3. Tensiones

1674 Words
Pov Emily Mínimo era un hotel con H y no con M, de algún modo eso me hacía sentir más segura de lo que estaba a punto de suceder. Por un momento me embargo la curiosidad de saber más sobre él, llevaba puesto ropa de oficina por lo que supusé que lo más probable era que fuera profesionista y ganará bien, ¿profesión? No lo sé. ¿Pero que estaba pensando? Si no lo volvería a ver, no lo podía volver a ver, aparte se veía mucho más grande que yo, mmm.... unos seis o siete años, jamás había salido con alguien que me llevara tanta diferencia de edad, de seguro él era muy experimentado con las mujeres, pensé.  - ¿Subimos a la habitación? - Salté del sofá de la sala de recepción en cuanto escuché la voz de Emmanuel acercarse con las llaves de la habitación que acababa de reservar. Sonreía abiertamente, podía ver sus dientes increíblemente blancos, su mirada como de lobo a punto de devorar una caperucita me estremeció.  Asentí hipnotizada ante aquellos ojos penetrantes.  Extendió su mano hacía mí, como una niña obediente entrelacé mi mano a la de él. Mientras subíamos por el elevador notaba como me miraba fijamente, tal vez ya me estaba desnudando en su mente. Sentí como mi respiración se agito, ante aquel pensamiento mientras un río de humedad nacía de entre mi entrepierna, era una sensación nueva para mí. El resultado de nuestro casual encuentro fue una noche de sexo que duró varias horas, lo hicimos una y otra vez, el parecía un experto en la cama, un hombre hambriento de placer. No sabría definir mi primera experiencia s****l como buena o mala ya que no tenía una referencia con que compararlo.  No supe en qué momento mis ojos comenzaron a cerrarse de lo cansada que me sentía.  Desperté asustada y exaltada, ¿Qué hora era?  Pegué un brinco de la cama, la habitación estaba obscura a excepción de las luces de la calle que se colaban entre las cortinas de la ventana, pude ver como Emmanuel estaba dormido volteado para el otro lado de la pared, como pude y lo que la poca luz me permitió a tientas en el piso busqué con desesperación mi teléfono celular. Me apoyé con las rodillas en el frío mosaico del piso mientras veía que ya eran ¡las cuatro de la madrugada! ¡Si mi padrastro y mi madre se enteraban me iban a matar!  Rápidamente comencé a vestirme, pensé que no había hecho ruido cuando Emmanuel encendió la lamparita lateral de la cama.  - ¿Qué pasa? - preguntó soñoliento mientras emitía un enorme bostezo.  - Me tengo que ir – le dije con prisa.  Él se reclinó sobre el respaldo de la cama, mientras observaba como me vestía.  - Podemos repetir cuando tengas ganas - espetó sonriente - dame tu número de teléfono.  - Lo siento no puedo - dije mordiendome el labio, aunque muy en mi interior si deseaba volver a repetir, quería volver a tocar ese abdomen de adonis que tenía, sentir como se apretaba a mi cuerpo.... que estaba haciendo, estaba fantaseando con él cuando acababamos de tener intimidad, ¿qué aún no llenaba? - ¿Quieres que te lleve? - preguntó al tiempo que se ponía de pie.  - No, puedo llegar sola – dije con una sonrisa falsa.  - Esta bien como quieras... - se encogió de hombros, y volvió a acostarse dándome la espalda. Al parecer el planeaba quedarse a dormir en el hotel.  ***  Cuando desperté me sentía demasiado cansada y hambrienta. Cuando llegué hoy por la madrugada a casa al fin pude descansar tranquilamente, al parecer nadie se había percatado de la hora en que había llegado. Me duché rápidamente, me vestí con unos Jeans ajustados, una blusa rosa delgada a tres cuartos en cuello U y mis conversé negros, por lo regular me gustaba vestir cómoda no era de las chicas que llevará falda o vestido a la universidad.  Era temprano aún, estaba a tiempo para bajar a desayunar e irme a la escuela en autobús ya que después de la pelea que había tenido ayer con Esteban no creí que fuera a pasar por mí.  Tomé mi mochila y justo cuando salí de mi habitación, mi cuerpo se heló por completo al verlo caminar por el pasillo en dirección a donde yo estaba de pie con la boca abierta de la impresión, sentí casi desvanecerme.  - ¿Qué haces aquí? - al momento de preguntar, me vio con el mismo asombro que lo había visto hace unos instantes, sólo que se abalanzó sobre mi jalándome hasta el interior de mi habitación, cerró la puerta con seguro. No entendía nada de lo que estaba pasando, ¿qué hacía Emmanuel en casa?  Él me veía con enfado, mientras pasaba su mano por encima de la parte trasera de su cuello con desesperación.  - ¿Eres Emily? - no supe distinguir si estaba preguntando o afirmando, yo sólo asentí en silencio mientras observaba como me fulminaba con la mirada.  - ¿Cómo sabes mi nombre? - pregunté inquisidora - ¿cómo entraste a mi casa?  Él se burló en un tono irónico.  - Soy Álvaro, tu hermanastro – dijo acercando demasiado su rostro al mío. Casi me desvanezco de nuevo, ¿qué? ¿tuve sexo con mi hermanastro? ¿cómo paso? ¿en qué momento? ¿Cuándo regreso? Todo mi cuerpo comenzó a entrar en shock de los nervios. Él noto el grado de mi ansiedad en ese momento por lo que me sujeto con fuerza de los hombros acorralándome tras la puerta.  - Escúchame bien Emily – dijo tajante penetrándome con sus oscuros ojos – nadie debe enterarse de lo que paso ayer entre nosotros, ¿escuchaste? - asentí asustada ante el tono tenebroso de su voz.  El agarre de sus manos en mis hombros era muy fuerte y me empezaba a incomodar.  - ¿Cuándo regresaste? - pregunté confundida.  - Ayer por la tarde, si estuvieras en casa como buena niña nada de esto hubiera pasado – me recriminó, ¿cómo se atrevía?  - ¿Ahora es mi culpa? - pregunté enfadada.  - ¿Qué hacías ayer a altas horas de la noche sola en un bar? Se supone que tienes novio, el hijo de los Cazares – me dijo en voz alta.  - El y yo terminamos – dije furiosa.  - ¿Qué? No pueden terminar, él es nuestro pase al crecimiento exponencial de la empresa – al parecer ahora si estaba de verdad enfadado.  Sentí como mi piel se erizo, no podía creer que el chico seductor de ayer fuera mi hermanastro Álvaro, el que ahora se estaba portando como un imbécil culpándome de lo que paso el día anterior, sentí como una ola de coraje envolvió mi cuerpo, pero no le iba a dar gusto de llorar frente a él.  - Eres igual que tu padre, los dos son unos oportunistas - gruñí.  - Más te vale que midas tus palabras Emily – me amenazó.  - ¡Ya suéltame! - dije fastidiada de toda esta situación.  De mala gana dejó de apretar mis brazos, se llevó una mano a la cara para después volver a verme.  - Te diré que es lo que vas a hacer, vas a ir a la escuela y te reconciliaras con tu noviecito, después tu y yo hablaremos, pero no aquí, nadie debe saber lo de ya sabes...  Salió de mi habitación dando un portazo. Maldije mi suerte, entre todos los hombres con los que pude haber tenido relaciones él se cruzó en mi camino.  Me llevé las manos a mi rostro, cerré los ojos y deseé que todo fuera una pesadilla, como podría vivir ahora bajo el mismo techo que mi hermanastro, cada vez que lo viera vendría a mi mente el recuerdo de la noche en que estuvimos juntos. ¿Por qué tuve que darle un nombre falso?  Baje con todo el pesar que podría sentir, mi ánimo estaba por los suelos para mi fortuna todos estaban en la mesa desayunando excepto Álvaro, tomé mi asiento de siempre saludando con un “buenos días”.  Espere a que Martha la señora que trabaja en la casa me sirviera el desayuno, evite mirar a mi padrastro no sabía si estaba de mal humor o de peor. Para mi mala fortuna Álvaro apareció en el comedor sentándose frente a mí. Me miraba despectivo.  - Hoy tengo una reunión de negocios muy importante con Ernesto Cazares, espero que estés portándote muy bien con Esteban - Escuché la voz de mi padrastro, toda mi espalda se tensó al recordar que ayer habíamos terminado. Álvaro me penetró con su mirada, ya le había dicho que Esteban y yo habíamos terminado, cuando mi padrastro se enterará la que se me iba a armar.  - Te recuerdo que estudias en una de las mejores universidades privadas gracias a mí.  - No tiene que recordármelo todos los días, eso ya lo sé - dije mientras mi estómago se revolvía del coraje.  - Vete haciendo a la idea de que terminarás casándote con Esteban, es un excelente partido.  - Para usted o para mí – lo interrumpí.  Al parecer mis palabras habían provocado el mal humor de mi padrastro porque aventó la servilleta de tela al centro de la mesa.  - No me provoques Emily - gritó. Todos posaron sus ojos en mí, mi madre sólo se limitaba a ver todos los días como mi padrastro me regañaba, me decía cosas y se burlaba de mí. Pero nunca en todos estos años me defendió.  Mi padrastro iba a decir algo, pero Pedro el mayordomo de la casa lo interrumpió “Señorita Emily afuera está el joven Esteban esperándola” suspiré de alivio de no tener que escuchar más su voz que tanto me fastidiaba. Salí del comedor a toda prisa mientras que desde lejos le hice una señal de “gracias" con mi boca a Pedro, él me guiñó un ojo en respuesta.
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