Tras un día de compras con mis amigas, me fui a casa, por mucho que quisiera resistirme, no había otra opción, debía ir a la cena con Valentino pero esto no iba ser aburrido, iba ha hacer que ese chico, deseara alejarse de mi, todo lo posible, que pusiera metros entre nosotros.
Fui a mi casa con tiempo para cambiarme, por mucho que no me lo tomara en serio, debía hacer parecer que era todo lo contrarío, que era lo más importante de mi vida.
Al entrar en casa, vi como mi madre estaba en el sofá leyendo un libro y mi tío estaba en la mesa, leyendo unos papeles.
Intente no hacer ruido pero me oyeron de todas formas.
—Valentino llegara en media hora—me aviso mi madre.
¿Creía que me importaba? Claro que no, me importaba bien poco que tuviera que esperarme medio año si quería, pero obviamente ellos no podían saber eso.
Camine a las escaleras.
—Bianca—me llamo mi tío haciendo que retrocediera.
Le mire sorprendida.
—¿Qué necesitas?—le pregunte.
Me apoye en la pared para mirarle.
—¿Dónde estabas?—me pregunto.
Le mire, él jamás me había controlado, y no iba a empezar ahora.
—Con mis amigas—le dije.
Levanto la cabeza de los papeles, y analizo mi aspecto.
No iba muy preparada, iba con unos vaqueros cortos y una camiseta, no necesitaba más. No entendía porque debía prepararme para salir con mis amigas, con nadie, debía ser como quisiera, y los que estaban a mi alrededor deberían aceptarlo.
—¿Y quien te ha dado permiso?—me pregunto.
Le mire,
—La misma persona que te lo ha dado a ti para prometerme—le dije.
Él me miro tranquilo.
—Vete a ducharte—me ordeno para finalizar la conversación.
Le mire molesta, con bastante ganas de mandarle a la mierda, pero me contuve.
¿Por que me ordenaba ducharme? No olía mal, que si, ducharse todos los días era mejor, si podías debías hacerlo pero no veía lo útil de que me lo dijera, y menos de que me lo ordenara.
Nunca había odiado a mi tío, pero se estaba ganando mi odio.
—Claro—le dije, para tener la ultima palabra, porque me gustaba tenerla.
Me subí a mi habitación y tuve que contener las ganas de pegar un portazo.
Cerré la puerta con cuidado y deje caer mi bolso.
—¡Ah!—grite cuando ya estaba totalmente segura de que no me oirían.
Lance mi bolso a mi cama molesta y mire mi habitación.
Mi familia, era rica, no iba negar lo evidente y me daban todo lo que quería, tenía todo lo que una persona pudiera desear, enamorarse era la única cosa que me habían quitado, y quizás debía aceptarlo, quizás esto era egoísta de mi parte, el no ayudar a mi familia cuando ellos me habían dado todo.
—¿Pero que mierda pienso?—me queje en alto y me senté en mi cama—Ellos son los que están haciendo mal, ellos me han tenido sabiendo que debían darme las cosas, que no venía con todo incluido—me queje y mire el vestido—Yo no les debo nada, solo gratitud y amor, y eso se lo doy—dije.
Me levante y me acerque al vestido.
—Voy ha hacerles creer que estoy de su lado—me dijo y mire el vestido rojo.
Era largo, con la espalda descubierta y gran escote.
—Si quieren una n*********a, eso tendrán—me dije.
Sonreí feliz.
Deje el vestido encima de la cama, y me metí en la ducha para limpiarme, para dejar ajusto a mi tío.
Salí de la ducha y coloque una toalla en mi pelo, y me puse un albornoz para secar mi cuerpo.
Salí del baño, y me mire en el espejo.
—Tu puedes Bianca—me dijo a mi misma para darme fuerzas.
Me puse la ropa interior, y me puse el vestido.
Me senté en el tocador y me puse los tacones.
Me mire y respire hondo.
Me quite la toalla del pelo para terminar de prepararme, maquillándome, de forma natural, y peinándome con el pelo suelto.
—Bianca—me llamo mi madre.
Y sonó el timbre.
Mire el reloj y ya había pasado la media hora, venía puntual.
Me levante y suspire.
—Estoy perdida—me dije.
Suspire hondo y cogí un pequeño bolso de mano.
—Bianca—me grito mi tío.
Sonreí.
Salí de mi habitación para bajar las escaleras, y ahí encontrarme a mi tío, a mi madre y Valentino. Que era obvio que iban a estar pero deseaba que no estuvieran, que se hubieran ido.
—Wow—dijo Valentino.
Vestía con un traje n***o, le quedaba bien pero no se lo iba a decir.
—¿Nos vamos?—le pregunte.
—Claro—me dijo.
Me ofreció la mano.
Le mire, planteando seriamente si coger su mano, pero no iba poder lidiar con mi tío enfadado, así que tome su mano.
Bastante amablemente me levo a fuera de la casa.
Por suerte no hubo escenas incomodas de despedida, lo agradecía, porque eso me daba bastante pereza.
—Te va encantar el restaurante—me dijo.
Abrió la puerta del coche para que me sintiera en el asiento del copiloto, y obviamente me senté.
Unos pocos segundos después, él se siento, en el asiento del piloto y condujo.
El coche era esos típicos, coches deportivos carros y elegantes que eran más incomodos que otra cosa.
—¿Quieres que ponga música?—me pregunto.
Le miré.
—Música—dije, reí, la música era muy buena para no hablar y como no le quería conocer, creo que era la mejor opción—Claro—dije.
Él estiro el brazo y puso la música de la radio.
El viaje fue silencioso, no hablamos y el único ruido era la música de la radio, no iba negar que lo agradecí, no quería estar aquí por lo que cualquier cosa era mejor que hablar con él.
Unos minutos después, llegamos al restaurante, este estaba en el centro de la ciudad por lo que paramos enfrente del restaurante, el aparca coches, me abrió la puerta y me ayudo a salir.
Valentino, le dio las llaves al chico, que se subió al coche para aparcarlo.
—Vamos—dijo Valentino.
Me agarro de la mano, y aunque deseara quitar mi mano, me contuve para no montar una escena.
Entramos al restaurante, y el camarero nos llevo a la mesa.
Esta estaba bastante apartada, haciendo que fuera algo más intimo.
—Elige lo que quieras—me dijo.
Le miré.
—Quiero la carta de postres—le dije.
Él me miro sorprendido.
Mi abuela, siempre decía que éramos el conjunto de las pequeñas partes de las personas que alguna vez estuvieron en nuestra vida, y cuando supe que mi padre, empezaba por el postre, tome esa tradición para sentirme más cerca de él.
Jamás lo conocí, y mi familia no solía hablar mucho de él, tampoco guardaban muchas cosas de él, porque los recuerdos, les eran dañinos, pero a mi me era doloroso pero para mi era doloroso, no tener recuerdos con él, no saber cual era ni su color favorito, por lo que me agarraba a lo poco que me contaban.
— ¿Postres?—me pregunto sorprendido.
Le miré tranquila.
—Si—le dije tranquila—Se empieza por lo mejor de la comida, para nunca perdértelo—dije.
Él no dijo nada.
El camarero, sonrío y me dio la carta de postres.
—Quiero la tarta de queso fría y la de chocolate—dije.
Valentino río.
—¿Qué pasa?—le pregunte sorprendida.
Él me miro.
—Demasiados postres—me dijo.
El camarero, nos miro asustado.
—¿No me has dicho que puedo pedir lo que quiera?—le pregunte.
Me miro, analizo mi cara pero no dijo nada y menos mal, porque le hubiera pegado, si seguía con ese tema, porque era algo que iba ha hacer, quisiera él o no, y si no le gustaba, que se fuera.
—Yo quiero una ensalada de langosta—dijo y me miro—Y traiga una botella de vino tinto—añadió.
El camarero cogí la orden y se fue.
Mire el restaurante que era lujoso y elegante.
—No te he preguntado si te gusta el vino—me dijo y le mire.
—No puedo beberlo—le dije y me miro—Tengo veinte—le dije y me miro.
—En Italia, se bebe desde los dieciochos—me dijo.
No iba a quejarme, había bebido a pesar de no tener la edad suficiente, y no iba a no hacerlo por él, pero molestarle era muy divertido.
—Me gusta el vino—le aclaré.
El camarero se acerco a la mesa y nos sirvió el vino.
Lo probé.
—¿Te gusta?—me pregunto Valentino.
Asentí.
No era el mejor vino que había probado, pero se podía beber agradablemente.
El camarero se fue.
—¿Qué estudias?—me pregunto.
Le miré.
—Derecho—le respondí tranquila pero sin entender porque me preguntaba, no entendía que le podía importar—¿Por que preguntas?—le pregunte sorprendida.
Le miré.
—Tengo que interesarme por mi prometida—me dijo.
Reí.
—Somos prometidos, sobre el papel—le dije y él me miro—Pero en todo lo demás, somos desconocidos—le dije.
Parecía que era la única que veía las cosas claras, que veía la realidad de nuestra realidad, y quizás esto fastidiaba el plan de hacer que él fuera quien rompiera esto al ser una idiota, o quizás lo mejoraba, no lo sabía pero era un estrés enorme, toda esta situación.
—Lo se—me dijo, y le mire—Pero queramos o no, nos vamos a casar y lo mejor es que nos llevemos bien, nos podemos querer o simplemente ser amigos, pero vamos a tener que llevarnos bien—me contó.
Le miré.
—Podemos vivir en casas separadas—le dije.
Él se acomodo en la silla y me miro.
—Quieren que tengamos hijos—me dijo.
Le mire tranquilo.
—Hay mil formas de tener un bebe sin t*****e—le dije.
Buscaría las mil formas para solucionar los problemas que el planteara, no iba a ponerle fácil, por no decir posible el hecho el que nos tocáramos o de que tuviéramos algún tipo de relación superior a la que teníamos ahora, de desconocidos.
—Veo que no vamos a llegar a un termino medio—me dijo.
—Pues no—le dije y me miro.
—¿Y que quieres?—me pregunto.
—No se lo que quiero—le dije, y era la verdad, no tenía ni una mínima idea de lo que quería hacer con mi vida, ni siquiera había decidido que comer después de los postres para saber que hacer a largo plazo, no tenía ni idea—Pero tengo claro, que casarme contigo, no es lo que quiero—le dije.
—¿Conmigo?—me pregunto sorprendido.
—Si quiero casarme—le deje claro, no tenía problemas con contarle esto—Con alguien que conozca y del que me enamore—le aclaré.
Él asintió, como estando de acuerdo.
—Nosotros no vamos a poder romper este contrato—me dijo, y le mire sorprendida—Debemos intentar llevar esto de la mejor forma posible—me dijo.
—No—me queje—No voy a fingir estar bien toda la vida—añadí molesta.
—Al menos debemos hacerlo hasta buscar una solución—me dijo y le mire.
—¿Solución?—le pregunte molesta—Podemos unir nuestras empresas sin necesidad de que haya un matrimonio de por medio—me queje.
Me miro.
—No te hagas la tonta—me dijo.
Le mire, su actitud había cambiado, de ser una persona amable y dulce, tranquilo, se puso demasiado serio y distantes.
—No me hago la tonta—le dije.
Él me miro.
—Sabes las normas, sabes lo que no se puede hacer y lo que si—me dijo.
Le mire.
¿De que hablaba? No sabía nada de lo que estaba hablando, unir dos empresas no era algo complicado, era solo firmar unos papeles, no veía que más complicaciones en el asunto.
—No se nada—le dije.
Él me miro sorprendido.
—Mejor dejamos esto—dijo y le mire sorprendida..
Estaba sorprendida, porque todos dejaban el tema cuando estaban apunto de contarme algo importante, quizás era lo que yo decía o que eran idiotas, pero me ponía realmente nerviosa.
Le miré.
No se porque, había algo que no me gustaba y no me iba quedar para averiguarlo.