Dejarte Ir Es Imposible

Fiorentino

Definitivamente esto no es lo que esperaba. Verlo sonreír con mis hijos, aún si eso era por mi. No sé cómo se supone que voy salir de todo este problema, pero definitivamente, este se ha vuelto en uno de mis momentos favoritos.

─Necesito que se comporten, donde vamos es...

─Un lugar muy grande. ─interrumpe él. ─y tengo mi propio chef, así que solo deben pedir y ya. ─añade.

─¿Tendré mi propia habitación a dónde vamos? ─pregunta Luisa un poco más tranquila, ya que durante todo este tiempo conociendo Edward, estaba un poco a la defensiva.

─Solo debe decidir que habitación desea, y la adecuarán para usted. ─señala con la mirada al enorme castillo frente a ellos.

─¡¿ésta es su casa?! ─pregunta Sandro saltando por encima de su hermana a la ventana.

─No es un casa, es un...

─Castillo... ─exhalo boquiabierta Luisa.

─Un castillo embrujado. ─dice Ángel y Edward al uniso y sonríen al verse.

Tanto como la limusina se acerca a la enorme casa de muchas habitaciones y miles de kilómetros de patio trasero, los tres hijos de Luisa enmudecieron hasta llegar al silencio absoluto cuando la puerta del auto por fin se abrió.

─Bienvenidos a su casa. ─dice bajando el primero del auto.

Ángel ve en silencio y con discreción como Edward se divierte cada instante cerca de los niños, es como un niño más.

─¿Viviremos aquí, o solo son vacaciones? ─pregunta Luisa viendo al personal saliendo de todos lados.

─Señora Argento, señorita y señorito Martin, señorito Torres. Bienvenidos. ─dicen todos al unísono, lo que al hacerlo bajo la nieve, sombrillas oscuras, y muchas personas con uniformes, así como el personal de seguridad formada cuál ejército en la entrada de la casa lo hacen ver un poco tenebroso.

─¿qué fue eso? ─pregunta ahora ya directa con, a lo que se refiere.

─Recordé lo que dijiste la primera vez que estuviste aquí, así que quería que esta vez la bienvenida sea tal como esperabas, y los niños se sintieran como en casa... ─murmuró.

Todo esas presentaciones y las vastas atenciones del personal de servicio con los niños ya habían sido demasiado, un exceso por lo menos y ahora veí algo más en el que antes no pudo ver. Si bien Edward no era padre, y tal vez no estaba listo para serlo, era, o se veía tan feliz con ellos que no podía negar lo mucho que empezaba a gustarle esa faceta de él. Pensó que era mucho y tierno a la vez, algo lindo en realidad, pero al abrirse las puertas empezó a verse muy exagerado.

─¡¡un tobogán!! ─gritó Jota corriendo dentro, pero se detiene enseguida al recordar lo que le ha dicho su madre en el auto y voltea a verla. Luisa y Sandro también voltean a verla. Esperan pacientes a la orden su madre, y tarda tanto que incluso Edward voltea a verla.

─Solo vayan. ─asiente con una sonrisa.

Tanto como los niños se alejan, incluso Luisa en busca de su futura habitación acompañada de escoltas, cada uno de los niños tiene escolta, lo que alivia un poco a Ángel, no tiene que dividirse en tres para cuidar a cada uno de los niños.

─No puedo creer que hicieras todo esto. ─mira todo a su alrededor. Lo primero en lo que puede pensar es en la guardería en la que trabajaba antes. La casa de Edward se había convertido en un mundo infantil por donde lo vieran. Tobogan junto a las escaleras, las cosas adheridas a la pared o al piso, puertas de rejas para el inicio y final de las escaleras.

─Son niños, incluso Luisa podría tener un accidente, así que quise adecuar la casa y hacerla lo más segura que...

─No tienes que hacer esto. ─niega con la cabeza algo incómoda. ─Son mis hijos, no tienes que fingir que te agradan o...

Tan pronto como lo dijo, todo en el lugar dio como una especie de sacudón que lo movió todo y lo puso incómodo.

─¡¡Edward Fiorentino Argento!!. ─Entró gritando molesto el abuelo. ─¿en qué diablos pensabas? ─preguntó buscandolo por todos lados, pero al verlo junto a Ángel, su asombro fue evidente.

─¿Fiorentino? ─pregunta ella intentando no reír a carcajadas.

─¿Se le hace conocido el nombre? ─calmandose a sí mismo el abuelo.

─Lo único parecido que he escuchado es "fioravanti" ─dice aguantando las ganas de reir. ─Y es el nombre de un bebida muy azucarada. ─dice divertida.

─Mamá, me puedo quedar... ─sale Luisa y enmudece al ver al anciano.

─La habitación que escogió es suya. ─dice Edward al acto sabiendo enseguida a lo que se refiere.

─¿Señorita...?

─Señorita Martin. Es su primogénita. ─los presenta Edward.

─Es un verdadero honor conocerla. ─tiende su mano. Las miradas incomodas no se hicieron esperar.

─No me gusta el contacto físico. ─dice sin ninguna pena o recelo. Edward y Ángel temían incomodar al anciano.

─Vaya. ─dice con asombro el anciano bajando su mano. ─Me gusta eso, ojala todos tuviéramos la valentía de decirlo a viva voz. Apenas la conozco y ya me agrada señorita Martin.

─Gracias. Compermiso. ─dice y se regresa por el mismo lugar.

─¿dime que...

Un graznido desde la entrada llamó su atención.

─¿que...

─Es pato, el mejor amigo de Jota, y... ─los ladridos escandalosos hicieron salir a los tres niños corriendo. Sandro y Jota salen corriendo a la entrada después de saludar de manera fugaz al anciano, quien ha recibido reverencia de todo aquel que tiene enfrente.

─¡¿Secuestraste a tu esposa, tres niños, dos perros y un pato?! ─pregunta molesto el anciano. ─¿o es comida?

─¡No! ─exclama asustado Edward. ─¿cómo que secuestré...

─Es lo mismo que yo me pregunto. ─resopló molesto. ─tenemos que hablar, pero en este momento solo dejame deleitarme con eso... ─señala viendo a los niños jugar con sus perros y a Jota con su pato. Se divierte viendo como incluso el pato está entrenado y es muy educado.

─Nunca tuve eso, ¿lo sabías? ─le pregunta a su nieto, mientras Charles se acerca a ellos, ya que él se encargó de los animales.

─¿mascotas? ─pregunta volteando a ver a su abuelo.

─No sé quienes son, o cómo son en realidad, pero se ven felices. ─pregunta viendo a los niños.

─Abuelo, tenemos que hablar eso es claro, pero por favor, déjame disfrutar esto por favor. ─dice viéndola a ella sonreír. ─y por favor, si me tienes al menos un poco de aprecio, no vuelvas a llamarme Fiorentino. ─masculló haciendo reír a su abuelo.