Me miré en el espejo, observando cómo mis ondas castañas caían suavemente sobre mis hombros. Mi piel era clara, como la de mamá, y mis ojos verdes brillaban bajo la luz suave de la habitación. No tenía imperfecciones en el rostro, pero aún así siempre sentí que algo me faltaba. Usaba gafas para ver mejor, y mi estilo siempre había sido cómodo, nada ajustado, porque prefería pasar desapercibida. Pero hoy no quería ser invisible. Hoy quería hacer algo diferente, algo audaz. Así que me puse un vestido bonito, algo sencillo, pero que me hacía sentir un poco más segura de mí misma.
Tomé un taxi hasta el departamento de Aarón, mi amigo de toda la vida. Él había sido el único chico que me trató bien desde pequeños. Mientras los demás jugaban con Bianca y ella les encantaba por su belleza, yo siempre estuve al margen, pero Aarón nunca me excluyó. Siempre fue amable, atento y respetuoso, y a medida que crecimos, nuestra amistad solo se fortaleció. Siempre fue el mejor amigo de Alessandro, y como Alessandro era el hijastro de Elliot, mi tío, era inevitable que nuestras vidas se cruzaran una y otra vez.
Cuando llegué al edificio de Aarón, mi corazón latía rápido. Me sentía nerviosa, pero a la vez emocionada. Algo me decía que esto podría ser el principio de algo nuevo. Me dirigí al timbre y, justo cuando iba a tocarlo, vi que la puerta estaba entreabierta. La cerradura no estaba completamente cerrada, así que la empujé con cautela. Pensé que quizás Aarón había olvidado asegurarla.
Entré y escuché un sonido proveniente del pasillo que me hizo detenerme. No supe qué hacer, pero no podía ignorarlo. Decidí subir las escaleras que conducían a su habitación. Mi respiración se aceleró mientras mis pasos se volvían más pesados, pero algo dentro de mí me impulsaba a seguir. Iba a sorprenderlo, mostrarle que yo también podía dar el primer paso, como me había sugerido Bianca.
Al llegar a la puerta de la habitación de Aarón, me detuve. Mi mano estaba temblorosa cuando la empujé un poco, haciendo que se abriera con un suave crujido. Lo que vi a continuación hizo que mi cuerpo se paralizara.
Allí, en la cama, Bianca estaba encima de Aarón. Ellos estaban… haciendo el amor. La imagen me golpeó con fuerza, como si me hubieran arrojado agua fría. No podía creer lo que estaba viendo. La boca se me secó, y una sensación amarga se instaló en mi estómago. Mi mente se quedó en blanco mientras observaba la escena delante de mí, incapaz de moverme. Solo podía escuchar el ritmo de su respiración entrecortada, como si todo el aire de la habitación fuera más denso y me asfixiara.
Entonces, Aarón me vio. Sus ojos se encontraron con los míos, y un leve destello de sorpresa cruzó su rostro. Mi cuerpo tembló, pero no pude moverme. No podía hacer nada más que mirar fijamente la escena. Él intentó decir algo, pero yo no podía oírlo, solo veía su expresión, como si todo el mundo que conocía se estuviera desmoronando ante mis ojos.
—Azul… —dijo su voz, pero yo no podía comprender qué más decía. Su tono me atravesó como una daga.
Lo único que pude hacer fue girarme. Me sentí como una cobarde, incapaz de confrontar lo que había visto. Mi corazón latía con fuerza, y las lágrimas empezaron a acumularse en mis ojos. Corrí, tan rápido como pude, bajando las escaleras con el alma rota. Mis pies no parecían estar bajo mi control, y mi mente solo pensaba en huir, huir de la realidad que se me había presentado.
Corrí sin pensar, sin saber a dónde iba. Solo necesitaba alejarme. No podía enfrentarme a ellos, no podía enfrentar la verdad que acababa de presenciar.
El sonido de mis propios sollozos se mezclaba con el eco de mis pasos. Mi pecho estaba tan apretado que apenas podía respirar, y todo lo que pude hacer fue correr, como una cobarde, incapaz de siquiera hablarles.