Por alguna razón, la sonrisa de mi hermana era cada vez más amplia, más radiante. —¿Lista para el siguiente? —Ajá… —dije, consciente de que mi voluntad era oída, mas no acatada. —Abre un poco la boca y saca la lengua —dijo con naturalidad de profesora. Saber lo que tenía que hacer no facilitó el hacerlo. El pánico me besó primero. Por alguna razón que desconocía, este beso me paralizó el cerebro. Seguí las instrucciones de mi hermana al pie de la letra: abrí la boca mucho más de lo necesario y saqué la lengua sin control. Intenté moverla, pero no sabía muy bien cómo o a dónde. Fue como una escena de Godzilla, y mis labios fueron el monstruo. Me sentí ridícula, pero más ridícula me sentí cuando empecé a lamerle los dientes. Diana se apartó en un ataque de risa. —¡Lola, no mames! ¿Qué

