En una especie de reto destinado para el hermanito, se bajó delicadamente el cordón que une la parte inferior del traje de baño, pero el nudo no se deshizo. El hermanito contemplaba con rostro imperturbable, por dentro, era un torbellino de confusión. Elisa, posó sus dedos en aquel lugar, en el amarre del lazo que impedía que este se cayera. Atento estaba el hermanito en ese controvertido punto de la indumentaria de la hermana. Elisa conocía a los hombres… ¿Qué pensaría el hermanito si le miraba su área más intima? «Le gustaría porque es hombre», convino Elisa en su interior. «Pero es mi hermanito», se replicó a si misma, «pero él merece conocer esa área de las mujeres, y no me la ha visto», dijo su lado más maternal, ese que sacaba cada vez que le enseñaba algo nuevo al hermanito. Con su

