dicho que no —grito de regreso.
Mi tono le dice que es definitiva mi decisión. Que no habrá más discusión a este respecto y se aleja finalmente cortando de raíz las ganas que tengo de sacarle ese vestido con el que pelea por quitarse y meterme con ella bajo las sábanas. A pesar de estar lejos no pude dejar de mirarla escondido como un pervertido. Esta mujer me encanta y eso me sorprende hasta a mi. Y me pone en peligro.
(...)
Cuando salgo del baño ya ella no está insistente, de hecho ni me mira, está de espaldas a mi recostada.
La miro en la cama yacer adormilada y vuelve a verse tierna e indefensa ante mis ojos fieros pero no pienso acercarme. No voy a cambiar esta conducta absurda si, pero factible con ella.
Tomo mi teléfono personal y el satélital, las llaves de mi coche y abro el cajón que guarda mis armas, tomo dos y pongo la clave antes de salir y tirar la puerta al irme.
Al final del descanso del sótano ya me esperan los hombres y salimos directo a los yates, Brown los ha traído listos para zarpar.
—Si algo sale mal ya saben que hacer —canto la frase de siempre y enciendo mi motor.
Nunca dejo que nadie conduzca para mi, detesto sentirme en manos de alguien más. Se suben a bordo dos de mis hombres y salimos a toda leche por encima de las olas que encabritan el océano oscuro por la negra noche.
—Niklas —me llama Draco y miro hacia atrás —. Allí...en tu balcón.
Alzo la vista a mi terraza y la veo a ella. Preciosa bañada por la luz de la luna con los brazos cruzados por encima del vestido de tus blanco que vi en su cuerpo al irme. Parece una diosa de las que esperaban a los marineros cuando salían a trabajar por largos días.
—¿Estás seguro de que ella no te dará problemas?
Draco es el único hombre que considero mi amigo y que puede preguntarme cuanto quiera, sea lo que sea. Me ha salvado la vida más de una vez y sé que se preocupa por la posibilidad de tener que hacerlo nuevamente.
—¡No!
Con él me sincero. Y el muy maldito sonríe. Tiene unos años ya pero su calvicie extrema no deja que se vea nada. Sin embargo podría ser mi hermano mayor, muy mayor.
—Supongo que estaré alerta pero esa mirada de ambos... me deja preocupado.
—Ya, Cállate.
En medio de un par de risas sin alegrías vuelvo a seguir mi rumbo y reviso las coordenadas del punto de encuentro. Acelero levantando aguas y para cuando toca la media noche llego a alta mar, hago el depósito y recibo el dinero junto con un nuevo lote de armas que metemos al fondo del sitio donde escondo todo y doy marcha atrás...no quiero pensar a donde pero inevitablemente pienso en ella. De vuelta a mi diosa pelirroja.
La noche parece querer tragarnos pero avanzo silencioso por el ancho mar y unas horas antes de que amanezca estoy en casa, protegido.
Son las cinco de la mañana y me despido de los chicos que se quedan preparando los yates para salir luego a bucear, hay mercancía que buscar y subo el dinero al despacho de mi padre, guardo las armas antes de irme a mi cama...con ella.
Todavía no sé que haga cuando la tenga al costado, dormida junto a mi. Calentándome con su aliento, viendo sus pestañas... Dios. Necesito calmarme antes de ir con ella.
—¿Qué haces en medio el pasillo? —me sorprende mi padre —. ¿Todo bien?
—Sí papá, acabo de llegar. ¿Qué haces aquí tú?
—Aston —veo su rostro asqueado y me enfurece, aprieto los puños —, ese chiquillo ha estado quejándose toda la noche y de repente no le he oído. Iba a ver.
¡Pesadillas!
Siempre que no estoy le pasan
Había olvidado que estaba de regreso a casa. Maldita sea.
—¡Yo me encargo!
Mi padre suspira aliviado y yo me pregunto una vez cómo puede odiarlo tanto. No me lo explico. Es inocente.
Subo a la habitación del niño y no está. La bendita nani está sobre sus piernas apoyada y dormida y el niño no está. Doy marcha atrás y miro a mi alrededor, todo está en calma solo hay un sitio en el que suele... ¡Oh, joder!
Voy corriendo a mi habitación y "Voilà". Está en brazos de la pelirroja que lo acuna en su pecho como si tuviera todo el derecho. Por un instante los obsevo y pienso que hubiera sido ideal que pudiese ser eso que no será nunca... y luego me suena el móvil justo cuando ella abre sus hechiceros ojos y me mira...yo también la miro e ignoro la llamada, este magnetismo es más fuerte que yo.
—Estaba llorando, yo solo...
Detengo sus disculpas alzando una mano y camino hacia la cama arropando a Aston en mis brazos sin dejar de mirar a mi mujer, divina como ella sola.
El teléfono vuelve a sonar y mientras sigo haciendo lo que estoy haciendo confirmo que estar a su lado y no comermela a besos será difícil, casi tanto como mantener oculto mi mayor secreto.