Capítulo 3

1739 Words
Para Ansel los siguientes días después de lo sucedido en la fiesta fueron raros. O bueno, él lo sentía así. No había vuelto a ver a Aubrey y se sentía mejor. Su cabeza estaba dando vueltas por lo que había sucedido y él realmente no entendía por qué si simplemente había sido un juego. Y a él no le gustaba ella. —  ¿Hijo? —La madre de Ansel entró al cuarto del muchacho. Él no había salido de allí después de la fiesta a la que había asistido y si le parecía raro. Normalmente cuando iban de vacaciones, el rizado no dejaba por nada del mundo a su amiga Aubrey, ya que ambos sabían que serían cuatro o cinco meses alejados. Aprovechaban al máximo su amistad. —  ¿Sí? —  ¿Por qué estás así? No has salido de tu cuarto. —  No me siento bien, mamá. Sofia sabía que su hijo mentía. Si se sintiese bien no bajaría en la madrugada a la cocina a comer los pocos panes que había. —  ¿Físicamente? —  Si. Ansel le sonrió a su madre y se volteó, esperando que ella entendiera la referencia y le dejara solo. No quería darle explicaciones a nadie, solamente quería estar en su burbuja y dejar de pensar en Aubrey. Ellos habían sido amigos desde los ocho años. Habían compartido experiencias de su vida cotidiana y hasta se habían dado consejos para salir con otras personas. Cada uno había tenido sus novias y siempre se habían sentido bien. Entre ellos existía un amor fraternal. Como de hermanos. El rizado observó el techo de su habitación y escuchó su móvil sonar. Con pesadez se levantó y lo tomó, viendo quién le estaba llamando. Aubrey. —  ¿Ho-Hola? —Susurró. Realmente no quería contestar. —  ¿Ansel? ¿Por qué no me has respondido los mensajes? Sí. Ansel no había querido responderle durante una semana. —  Estuve ocupado. —  Hablé con tu madre. Dijo que solo has estado en tu cuarto. Demonios. No sabía qué le daba más vergüenza. Si comportarse como lo estaba haciendo o que su madre le hubiera dejado como mentiroso. —  Sí, sí. Me ocupé en mi cuarto. —  ¿Es por lo de la fiesta? La línea permaneció unos segundos en silencio. Ansel quería decirle que sí, que se trataba de ese día. Que no sabía cómo enfrentarlo y tenía miedo. Tenía miedo de lo que estaba sintiendo porque nunca había pasado por eso. No con una amiga. —  No. Yo he estado organizando unas cosas. —  ¿Como qué? ¿Quieres que te ayude? —  No. —  Voy para allá. —  Aubrey… Y la susodicha colgó. Ansel suspiró y se sentó con las piernas cruzadas para esperar por ella. Sabía que tenía que comentarle lo que le estaba sucediendo. Debía enfrentar las cosas como su padre le había enseñado. Siempre tener su frente en alto sin importar la situación. —  ¡Ansel! Minutos después, una Aubrey sudorosa entró al cuarto y se abalanzó con potencia sobre el cuerpo de su amigo, para darle un fuerte abrazo. —  Hola… —  Pensé que había sucedido algo malo —habló—. Te envié muchos mensajes y no me respondiste nada. —  Lo siento. —  No, no… —Aubrey tomó el rostro del rizado entre sus manos—… no te preocupes. Lo importante es que estás bien. En aquel momento Ansel sintió una presión en el pecho y se alejó. No era una presión dolorosa, era todo lo contrario. —  Sí, estoy bien. Después de eso, el rostro de Aubrey cambió y quedó completamente serio. —  Tenemos que hablar, Ansel. —  También pienso lo mismo. Se movieron para estar uno frente al otro. Era hora de hablar. Hora de que comenzaran a decir lo que sentían y dejaran de esconderlo. —  Muy bien. Yo te extraño —comenzó la ojiazul—. Quiero que volvamos a ser amigos. —  Siempre hemos sido amigos, solamente no hemos hablado por una semana. Aubrey rodó los ojos y exhaló con fuerza. Él no estaba entendiendo lo que quería decirle. Le había dado espacio a Ansel para que pensara lo que tuviese que pensar. Realmente aquel beso se había quedado en su cabeza y llevaba días pensando sobre eso. Se sentía confundida y aún más cuando un chico le había escrito para que se vieran y ella había declinado la salida solamente por esa situación. En su familia eran muy estrictos y ella lo sabía. Tampoco era que fuese una muchacha que no pudiese hacer las cosas que quisiera, pero no era normal sentarse a hablar de sentimientos con su madre. Para ella aún no lo era y tampoco había abierto ese canal de comunicación entre las dos. —  Sabes a lo que me refiero —espetó—, no quiero que lo que pasó haga que dejemos de ser amigos. —  Eso no va a pasar —Ace murmuró y entrelazó sus manos—. Yo sigo pensando que eres mi amiga. —  Lo sé. Nuevamente el silencio reinó en el lugar y Aubrey tragó saliva. Quería decirle algo que había estado pensando durante varios días. —  Pero… —  ¿Qué? —Inquirió Ansel observándola detenidamente. —  Yo debo decirte algo. El corazón del rizado comenzó a latir con fuerza. Sentía que se estaba convirtiendo en un momento tensionante. —  Dilo rápido. —  Muy bien —asintió Aubrey y lentamente tomó la mano derecha de su amigo—. Quiero decirte que… um- me gustaría que volviera a pasar. —  ¿Qué? —Ansel se levantó de un saltó y sintió como el corazón ahora quería salirse de su pecho—. Estás confundida, yo- No pudo terminar de formular la oración cuando unos delgados labios se posaron encima de los suyos. Sus ojos se abrieron como platos, pero después, dejó escapar un suspiro luego de algunos segundos al ver que Aubrey no se separaba. Por inercia, dejó que sus párpados se cerraran y aceptó aquel beso gustoso. Él también quería que volviera a suceder. Lentamente continuaron besándose y dejando que el tiempo corriera. Solamente eran ellos dos. Dos chicos de 18 años sin saber qué sucedería en el futuro. —  Yo… —Soltó un suave susurro Ansel y pegó su frente a la de su amiga—… me siento bien. Aubrey rió —. Yo también me siento bien. —  Quería hacer eso desde hace algún tiempo. —  ¿De verdad? —  Si —murmuró Ansel mientras entrelazaba sus manos con las de ella—, me siento diferente contigo. Aubrey sonrió y luego él. Las siguientes horas se basaron en los dos chicos riendo y viendo diferentes películas que habían encontrado en televisión. No querían salir a algún lugar porque aún estaban arreglando la relación que estaba comenzando a florecer. —  ¿Qué haremos ahora? —  No lo sé. No sé cómo hablarlo con mi madre, ¿sabes? —Cuestionó Aubrey sin despegar sus ojos del televisor. Tampoco era un tema que le quitara la tranquilidad—. Quiero estar contigo. —  Yo- yo también quiero. Espero nuestras familias estén de acuerdo. Ansel sentía algo de nervios y tristeza. —  Espero que sí. —  Solamente… —tragó saliva el rizado—… me da algo de impotencia saber que si quisiera tener una relación con alguien más no tendría que sentar a mi madre para hablar de ello y que pueda rechazarlo, ¿entiendes? Se me hace injusto. —  La vida es muy injusta, Ansel —habló Aubrey con el ceño fruncido—. A veces tenemos que soportar cosas que no debemos. Pero para eso nos tenemos el uno al otro. Ansel asintió y se acomodó en su cama para seguir viendo películas. No quería hablar más de aquel tema. No quería que ese momento en específico, se terminara. No podía creer que realmente toda esa zozobra que había apañado su amistad con Aubrey se debiera a que le gustaba. Además, le causaba algo de gracia la escena. Porque si no hubiese sido por aquel juego, no se hubiera dado cuenta que realmente era eso lo que le pasaba con él. Que le quería y no como un amiga.                                              ☼☼☼    —  Espero hables con tu mamá ahora. —  Yo espero que lo tome muy bien. Ansel golpeó una pequeña piedra en el suelo y continuó caminando. Estaba acompañando a Aubrey a su casa ya que no quería que el día terminara. Si hubiese sido otro tipo de situación tal vez le hubiese dicho que fuera con cuidado y se hubiera quedado en su cuarto escuchando música o viendo películas. Pero en ese momento no lo iba a hacer. No mientras estaban comenzando a formar una relación. —  Deberías quedarte aquí —habló Aubrey deteniendo el paso y viendo su casa a lo lejos. Era tarde y no quería que corriera peligro—. Yo puedo llegar a casa. Tú debes volver. —  Lo sé, solamente quiero que llegues bien. Solamente estoy a… —el rizado pensó unos segundos y luego continuó: —… diez minutos. —  Como quieras. Luego de rodar los ojos, Aubrey continuó caminando. Su mano buscó suavemente la de Ansel y la entrelazó con delicadeza. Claramente se sentía diferente. Ella estaba acostumbrada a entrelazar sus dedos con manos de personas que no habían sido sus amigos de infancia. No así. Cuando su hogar estuvo lo suficientemente cerca, decidieron detenerse para despedirse y cada uno continuar con su camino. —  Listo. —  Debes irte con cuidado —sentenció Aubrey preocupada—. No quiero que volvamos a hacer esto. La noche es peligrosa. —  Tienes razón —Ansel sonrió y le abrazó—. No vamos a volver a caminar tan tarde. Luego de eso, sus rostros se acercaron lentamente y se fundieron en un tierno beso que terminó más rápido de lo que querían. Ninguno de los dos deseaba que en el lugar se enteraran de esa forma. Era una ciudad pequeña. Casi un pueblo. Y era mejor mantener todo tranquilo mientras terminaban las vacaciones. —  Pronto hablaremos —el rizado se despidió y viró los talones para alejarse y volver a su casa. —  ¡Cuídate! Con aquellas palabras Ace continuó su recorrido a casa. Su mente divagaba sobre lo que había sucedido aquel día y una sonrisa se alojó en su rostro. Se sentía feliz… completo.
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