Capítulo 4

1745 Words
Luego de algunos minutos caminando, un ruido fuerte hizo que su cuerpo se tensara y sus sentidos se pusieran alerta. Con cuidado volteó a mirar detrás de él y sin precaución un puño impactó en su nariz, haciéndole tambalearse y caer al suelo. —  El hijo de Sofia quiere meterse en las bragas de mi exnovia, ¿eh? Ansel miró el rostro del sujeto que estaba frente suyo sin reconocerlo y su ceño se frunció por el punzante dolor que le recorría el cuerpo. —  Por- por favor. Déjeme. Una risa salió de los labios del desconocido y su cuerpo se acercó aún más. —  ¿Tu madre sabe? Además de quitarte todo debería matarte, escoria. Las lágrimas comenzaron a caer por el rostro del muchacho. No podía moverse. Su cuerpo se encontraba paralizado y el miedo le recorría de pies a cabeza. —  Déjeme. Una patada fue dada en su estómago y cerró los ojos con fuerza. Prefería contar los segundos que se demoraría aquel hombre en golpearlo antes que seguir viendo cómo lo hacía. Al final, logró llegar a cien.                                           ☼☼☼   Ansel no sabía cuánto tiempo había transcurrido desde su último pensamiento y ese momento. Su cabeza punzaba y sus manos se sentían frías. La suave tela del edredón que lo tapaba se dejó arrugar entre sus manos y lentamente abrió los ojos, esperando encontrar a alguien en la habitación blanca en la que se encontraba. Nada. Ni un alma. Sus labios se sentían resecos y observó la habitación. Estaba en el hospital. Estaba seguro de ello. —  ¿Hola? —Cuestionó suavemente. Le dolía todo el cuerpo. El silencio reinó la habitación y soltó un suave suspiro. No había nadie más en la habitación y realmente le molestaba no recordar nada de lo que había sucedido o siquiera, reconocer el rostro del hombre que le había golpeado. Solo podía recordar perfectamente su rostro burlándose mientras le quitaba todas sus pertenencias y luego verlo correr. No estaba seguro si había corrido a algún vehículo o si por el contrario, se hubiese ido solamente corriendo. —  ¿Joven? —La voz de una señora de edad se dejó escuchar cuando la misma pasó la puerta y le miró con cautela, para después observar la máquina a su lado—. Mi nombre es Betty. ¿Tu cómo te llamas? —  Me llamo Ansel. ¿Podría decirme dónde estoy? ¿Dónde está mi madre? El rostro de la enfermera se contorsionó un poco y suspiró, dejando la planilla que tenía, encima de una mesa. —  Estábamos esperando que despertaras. No pudimos identificar a tu familia de ninguna forma. No tienes documentos. Ansel bufó e hizo una mueca. Claro, eso era lo que había sucedido. —  Entiendo. Yo podré darle toda la información que necesite… Posteriormente, Ansel le informó a la enfermera lo que había sucedido, el teléfono de su madre y dónde vivía. Pronto se iban a contactar con ella.   ☼☼☼ — ¿Ansel? — ¡Mamá! —El joven sonrió y abrazó a su madre que se acercaba con delicadeza—. Pensé que no vendrías hoy. —  Soy tu madre, ¿cómo no lo haría? El abrazo de los dos se alargó más de lo esperado y la bata de Ansel comenzó a mojarse cuando Sofia soltó una que otra lágrima en su hombro. Se había asustado de sobremanera cuando le habían dicho que le llamaban de aquel hospital. De por sí, se encontraba con los nervios a flor de piel porque su hijo no había llegado en la noche, pero apenas recibió esa llamada colapsó. Pensó lo peor y agradecía que él estuviese vivo y mayormente sano. Algunas horas pasaron y ella sin poder creerlo escuchaba cada una de las cosas que su hijo le decía. ¿Cómo era posible que una persona sin corazón fuese capaz de hacer eso? Para ella era necesario que las autoridades investigaran sobre esa situación. Ansel continuó hablando con su madre, cuando la puerta de la habitación se abrió de par en par. Una Aubrey agitada entró y le miró con los ojos llenos de lágrimas, para posteriormente, echarse a llorar. —  ¡Ansel! La chica saltó encima de la cama y un quejido retumbó de los labios del muchacho. Aquella acción le había dolido hasta los huesos. —  Ten cuidado, Aubrey —sonrió a medias, recibiendo su abrazo—. Me duele mucho. —  Perdón, perdón. La chica saludó a Sofia y se sentó en el sofá donde ella se encontraba. Ella había estado durmiendo cuando su celular había sonado. No entendía bien qué era lo que estaba sucediendo, pero aún con sus ojos cerrados, había respondido. Apenas escuchó a la madre de Ansel con su voz entrecortada del otro lado, se sentó como un resorte y se asustó. De una vez entendió que algo estaba mal y sus manos comenzaron a temblar. Podía escuchar su corazón en sus oídos y trató de tranquilizarse para preguntar qué había sucedido. —  ¿Sofia? ¿Estás bien? —  Aubrey, gracias a Dios respondes. Es Ansel. —  ¿Qué pasó? —Preguntó levantándose rápidamente de la cama. —  Está en el hospital. Ven pronto. Luego de eso, Aubrey recibió los datos del hospital y se dirigió al hospital. Estaba tan asustada. Y no sólo porque ya estuvieran comenzando algo así como una relación. No. Sino que, por el contrario, sus años de amistad primaban sobre cualquier cosa. —  Me asusté mucho —habló entrelazando sus manos—, tu madre me llamó y vine lo más rápido posible. —  Estoy seguro de que así fue —rió débilmente Ansel viendo las pantuflas que adornaban los pies de su amiga. —  Tienes que decirme qué fue lo que sucedió. —  Lo sé. Los dos tenían que hablar. Era claro. Pero primero, el muchacho necesitaba descansar y así se lo hizo saber a Aubrey y Sofia, su madre. Estaba exhausto y la mayor parte de la madrugada había estado hablando con ellas dos, sin siquiera descansar. Le habían dicho que la persona que le había ayudado había sido un hombre mayor en una camioneta y que se había encargado de llevarlo al hospital. Él no había dejado su nombre, pero si un número telefónico al cual llamaría apenas estuviese mejor. Le debía la vida a esa persona y quería agradecérselo.                                        ☼☼☼   Ansel comenzó a sentirse mejor unos días después. Estaba aburrido porque sentía que llevaba encerrado una eternidad, pero realmente solo habían pasado tres días. Su cuerpo tenía algunos moretones, pero nada del otro mundo que no pudiera solucionarse en otros días. El rizado tomó un baño rápido y se vistió con cuidado. Estaba emocionado. Su madre pronto llegaría por él y lo llevaría a casa. Varios de sus familiares le habían visitado y se había dicho que todo había sido un robo, pero el sabía que eso no era así, pero se había mantenido en silencio. Primero tenía que hablar con Aubrey y aclarar lo que había sucedido y si era verdad que había sido un exnovio de ella. Eso también le parecía raro, ya que nunca le había dicho nada sobre eso. —  ¿Vamos? Ansel miró sobre su hombro y vio a su madre sonreír. Así que asintió y salieron del lugar. Había sido una experiencia difícil y esperaba no volver a estar tanto tiempo en uno. En su mano reposaba el papel con el número de la persona que lo había ayudado y lo apretó con fuerza. No quería perderlo. Con rapidez miró a su alrededor y su cuerpo se tensó cuando vio un rostro familiar a lo lejos. La persona lo observaba fijamente y levantó la mano con lentitud, para después irse del lugar. Ansel era un hombre que no sentía mucho miedo. Le gustaban las cosas claras y de la misma forma, que nadie se metiera con él. Pero aquel hombre le generaba un sentimiento de zozobra. De miedo. Él le había golpeado hasta dejarlo inconsciente. Y eso le preocupaba. Porque si había sido capaz de hacer eso, iba a ser capaz de hacer cualquier otra cosa. —  Cariño, sube. —  Si, si —parpadeó rápidamente el muchacho y se subió al asiento del copiloto—. Lo siento por eso. —  No te preocupes. ¿Estás bien? Te quedaste en tus pensamientos. —  Si mamá. No te preocupes. El camino a casa fue bastante largo. No se había dado cuenta de lo lejos que estaba hasta aquel momento. Su cabeza pesaba y solamente miraba el exterior, esperando poder acostarse un poco en su cama y dormir. Cuando llegó a casa, lo primero que hizo fue llegar a la cocina y tomar un poco de leche. La que le daban en el hospital no era muy rica y quería tomar un poco. —  Mamá, ¿podrías llamar a Aubrey? Necesito hablar con ella. —  ¿Está todo bien? —  Si, no te preocupes. Sofia rápidamente tomó su celular y se lo dio a su hijo. Él era quien necesitaba a Aubrey, no ella. —  Hazlo tú. Ansel rodó los ojos y tomó el celular entre sus manos. —  Hola, Sofia. —  Soy Ansel. —  ¡Ansel! ¿Cómo estás? —  Bien. ¿Podrías venir a casa? —  Mhm —tragó saliva Aubrey—. ¿Para qué? —  Estoy aquí —habló con obviedad el chico— ¿Acaso no es lo suficiente para que vengas? —  Oye, no seas grosero. Sólo estaba preguntando. —  Tengo que hablar contigo, por favor ven. —  Está bien. Dame quince minutos. Aquellos quince minutos se convirtieron en dos horas y Aubrey nada que aparecía. El rizado ya sentía sus nervios a flor de piel y su pierna no dejaba de moverse mientras se encontraba sentado en las sala, esperando que el timbre sonara. No podía entender qué era lo que tenía que hacer Aubrey si estaban en vacaciones y no tenía ninguna responsabilidad. Además, su reacción a cuando le dijo que estaba en casa no había sido la esperaba, lo que confirmaba sus sospechas de que se estaba comportando algo extraño. Y si era así, él se iba a encargar de averiguar por qué si una semana antes, estaban besándose en su cuarto como dos tórtolos. Cuando el timbre sonó, Ansel se levantó y caminó con pesadez hacia la puerta. Si, la estaba esperando, pero también estaba nervioso. No se le podía criticar ya que tenía todas las de estar así de nervioso.
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