Sentí el cosquilleo de mis flujos incontrolables. Sabía que me estaba mojando, y eso me hizo gemir.
Diana mordisqueó mis labios antes de bajar a mi cuello. Su boca era tan cálida que el placer se extendió a cada rincón de mi cuerpo.
Gemí. El sonido me sorprendió a mí misma, tan fuerte que no supe si lo había hecho a propósito.
Diana dejó de besarme de repente. La expresión en su cara fue un misterio. Había sorpresa en su mirada. Tal vez duda.
Me quedé callada, sin entender nada. La miré con ojos suplicantes. Sentí que el mundo se derrumbaba, que no era mi hermana la que me había dejado a medias, sino el universo entero.
—Lola —dijo con el rostro tan colorado como sus labios—,hoy vamos a aprender a disfrutar del contacto.
Tomo aire y continuó.
—Quiero que me comas las tetas.
Me lanc
