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Como Lo Imaginé

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Carolina se encuentra disfrutando de una noche en un hotel de lujo gracias a la reciente cancelación de un trabajo como fotógrafa. Pero su fin de semana dará un giro al encontrarse con el baterista de una exitosa banda de rock en aprietos, sin saber que al hacer una obra tan humilde como ayudarlo, cambiaría su fin de semana por completo.

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— 1 —
    Estaba sentada en el lobby del hotel cuando vibró mi teléfono celular avisándome que tenía un nuevo correo electrónico.     10:40 pm.     Estimada Carolina, por motivos personales no podremos contratarte este fin de semana. Tuvimos que tomar un avión con urgencia para volver a nuestro país, pero la habitación para esta noche está pagada. Acógelo como una sincera disculpa a tan corto plazo de cancelar. Si dices nuestro nombre en la mesa central te darán la llave de tu habitación.     Atentamente: la familia Williams.     Nos disculpamos nuevamente por tan apresurado inconveniente.     Me quedé mirando el celular por unos minutos más, cuestionándome que tan terrible era que no tuviera el trabajo por el fin de semana.     Por contactos de amigos había llegado a mí una oportunidad de viajar por la ciudad siendo la fotógrafa personal de una familia extranjera y adinerada mientras ellos estaban en sus vacaciones de verano, suponiendo que estaba de moda querer salir en todas las fotografías familiares y así contratar a alguien externo para que hiciera un álbum de ellos con sus ocios y pagando la estadía en el mismo hotel donde se quedarían ellos. Pagaban bien y solo era por tres días. Pero el hecho de no hacer nada por los siguientes días me molestaba, al menos que encontrara algo más con que ganar dinero, pero lo veía imposible a esas alturas.     Una habitación por una noche en uno de los hoteles más caros y lujosos de la ciudad no sonaba nada de mal teniendo en cuenta que no haré nada. Quizás deba tomarlo como mis pequeñas vacaciones.     Y el hotel era lujoso hasta el infierno, donde era ocupado mayoritariamente por famosos, gente de alto rango y familias acomodadas económicamente. Como había dicho, la familia que me había cancelado era adinerada a más no poder y unas noches en el hotel podrían haberlo pagado con el dinero que le sobró de un almuerzo.     Intentaría sacar lo que más pueda de las horas que tengo en el lugar y miraría el lado positivo.     Nuevo mantra en la vida de recién titulada en audiovisual sin trabajo estable en un país donde el séptimo arte no es bien valorado.     Me acerqué a la mesa central y en menos de un minuto tenía la tarjeta de la habitación con el número 604 en ella. Como mi estadía era solo por tres días no estaba cargada, solo tenía una mochila con mis cámaras y un par de prendas, así que decidí subir a mi habitación cuando decidiera ir a dormir.     Me dirigí hacia el bar del hotel por una cerveza rápida. Mientras la pedía podía ver como el bar estaba repleto por ser un día viernes ya pasado las 10:00 pm, todos buscando un relajo después de un día de trabajo, o vacaciones, la gente con dinero podía darse ese lujo. Un tipo a mi lado que vestía un terno oscuro y reluciente como si hubiera sido planchado hace unos segundos se encontraba hablando fuerte por celular, y por la conversación que escuché no se trataba de trabajo, más bien era una conversación bien subida de tono que hizo que me incomodara haciendo que sacara mis audífonos para cancelar todo lo que decía. Al otro lado un tipo tomaba un vaso gordo de algo mientras se veía como sus hombros pesaban una tonelada.     Pobre hombre.     Él sí parece como si tuvo un largo día.     Pude notar también como algunas personas se acercaban cautelosamente a él a entablar una conversación, pero mis audífonos sonaban fuerte después de que la conversación con el tipo de terno se tornara algo PG18 y no capté las palabras que se intercambiaban.     Dejé mi cerveza hasta la mitad para dirigirme a la gigante piscina, fumarme un cigarrillo e imaginarme como es la vida de la gente con mucho dinero, esas personas que solían estar en el hotel en un fin de semana cualquiera y creer por un momento que yo era una de ellas. Mientras pasaba las grandes puertas de vidrio que te dirigían hacia el jardín pude ver unas cuantas cámaras de televisión y su staff fuera del lugar, impacientes para que algo pasara, para grabar algo que fuera digno de salir en las noticias, aunque claramente hoy en día un perro bailando salsa era lo suficientemente digno de noticia.     Los noticiarios son un asco.     Y reí para mis adentros.     Era algo de todos los días el hecho que se hospede gente famosa, y el hotel, al ser conocido por su estupendo bar, los escándalos vinculados con el alcohol y ellos se esparcían tan rápido como fuego en pasto seco.     Con mis audífonos sonando con melodías que no cambiaba desde hace más de ocho años disfrutaba todo segundo que me encontraba ahí, tendida en una reposera mirando las escasas estrellas que se lograban ver, opacadas  por las grandes luces de la ciudad. El cigarro pareció como si el cigarro se había consumido solo, así que me fumé el segundo. La música sonaba fuerte cuando me di cuenta de que ya era pasada la media noche, y aunque no me quería mover, sabía que mi estadía significaba un desayuno gratis al día siguiente.     Desayuno en hotel con variadas comidas, no había nada mejor considerando que comer era una de mis cosas favoritas.     Y con solo ese pensamiento me ayudó para levantar el trasero y dirigirlo a los ascensores, pero al llegar algo pateó mi subconsciente recordando algo; había decidido hacer algo con respecto a mi nula actividad física ya que era una sedentaria con todas su letras. Miré la puerta que daban a las escaleras repasando en mi cabeza cuantos pasos tomaría para llegar hasta mi piso. Era una buena forma de ejercicio y sin el costo de los grandes gimnasios que había, sin contar que era muy perezosa para salir a trotar o hacer ejercicio en la comodidad de mi pequeño departamento. Era una buena motivación, además ya no me quedaba de otra. Y aunque busqué alguna excusa para no usarlas no llegué a ninguna.     Por el demonio, las escaleras serán. Y tomé aire para comenzar. Mi habitación solo quedaba en el 6to piso, y comparado con los millones pisos que había no era un gran sacrificio, pero con mi estado físico sabía que en el último escalón me iba a arrepentir de haberlas tomado y lucharía con mi vida para no caer rendida.     Tomé la pesada puerta y caminé peldaño por peldaño para llegar al segundo piso, pero cuando a punto de lograrlo vi algo asomarse al final del tercer nivel. Las luces eran escasas, así que tuve que acercarme más para saber de lo que se trataba; un cuerpo, un hombre, sentado en el suelo apoyando solo su nuca contra la fría pared, parecía cansado, casi durmiendo. Me acerqué lentamente hacia él sin saber de lo que se trataba.     —Disculpa, ¿estás bien? —pregunté en voz baja sin saber por qué. El hombre me miró desorientado, apenas enfocando sus ojos—. ¿Estás bien? ¿Necesitas que llame a alguien por ti?     Seguí insistiendo, pensando que el tipo estaba teniendo un infarto o algo que requiriese atención médica urgente, aunque por su apariencia no creía que pasara de los treinta años.     El hombre cerró sus ojos por un momento que pareció eterno, pero no lo interrumpí, pues parecía como si estuviese ordenando y alineando sus recuerdos para ver cómo carajos había llegado hasta ahí. Apoyé mi mano en su hombro y lo moví lo que me pareció justo a su estado.     —¿Qué mierda? —logró articular con dificultad mientras intentaba reincorporarse.     —Hey —dije arrodillándome cerca de él para buscar su rostro y asegurarme que no estuviese herido.     En el momento que sus ojos verdes y gatunos se toparon con los míos y su rostro me miró de lleno lo supe; el tipo estaba borracho. El hombre suspiró con fuerza y confirmé lo que pensaba cuando un olor a whisky salió de sus labios y me abofeteó la cara. Lo observé un momento más, pero seguía en su estado de ensimismamiento.     —¿Qué mierda? —repitió en un susurro que apenas pude descifrar.     Sus pupilas dilatadas me miraron vacíos, una mirada que solo podría describirse como la de una persona sumida en sus pensamientos y a la vez perdido en ellos. Esa mirada, esos ojos, lo reconocí al instante. Esa mirada que solía tener en cada fotografía que vi sin intención verdadera, en algún rincón del internet, en letreros grandes que cubrían la ciudad. La persona tirada en el suelo era el tipo que había visto a mi lado en el bar y pertenecía a una banda poco conocida para mí pero conocida entre sus fieles seguidores. Esos seguidores que le dieron la oportunidad de hacer una gira mundial quedándose en los mejores hoteles.     Un famoso.     Mi cabeza se fue a esos momentos que no guardaba conscientemente mientras paseaba por la ciudad. Los carteles con los tres integrantes y los anuncios por la televisión, con su cara en cada una de ellas. Los fotógrafos y camarógrafos que había visto hace unas horas corroboraban que ya sabían que la banda se hospedaría por unos días. Supuse que él y sus dos compañeros se encontraban en el hotel para dar un concierto el fin de semana, si no me equivocaba él era el baterista.     —¿Dónde está el resto de la banda? —le pregunté mientras lograba sentarse sobre su borracho trasero con dificultad.     Su estado me confirmó lo que pensaba siempre de personas como él; el tipo famoso con mucho dinero que puede hacer lo que se le dé la gana, beber como si no hubiese un mañana sin importar que debe dar un concierto al día siguiente.     ¿O fue que ya lo hicieron?     No lo sabía y no me importaba, lo estaba juzgando y no me sentía mal al respecto.     —Aléjate de mí, zorra —dijo al fin.     Abrí mis ojos sintiendo que se me saldrían de las órbitas por sus palabras a mi persona, no me bastó más que cuatro palabras de su boca para confirmar mi precoz prejuicio sobre esos tipos.     ¿Quién mierda se creía?     —Por el demonio, ven aquí. —Intenté tomar su brazo para levantarlo pero me detuvo.     —No me toques. —Levantó su mano cansada intentando alejarme, pero ni siquiera me rozó.     —Mira imbécil, estoy tratando de ayudarte —le dije ya molesta por él y su maldito insulto innecesario.     —No. —Movió su cabeza intentado reconocer el lugar donde se encontraba, un poco más despierto, pero lastimoso aún—. Aléjate de mí. Llamaré a la policía.     Bufé por la amenaza vacía y la manera en que apenas pudo articular cada palabra.     —¿Quieres que los llame yo? —Me puse frente a él para que me mirara a los ojos—. Puedo hacerlo, y de paso ellos harán saber esto a los noticiarios, que por cierto están afuera esperando que pase algo así, y sin que antes puedas expulsar el alcohol de tu borracho trasero, tu rostro estará en todos los canales de televisión.     Me miró alarmado, había llamado su atención.     —No estoy borracho —dijo enojado, intentando una vez más agrupar los pensamientos en su cabeza.     —Y yo soy la reina de Inglaterra —hablé de la misma manera.     Si las miradas pudieran matar, mi cabeza estaría rodando por las escaleras en esos momentos, junto con la suya.     —Vete —gruñó.     —¿Quieres mi puta ayuda o no? —ladré, ya estaba hasta la coronilla. Noté como su mandíbula se apretaba haciendo rechinar sus dientes—. Dónde están tus compañeros. —Ya no era una pregunta.     El baterista de la banda me miró y suspiró rendido, aunque sus ojos no dejaban de gritar lo mucho que me odiaba en esos momentos.     Qué tipo más imbécil.     —Nos estamos quedando en el piso 48. —Infló sus pulmones con aire para continuar—. Mi hermano Jacob, y mi primo están en la habitación 4814.     Asentí y me paré de donde estaba, pero antes de poder salir por la puerta que daba a las escaleras el tipo me interrumpió.     —¿Ahora, qué? —pregunté molesta.     —¿Cómo sé que no harás algo estúpido? —su voz ronca y ebria me enojó hasta la espina, pero sabía que pelear con un borracho era como hacerlo con una pared.     —No lo sabes, pero si te sirve de consuelo, no soy una imbécil como tú.     Dejé mis pertenencias en el suelo y salí hacia el pasillo del hotel para tomar el ascensor, ni aunque me pagaran caminaría todas esas escaleras.     Llegué hasta la puerta que me mencionó el tipo y llamé sin saber bien qué decir. Un tipo alto y delgado con el pelo rubio hasta los hombros, demasiado perfecto para mis estándares abrió la puerta, parecía asustado.     —No soy una fan, tranquilo —me apresuré a decir antes que pudiera cerrarme la puerta en las narices.     Su expresión se tranquilizó.     —¿Eres de la prensa? —preguntó receloso—. No estamos dando entrevistas.     ¿Qué mierda le pasaba a esos tipos?     Suspiré ya cansada de esos famosillos y solté lo más robótico que pude.     —Soy una persona común y corriente que por las casualidades de la vida encontró a un m*****o de tu banda tirado en las escaleras, borracho a más no poder —mi voz sonó más molesta de lo que anticipé. Lo miré con cara de póker esperando su respuesta.     —¿Shawn? —preguntó sorprendido. Alcé los hombros.     —No sé su nombre, solo me dijo que sus compañeros se estaban hospedando en esta habitación.     Jacob se agarró la nuca, fastidiado, parecía que no era primera vez que ese tipo Shawn, hacía algo así.     —¿Está bien? —Su tono de voz había cambiado por completo, ya no era la estrella de rock, sino que una persona común y corriente, preocupado e irritado por su hermano.     —Bien borracho —dije molesta, y me miró algo divertido.     Gritó algo hacia la habitación y unos segundos después salió otro hombre alto de pelo oscuro, igual de largo, pero tomado en una coleta y una barba del mismo color, me sonrió sin saber por qué una completa extraña estaba tocando su puerta y yo le asentí. No dijo nada, corroborándome que no era la primera vez que ese tipo tirado en las escaleras hacía algo así.     —¿Qué sucede? —le preguntó a su compañero.     —Shawn —dijo sin más—. ¿Dónde dijiste que estaba? —me preguntó el rubio.     Y sin decirle nada comencé a caminar hacia el ascensor, los tipos fueron siguiendo mis pasos en completo silencio y entraron conmigo. Apreté el número tres y sus puertas se cerraron.     —Pensé que ya no hacía esto —dijo el tipo de la barba lo bastante bajo para que solo su compañero escuchara.     Los miré por el reflejo de las puertas y noté como Jacob solo negaba con la cabeza, cansado.     —Se suponía que no —respondió.     —¿Alguien más lo vio? Otro escándalo así no será bueno para la banda.     Decidí interrumpir.     —No, nadie más lo ha visto, al menos que alguien lo haya encontrado ahora, pero no lo creo, nadie usa las escaleras. Si alguien lo hubiese visto antes ya no estaría tirado ahí —hablé fuerte. Ambos me miraron y asintieron sin saber muy bien qué decir—. Noté a unos tipos de la televisión en el lobby, y créanme, esa gente no se apiada en casos como estos.     —Lo sabemos, nadie lo hace. Hoy en día son este tipo de noticias que dan vuelta al mundo —me dijo el barbudo algo molesto, aunque no conmigo.     Los llevé por el pasillo del tercer piso hasta las escaleras de emergencias. Cuando abrí la puerta, el tipo se encontraba tal cual lo había dejado, pero sus pertenencias junto con las mías se encontraban esparcidas por el suelo, supuse que había intentado levantarse pero había fallado miserablemente.     —Dios, Shawn —dijo el rubio acercándose a él, enojado.     —¿Otra vez, amigo? —ahora el barbudo le hablaba, reprochándolo como un niño de cinco años.     —No estoy borracho —dijo arrastrando las palabras.     Bufé, pero el sonido salió más alto de lo esperado y Shawn nuevamente me asesinaba lentamente con la mirada.     —Bueno, ahí está. Suerte. —Me di la vuelta, pero una voz me detuvo.     —¿Cómo te llamas?     Era tarde y solo quería dormir, pero me detuve de todos modos.     —Carolina.     El compañero del borracho me sonrió mientras el barbudo ayudaba a Shawn a levantarse, pero en vano. De los tres, parecía que él era el que cargaba con más peso, no de gordura, pero sí en músculos que se dejaban ver en sus brazos gracias a ese tipo de camisas que le cortas las mangas. Que por cierto odiaba.     —Es un lindo nombre, yo soy Jacob, él es Thomas y el borracho es Shawn, mi hermano —dijo más aliviado por encontrar a su hermano sin cámaras a su alrededor. Asentí intentando hacer que la conversación se acabara, pero Jacob continuó—. ¿Te estás quedando en el hotel?     Suspiré.     —Sí, solo por esta noche. Tenía un trabajo para este fin de semana pero se canceló a último minuto así que me dieron la habitación de todas maneras.     —¿Qué tipo de trabajo? —preguntó de nuevo.     Para ser un grupo que no le gustaba que la gente supiera de su vida personal no parecía importarles indagar en la vida privada de otros, pero por alguna razón no me molestó responder, su tono había cambiado tanto desde la primera vez que habló que ya no me parecía tan molesto.     Le conté brevemente de lo que se trataba el trabajo mientras Thomas corría hacia la cafetería por un café para Shawn, ya que su estado aún no era para caminar solo, y con todas las cámaras de seguridad del lugar algo podía escaparse si veían a la banda ayudando a caminar a una persona. Mientras le contaba a Jacob donde vivía escuchaba como Shawn respiraba fuerte y me miraba serio, como si planeara la manera de matarme al momento de encontrarme a solas. Lo dejé pasar. Thomas no se demoró más de cinco minutos en buscar café y entró por la puerta.     —¿No te gustaría ir a nuestro concierto mañana? —me dijo Thomas entregándole el café a Shawn.     El borracho lo miró con el ceño fruncido, enojado, como si le gritara a su compañeros en su cabeza que lo último que quería era llevarme y verme el rostro nuevamente.     ¿Por qué estaba tan enojado ese tipo?     Yo sabía por qué lo estaba yo, me había insultado bastante feo sin razón alguna cuando solo intentaba ayudarlo.       —Es una buena idea —lo siguió Jacob.     —Vamos, es lo mínimo que podemos hacer por haberte ayudado —le dijo a Shawn después de ver como su mirada asesina se repartía entre él y yo.     —No, gracias —les dije amablemente—. No tengo dinero para una entrada.     Jacob rio jovial.     —No tienes que pagar, es nuestro show, podemos hacer que entre quien queramos. Podemos hacer lo que se nos dé la gana.     Ahí estaba de nuevo la actitud de superioridad.     —Sin ofensas, pero apenas conozco una canción de ustedes.     —Y la cantarás con nosotros mañana —dijo Thomas divertido mientras Jacob asentía—. Está decidido, mañana irás al concierto.     Moví la cabeza perdiendo la batalla y algo divertida. El aire denso que había inundado ese espacio se había despejado con las conversaciones de los tres. Volví a sonreír por la sonrisa contagiosa de Thomas. No les importaría que no aparezca, así que no seguí protestando.     —Tienes que dirigirte a la entrada principal, pedir hablar con Andrew Gutiérrez y dices que nosotros te mandamos, ese nombre es como un código y te dejarán pasar —terminó de decir Thomas.     Shawn no había vuelto a decir una palabra y estaba concentrado en su café. Volví a asentir.     —Es tarde, fue un gusto conocerlos. —me dirigí solo a Jacob y a Thomas.     —Un gusto —me dijeron al unísono.     —Y Carolina —habló Jacob mientras me ayudaba con mis cosas y yo recogía la llave de mi habitación que se había caído de mi mochila—, gracias por ayudar a Shawn.     —No fue nada. —Le lancé una última mirada asesina a su hermano—. Aunque es un imbécil.     —En eso estamos de acuerdo —dijo Thomas ayudando a su compañero a ponerse de pie mientras Jacob seguía disfrutando del insulto que le había dado a su hermano, haciendo que mi suposición de los famosos solo se redujera hacia el baterista de la banda.     Nos despedimos nuevamente y caminé por las escaleras hasta el 6to piso. Pude escuchar a Shawn reclamar por algo, pero no le presté atención, solo quería llegar a mi habitación y dormir para poder atragantarme la mañana siguiente con toda la comida gratis del desayuno. Mi habitación era sorprendentemente normal para lo lujoso del hotel. Dos camas de una plaza separadas por un mueble y una tele que se apoyaba en un frigorífico pequeño. Me cambié a mi pijama y me lancé a la cómoda cama hundiéndome sin problemas en el sueño.     Me despertó un sonido fuerte en la puerta. Abrí los ojos y miré mi celular; las cuatro de la mañana.     ¿Qué mierda?     Cerré los ojos con fuerza.     Debe ser para la habitación de al lado, pensé.     Pero el sonido se hizo más fuerte, sin detenerse. Me levanté y prendí la luz, desorientada. Volvieron a tocar la puerta. Tomé la bata que propinaba la habitación, me tomé el pelo en una cola a lo alto de mi cabeza y abrí. Tuve que pestañear varías veces para enfocar a la persona que estaba al otro lado del marco.     —No soy un imbécil.     La voz ronca de Shawn resonó en mi habitación.

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