Ah… el maggr. O mejor dicho: la universidad. Nadie ni nada me había preparado para esto. El salto fue abismal: atravesar el cristal y listo. De este lado estamos. Me sentía a gusto, cómoda y casi podría decir que libre. No es que en casa papá y mamá fueran controladores, sino al contrario: a veces sentía que incluso eran demasiado laxos. No, la libertad a la que me refiero era distinta. La escuela ya no era una cárcel. Bueno, eso pensaba hasta que me tuve que enfrentar a este maldito libro. Y es que no entendía por qué no entendía: todas las palabras estaban escritas en Español, una lengua que no sólo domino sino que hablo desde que aprendí a hablar. Entonces no entendía cómo es que esto de “Si quieres poder soportar la vida, prepárate para aceptar la muerte” saltaba cada dos párrafos

