Emilia Schneider Por mi mente pasan un montón de escenarios y ninguno es bueno. Estamos inmersos en una vorágine de problemas ahora mismo y rodeados de demasiada gente armada. Por suerte, o más bien con suerte, el italiano no ha oído lo que él ha dicho y en vista de que se encuentra en la otra punta del salón no se entere de todo y perjudique nuestro arreglo. —¿Qué coño haces? —abro las manos y me acerco a él tomando el cañón de su pistola en mi mano, bajando el arma —. Fabrizzio va a ver que quieres matar a tu linda esposa. ¿me quieres decir como lo explicamos luego? —¡¿Cómo has sido capaz...?! —niega frustrado, luce más dolido que enfadado —. Eres una maldita Capola y encima mi esposa. Tienes que morir Em, voy a ser yo quien te mate. —¿Acaso no ibas a hacerlo desde el principio? ¿V

