Dejarte Ir Es Imposible

Volar al otro lado del mundo con mis hijos es un de las cosas que no creí posible, aunque no es como quería hacerlo, pero aunque Kahl ya no sea tan idiota, nada me asegura que con lo que acabo de hacer él no vuelva a odiarme por todo y por nada. ─No te preocupes, todo va a salir bien. ─la abraza Edward por la espalda. ─¿cómo es que...? Est no puede terminar así... ─Esto apenas empieza... ─musitó. ─¿Es una pesadilla que apenas comienza?, Que bien... ─murmuró. ─No lo veas así. ─la volteó con sutileza. ─Edward, lo siento si no puedo verlo como un acto romántico, algo que es una completa locura. ─niega con frustración. ─¿crees que veo esto como un acto romántico? ─pregunta confundido. ─Lo único que yo no quiero es que vayas a prisión, no cuando puedo evitarlo. ─añade. ─No debí hacer esto. Salir del país como una delincuente, y mis hijos no podrán ir a la escuela, ni... ─Todo eso ya lo solucioné. ─interrumpe Charles regresando a su asiento. ─¿qué? ─pregunta rompiendo su burbuja de romance, al estar rodeada de los brazos de Edward. ─Los niños tienen justificada su ausencia escolar por la salud de su madre, y la pequeña Luisa me ayudó con avisarle a su padre que saldrán del país, y ante el juez, la salida fue médica. ─¿qué? ─pregunta confundida al soltarse de los brazos de Edward, sentándose frente a Charles. ─Tenía preparado un escrito en caso de que hubiera un contratiempo, y para mi sorpresa, no tan sorpresa, pasó esta mañana. ─señala. ─apenas me había llegado la solicitud de cambios, yo envié el escrito, pero entonces hablé contigo y envié el escrito mientras lo hacía, así que cuando iba por los niños envié el escrito a la institución, así que... ─Pero... ─pregunta conociendo a su amigo. Más allá de lo que decía, era cómo lo hacía, así que tuvo que insistir. ─La prensa es un enemigo directo. ─niega con la cabeza. ─según la prensa del país del que acabamos de salir. ─levanta la mirada a Edward. ─Acabas de secuestrar a tu esposa. ─sonríe con malicia. El altavoz del avión avisa del inminente aterrizaje. ─Ven conmigo. ─dice tomando su mano. ─Los niños no deben estar solos a la hora de aterrizar. ¿Acaso podría ser más considerado?, yo estoy preocupada pensando en los muchos problemas en los que me estoy metiendo, y al mismo tiempo estoy tan en mi mente, que me olvidé por un segundo que traía a mis tres hijos y sus almas gemelas. Edward es quien se encarga de ayudar a los niños con el cinturón, mientras Ángel ayuda a su hija. ─¿a dónde vamos mamá? ─susurra evitando que sus hermanos o Edward escuchen. ─Pues... iremos a la casa de él, supongo. ─musita con duda viendo a Edward jugar con Jota para que se deje poner el cinturón. ─¿te sientes mal con eso? ─suplica que diga que no, lo haría más difícil. ─Nunca había subido a un avión, podrían ser como vacaciones. ─sonríe. ─No es como las películas. ─dice Sandro. ─¿dónde están las demás personas? ─pregunta viendo el avión vacío. ─Este es un avión privado, y por eso está vacío. ─dice Edward algo avergonzado. ─¡Avión privado! ─exclamó sorprendido Sandro. ─"Ma", su amigo tiene una avión privado. ─dice Jota, y Luisa la voltea a ver. ─Si está casado con usted, ¿el avión también es suyo, ¿verdad? ─susurra Luisa a su madre. Edward logra escuchar lo que susurra nada discreta Luisa, pero aunque lo toma en consideración, decide no intervenir. ─No mi amor. ─susurra algo avergonzada. ─todo lo que verás, todo es suyo, nuestro matrimonio... ─Debemos sentarnos. ─Interviene Edward, evitando lo incómodo de la situación. ¿Cómo le voy a explicar a mi hija que me casé, y peor aun que me casé con alguien para evitar ir a la cárcel, soy la peor madre del mundo, no debería haber sacado a mis hijos del país para ir a un futuro incierto, pero sé que tampoco habría sobrevivido esta vez sin ellos. Tan pronto como el avión aterrizó, los niños saltaron de sus asientos y querían salir corriendo del avión, pero Charles, quien antes era el asistente de Edward, ahora hace de niñero les brindó abrigos para el dia frío que los esperaba fuera. ─Fuera hace mucho frío. ─dice Edward tomando distancia al entregarle el abrigo a Luisa. ─¿Qué clase de matrimonio tiene con mi mamá? ─pregunta curiosa, mientras Ángel está acomodando el gorro de Jota, y advirtiendo de su comportamiento y futuros castigos. ─Un matrimonio en el que amó a su madre, y haré lo que sea por protegerla. ─asiente y se aleja enseguida. No es que no le interese una conversación con Luisa, pero después de todo lo que ha escuchado por Angel, y su protección con sus hijos, así que mantenía toda la distancia que debía, si eso la hacía sentir cómoda. Bajar del avión fue algo caótico por el clima frío, todo estaba resbaloso, y los escoltas que estaban en fila al pie del avión hicieron una reverencia al recibirlos. ─Bienvenidos. ─dicen al unísono y enseguida los cubren con sombrillas, ha empezado a nevar. Todos los escoltas se esmeran en cubrir a los niños y proteger de que no lleguen a caer, incluso las escoltas se esmeran con Luisa. ─¿qué fue todo eso? ─pregunta discreta en la limusina. ─Asumí que no ibas a querer separarte de los niños, y aunque no es de mi agrado... ─se refería a la limosina. ─¿No te gustan las limusinas? ─pregunta, ya que a lo que se refería era a las reverencias y a los escoltas matándose por servir a los niños y a ella. ─No, me gusta lo pequeño, compacto... ─dice y Luisa empieza a reír sin parar. ─¿qué es tan gracioso? ─pregunta Luisa hasta cierto punto ofendida, ya que su risa es más de burla que por gracia. ─Dijo que le gusta lo pequeño, y usted mide uno cincuenta y dos. ─dice entre carcajadas. ─¿Uno cincuenta y dos? ─dice él con asombro, lo que hace que las carcajadas de Luisa sean contagiosas hasta Sandro. Edward intentó no reír por educación, pero incluso el chofer se contagió por las risas de Luisa y Jota. ¿Esto podría ser perfecto? ─pensó viendo cómo todos reían su alrededor. ─Lo único que espero es que esto, lo que sea que sea, termine bien y si sale mal que la unic perjudicada sea yo.