Capítulo 2

2061 Words
Capítulo 2 Claramente había llegado al edificio demasiado dormida como para prestarle atención. Para las cinco de la tarde ya estaba lo suficiente despierta para darme cuenta lo que me esperaba. Entonces me quedé quieta, como una pequeña hormiga desde la acera de enfrente observando el edificio frente a mis ojos. Creo que lo más idiota que pensé fue: si esa cosa enorme se me cae encima no habrá más existencia de mi parte.  Tomé una bocanada de aire e ingresé junto con personas que iban a la misma dirección que yo. La enorme puerta corrediza de la agencia de modelos más prestigiosas e importantes que tenía Miami: Divine Beauty. Los ventanales del hall eran mucho más altos de los que imaginaba, e incluso los colores grisáceos daban una apariencia intimidante, dándome a entender que en ese mundo de la moda y la fotografía, quizás, podría resultarme algo inquietante.  Las paredes estaban revestidas con piedra natural blanca y al final de todo, se encontraba el mostrador junto a una chica de cabello rubio recogido y sonrisa amigable. No era la misma chica que la de hoy a la mañana. Me presenté, buscó mi cita en la computadora y confirmo mi presencia amablemente, avisándole a personas que no conocía que ya estaba allí. Me despedí con un saludo de mano luego de que me indicara que estaban esperándome en el último piso, ya que las fotografías se harían tanto en el exterior como el interior del edificio. Quizás tenían una enorme terraza al aire libre para la realización de fotos. Expectante, subí al elevador y apreté el botón que indicaba el séptimo piso. Me sentía muy nerviosa, dudaba sobre si aquello era lo correcto. Si estaba bien encaminada ya que nunca nadie me había dicho qué camino tomar sobre mi vida y tomar mis propias riendas resultaba algo extraño. Me di cuenta que nunca fui una chica independiente en su totalidad. Siempre dependía de alguien tanto emocionalmente como económicamente. Él me había dado ese empujón, él había creído en mí y ya no lo tenía conmigo. Un nudo se formó en la boca de mi estomago. No, hoy no. No llores que se correrá el rímel y el maquillaje sale caro como para llorar por alguien que no pudo afrontar el destino. Que me demostró una vez más lo cobarde que era. Ver el Inframundo con mis propios ojos fue lo suficiente como para no volver allí jamás. La persona que amaba me salvó pero, a la vez…me condenó. Las puertas del elevador se abrieron de par en par y ante lo que parecía un edificio calmado con personas que pasaban con una pinta muy relajada, se había convertido ante mis ojos en un montonazo de chicas que caminaban de aquí a allá en un enorme salón de paredes blancas y el techo altísimo con vigas de metal gris de los cuales, colgaban luces blancas. Las modelos iban de aquí para allá, con unos zapatos de tacón cada vez más altos y difícil de creer que existieran pares así. La mayoría de las modelos se me quedaban viendo, pero no de una forma amistosa. Varios ojos solo parecían tirar veneno. Miradas frías, como si fueras pura mierda andante. Una era más bonita que la otra. Era entendible. Los rostros nuevos no eran bienvenidos por el simple hecho de que aquello podría quitarle el trabajo a rostros que ya habían estado en portadas o publicidades. Era competencia pura. Estaba el sector de maquillaje dónde había varios espejos encastrados en escritorios con luces a su alrededor. Maquillistas, peinadores. Wow. Que agitado y tenso parecía todo. No sabía a quién buscar, me encontraba algo pérdida. Un hombre sin cabello y lentes se acercó a mi tan sigilosamente que no me di cuenta que lo tenía al lado observándome. Me sobresalté. Tenía la misma estatura que yo. Tenía una camisa hawaiana roja y pantalones cortos. Vestimenta relajada. Muy. —Dime que tú eres Ada Gray—me dijo con tono de voz desesperado e impaciente. Cómo si hablar conmigo le estuviera quitando tiempo. Asentí, con el ceño fruncido. Soltó la respiración, aliviado. —Me alegra muchísimo saber que viniste y —miró su reloj de muñeca—, muy puntual por cierto. Me gusta eso. Ven conmigo. Antes de que pudiera decir que “Sí” ya me tenía tomada del brazo y me arrastró hasta un escritorio con un luminoso espejo libre. —Siéntate y quítate el maquillaje que tienes puesto—me ordenó, con voz cantarina. —No tengo maquillaje puesto—le dije rápidamente, viendo venir un regaño—. Supuse que me maquillarían aquí. Abrió sus ojos marrones como platos y se llevó los dedos a la boca de una forma exagerada. Me sobresalté cuando pegó un grito. —¡Ay por todos los cielos divinos que me bendicen!—chilló, feliz—¡Eres bellísima!—me tomo con las dos manos las mejillas y me miró detenidamente—. Esos ojos, ese cutis, tus facciones tan…¡Eres malditamente perfecta! —¿Gracias?—logré decir, con mis mejillas apretadas. Me soltó y me sonrió, complacido. —Todas estás muchachas están nerviosas y excitadas porque en una hora inicia el casting de modelo. Me puse nerviosa. —¿Casting?—le pregunté, confundida—¿Había un casting? No me han dicho nada, a mí solo me avisaron para hacer un par de fotos. La señora Mirtha Johnson me ha dicho eso en la entrevista de esta mañana. Me dijo algo así de que quedaba seleccionada. Pero no pasé por ningún casting. Me aferré a esa información con mucho fervor. —Oh querida, no te preocupes —me dio una palmadita en el hombro—. Tú no pasas por todo esto porque ya estás dentro de la agencia. Te haremos las fotos directamente. Estas señoritas se están maquillando y eligiendo ropa para que la señora Johnson las vea en persona. Por eso están tan nerviosas—me informó, mirando a su alrededor con cierto agotamiento.  Me llevé una mano al pecho, recuperando mi tranquilidad de cierta forma. No me gustaba no estar informada. Era una de las cosas que más me disgustaba. Si tan sólo hubiera estado informada de que Max y Adam eran mis… —En unos minutos vendrá el maquillista por ti y te dejará más perfecta de lo que te encuentras—me dijo él, despertándome de la ensoñación. —Disculpe ¿Cuál es su nombre?—le pregunté, por si acaso. —Mark. Dime Mark—me guiñó un ojo y se fue. Quedarme quieta observando mi rostro frente al espejo era de lo más extraño. Era un ambiente donde no había música, pero podría decirse que, si lo habría, estaría sonando alguna canción hermosa de Dua Lipa. Mi fondo eran chicas de diversas edades y apariencias corriendo de aquí allá, algunas charlando entre ellas y otras observándome con un gran desagrado como si yo no lo notara. Oh mierda. Si vivir se trataba de ser una maldita maleducada que no paraba de mirarme con arrogancia… Cruzamos miradas a través del espejo con una joven de tes morena, cabello lleno de rizos y una figura descomunal. Bellísima. Tenía un vestido n***o pegado al cuerpo con tira en los hombros y unos zapatos de infierno. Ni siquiera disimulaba que estaba hablando de mi con dos chicas que la acompañaban. Apreté los puños contra la mesa de maquillaje, tratando de contenerme para no ir y romperle la cara de un puñetazo. Tranquilízate Ada, o perderás lo que podría ser tu nuevo sustento económico. Sé más inteligentes que ellas. Sé astuta, ignóralas. Eso me hubiera dicho mi Max… Pensar en él me calmaba, pensar en su rostro, en sus ojos. Pensar cómo se mordía los labios para ocultar una sonrisa embozada y como se ruborizaba cada vez que le decía lo hermoso que era. Había dejado en claro en una carta que sin él no podría vivir, que sin él no podía continuar. Sin embargo, me encontraba allí, de pie, sin ánimos de caer. Me aferraba a que todo sería distinto, a que podía continuar… No sé analizar qué noticia me abatió más: si cuando me enteré que Walter Voelklein era mi padre biológico, un hombre que se había ocupado de destruir mi vida por completo por actitudes abusivas o saber que el amor de mi vida era mi hermano y por eso no podíamos estar juntos. Mi respiración se volvió trabajosa. No. No quería pensar en mi pasado. Yo estaba bien. Lo estaría. Es como si me hubiera congelado con mis pensamientos. Ya no estaba en aquella futura sesión de fotos. Mi mente ya no estaba en la agencia de modelos. Mi mente estaba en otro sitio. Los campos Elíseos para los bendecidos (muertos con virtudes) esa región estaba gobernada por Cronos (hijo de Gea y Urano) allí se encontraban los grandes héroes míticos tras su muerte, los que se hallaban allí tenían la posibilidad de volver al mundo de los vivos, pero no lo hacían la mayoría. Era claro que yo no era un héroe mítico para poder estar en aquel sitio. Pero, ser la hija de Hades me daba el privilegio de estarlo. Luego de que mis ojos se cerraran por última vez, con mis ojos observando al amor de mi vida, quieto, desde la ventana de enfrente, no recordé cómo pasé de mirarlo a estar en un lugar repleto de personas en una habitación a oscuras e infinita. ¿Cómo describir al Inframundo hecho para personas privilegiadas? Si sabía que mi alma iría allí directamente, no me hubiera suicidado. La soledad que viví fue más intensa que cuando estaba viva. Era pena lo que sentía, no plenitud ni paz. Puedes buscar la paz por ti misma cuando estás viva, en cosas pequeñas pero significativas. Luego de muerta, no hay dónde aferrarse. No hay opción de elegir un camino porque ya elegiste uno: el de morir y no hay marcha atrás. Pude asociar el sitio a donde me encontraba como la de un casino, donde la riqueza, la comida, y el dinero estaban presentes constantemente y no parecía acabar nunca. Música a todo volumen, personas jugando a las cartas a carcajadas. Varias personas follando sin pudor a ser vistos. Claro, se podía hacer cosas horribles sin ser juzgadas. Me pregunté si Aquiles andaba dando vueltas por allí, aunque no pensé en ello en absoluto mientras estaba presente en el mismísimo infierno. Nada importaba, ya estabas muerto. Fui a una barra que vi a la distancia y me senté en una de las butacas altas de almohadón de terciopelo rojo. Fue extraño ver como el barman te atendía sin playera, con el torso desnudo y una pajarita negra en el cuello. Qué lugar tan extraño y tan cliché. Disgustada, pedí un daiquiri de frutilla sin alcohol y sentí su sabor apenas me lo entregaron. Si era un alma ¿cómo podía seguir sintiendo? ¿Mi alma estaba aferrada a recuerdos del pasado como para memorizar un sabor que tanto había conocido en reiteradas ocasiones? Preguntas sin respuestas. Me encogí de hombros. Ya estaba muertas. Era un recuerdo andante. Llegué a esa conclusión que podría responder cualquier pregunta que mi mente cuestionara. Mi mente.  ¿Había mente? Tantas personas, tanto espacio. El inframundo era infinito, podrías perderte con facilidad. ¿Mi madre había estado aquí? ¿Para bailar? ¿Darles un gusto a estas almas perdidas? Qué horror. —¿Ada? Me estremecí en cuanto tocaron mi hombro derecho con la voz de él incluida. Miré sobre mi hombro y allí estaba él. Él. Tragué saliva. Todas las emociones me golpearon en la cara, provocándome un remolino de sensaciones. No sabía que hacer, estaba demasiado preocupada. Todo había pasado demasiado rápido.Con aquella luz de esperanza en su expresión. Atónito.  —¿Max? ... Hola, soy Florencia Tom, escritora de este libro y quiero agradecerte por quedarte enganchada con este capitulo. No te olvides por favor de darle un corazoncito y compartir esta historia con aquella persona que quiera sentir lo mismo que tú con esta historia!¿Quieres continuar leyendo esta historia?¡Desliza hacía abajo y continua disfrutando de esta historia!¡No olvides visitar mi perfil y encontrar nuevos libros escritos por mí!¡Beso grande, te quiero!   
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD