Mi alarma sonó rabiosa. No recordaba haberla puesto, sabía que era sábado y no tenía que levantarme hasta por lo menos medio día después de que me cancelaron el trabajo, pero como una ráfaga de viento helado todo lo que había sucedido me azotó el rostro.
Shawn.
Abrí los ojos y me encontré con la cama a mi lado vacía y sin saber por qué, un pequeño nudo se formó en mi estómago. La alarma seguía molestándome así que la apagué, pero antes de poder hacerlo noté la etiqueta de esta, justo debajo del gran 8:30 am.
«Revisa tus notas»
Rápidamente me metí a la aplicación y me encontré con un escrito.
«Espero que no te moleste que me haya metido en tu celular. Iré a sacar la muestra de sangre, te veo en el desayuno a las nueve para contarte como me fue. Shawn»
Una sonrisa se dibujó en mi rostro cansado, y el solo pensar en el gran desayuno que tendría hizo que me dolieran los cachetes. Algo raro se produjo en mi interior al darme cuenta de que Shawn había pasado la noche en la otra cama, pero lo tomé y lo guardé en un lugar alejado, no era momento de estar pendiente de ese tipo de cosas. No tenía que entregar la habitación hasta el medio día, pero dejé todo ordenado, me duché y me vestí con las únicas ropas que había traído. No eran llamativas ni encantadoras, ya que se suponía que estaría recorriendo la ciudad a pie y cargando mis cámaras, y para eso la comodidad era lo primero; unos jeans y una camisa holgada harían el trabajo.
A las nueve en punto salí de la habitación entusiasmada de poder comer al fin.
¿O de ver a Shawn?
No le di más vueltas al asunto y salí rápidamente, pero al cruzar por la puerta choqué con alguien de frente. Si no fuera porque su mano agarró mi muñeca hubiese caído de seco al suelo.
—Perdón —se escuchó. Reconocí la voz divertida al instante—. No me diste tiempo de llamar a la puerta.
—¿Acaso eres de piedra? —reclamé poniendo mi mano en su pecho, sintiendo para mi sorpresa que no estaba tan equivocada.
Me lamenté al instante al sentir como el color subía a mi rostro.
—Mármol, mujer, mármol —dijo divertido soltando mi muñeca y pasando su mano por su torso.
Estaba vestido con una de esas camisas cortadas de color gris, y por encima un blazer. Una combinación contrastada, pero perfecta en él. Y entremedio de sus clavículas colgaba unos aviadores. Se veía vivo y despierto, su sonrisa se dibujaba perfecta en su rostro haciendo que la línea de su mandíbula fuera destinada a cortar vidrio.
Moví la cabeza para espantar el rumbo de mis pensamientos.
—Pensé que nos veríamos abajo —hablé.
Ya estaba caminando hacia el ascensor para esconder el calor que sentía por el pequeño contacto y ver lo bien que se veía.
—La muestra tomó menos tiempo de lo esperado, así que decidí venir a buscarte.
—Todo un caballero. ¿Cómo te fue? ¿Qué? —pregunté extrañada cuando noté que Shawn se había quedado atrás y no se movía.
Shawn miró a su lado para luego levantar la vista.
Escaleras de emergencia.
—Es tu regla, no la mía. —Su sonrisa se expandió y mis hombros se cayeron.
—Es muy temprano para esto —dije rindiéndome y caminando hacia donde se encontraba.
—Te dije que no lo necesitas. Hay otras maneras para hacer ejercicio, mucho más divertidas.
Ignoré su comentario al sentir como mi cabeza me jugaba una jugarreta y solo una opción salía a relucir, esa donde no se necesitan máquinas para hacer ejercicio, sino que un compañero.
—De lo último que quiero hablar es de ejercicio tan temprano.
—Veo que no te gustan las mañanas. —Shawn soltó una risa, complacido. Miré su rostro iluminado y jovial.
—Y veo que a ti sí te gustan. Hablemos después de mi café —le dije abriendo la pesada puerta.
Llegamos al comedor del hotel lujoso donde dos mesas largas rebosaban de todo tipo de comida y el olor a café se sentía pesado. Suspiré complacida y mi estómago me aplaudió. Después de llenar dos platos enteros de alimento variado y buscar un café nos sentamos en una mesa alejada de la puerta principal. Mis platos más los de Shawn hacían que la mesa pareciera pequeña.
—¿De verdad crees que tu pequeño cuerpo pueda soportar toda esa comida? —habló Shawn, entre divertido e impresionado de ver mis platos.
—No, puede soportar más, esto es solo la entrada.
—No te creo, podría meterte en mi bolsillo, eres diminuta.
No era la primera persona que decía que era pequeña, y aunque medía un poco menos de lo normal, mi contextura delgada hacía que me viera más frágil y chica.
Me contó sobre la muestra de sangre entre mordiscos, y como tuvo que ingeniárselas para que el paramédico no le hiciera demasiadas preguntas.
—¿No les dijiste a los otros sobre lo que sucedió ayer?
—No supe cómo hacerlo, pero lo haré, quizás no hoy, no quiero desconcentrarlos antes del concierto.
Me pareció justo, así que no hice más preguntas.
Seguimos hablando de diferentes cosas mientras nos devorábamos cada plato que se ponía por delante. Me comentó como se le había ocurrido abrir un negocio propio para vender café ya que le encantaba tomarlo y no podía vivir sin él, de cómo le encantaba la fotografía y era amante de los animales, pero aunque lo intentara no podía dejar de comer carne como lo había hecho su hermano haciendo que solo se alimentara de productos que no vinieran de ellos. Yo le conté sobres mis años de estudio y mi graduación, y como estaba lidiando con encontrar trabajo estable en el país sin reconocimiento al séptimo arte e intentar pagar un departamento al mismo tiempo.
—¿Vives sola?
—Solo hace seis meses —respondí. Shawn me miró con la boca llena y un signo de interrogación en su frente—. Solía vivir con mi novio, pero las cosas no funcionaron.
—¿Hace cuánto tiempo que estaban juntos?
—En total once años, viviendo juntos cuatro, seriamente cinco. Nos conocimos cuando teníamos doce años y fuimos ese típico amor de verano hasta que decidimos hacerlo formal.
Shawn me miró pensativo.
—¿Qué edad tienes?
Su pregunta me sorprendió, pero luego repasé los momentos que había estado con él y en ninguno de ellos nos habíamos dicho nuestras edades.
—¿Cuántos años crees que aparento? —le pregunté.
Shawn ladeó su cabeza y entornó los ojos haciendo que algo me hiciera cosquillas en la nuca, lo ignoré.
—¿Unos veintiocho? —dijo sin creerlo mucho.
Abrí los ojos y puse mi mano teatralmente en mi pecho, ofendida.
—Supongo que no me conservo bien —le dije sonriendo—. Tengo veinticinco años.
Ahora era Shawn el que abría los ojos, sorprendido.
—¡¿Solo veinticinco?! —Su rostro no podía creer lo que acababa de decir.
—¿Tan vieja me veo?
—Al contrario, si te hubiese juzgado por tu apariencia hubiera dicho mucho menos, pero pareces más madura que eso, como de veintiocho años.
—¿Gracias?
—Es un cumplido, tómalo o déjalo.
—¿Y tú?, no debes tener más de treinta —dije segura, pero sonrió.
—Treinta, pero más ocho —confesó. Me atraganté con el sorbo de jugo que estaba tomando. —Son los genes, mi hermano tiene cinco años más.
—Santa mierda —fue lo único que pude decir, haciendo que Shawn riera por lo bajo.
—¿Y cómo te trata la vida de soltera? —preguntó después de unos minutos.
—Pésimo. —Sonreí con un poco de vergüenza—. Llevaba tanto tiempo con alguien que olvidé completamente como es ser soltera. El coqueteo se me da pésimo, y ni hablar cuando alguien coquetea conmigo porque no tengo idea cuando lo hace.
Shawn apretó los labios un momento, divertido por mi comentario mientras bajaba la vista a su plato.
—Ya veo —soltó bajo.
—¿A qué hora es su concierto?
—A las nueve, a las cuatro de la tarde tenemos una conferencia de prensa, a las seis chequeamos el sonido. —Tomó un sorbo de su segunda taza de café—. ¿Sabes como llegar al estadio?
Había olvidado por completo la invitación que me había hecho Thomas.
—Oh no, no te preocupes, no iré, solo dije que iría porque quería salir luego de ahí antes que me mataras con tu mirada. O yo a ti con la mía —solté divertida, pero noté que no reía.
—Thomas tiene razón, es lo mínimo que podemos hacer.
—Shawn, no te ayudé para eso. Además no soy de conciertos; mucha gente sudando, saltando, y sin mencionar que una de mis habilidades es desmayarme en ellos. ¡Por el calor, no por el artista! —me apresuré a decir al ver como su ceja se había elevado.
—Si vas no estarías en la multitud, estarías tras bastidores, con nosotros.
Me pareció un lindo gesto, y a decir verdad sonaba mucho más atractivo si lo ponía de esa forma. No tener que estar lidiando con el cansancio y el sudor de extraños era algo que podía hacerme cambiar de opinión, pero sabía que me sentiría fuera de lugar.
—Gracias, pero si tengo que ver su concierto preferiría que alguien lo grabara y después verlo a través de una pantalla.
Pero la última palabra casi no salió de mis labios.
—¿Carolina? —preguntó confundido al ver como me perdía en mis pensamientos.
—¡Mierda! —dije fuerte.
—Tienes que ir, así… —Shawn intentó persuadirme de ir nuevamente pero lo callé.
—¡Las cámaras! ¡¿Cómo mierda no se nos ocurrió antes?!
Al ver que no me seguía en mi epifanía le apunté al techo justo por detrás de su cabeza.
—¡Las cámaras de seguridad! —dijo mientras una ampolleta imaginaria se le prendía.
—Están en todos lados, podemos acercarnos a seguridad y pedir que nos muestren las imágenes de ayer.
Shawn negó con la cabeza mostrando su lengua entre los dientes mientras sonreía, como diciendo; eres una genio. Aunque de genio no tenía nada, las cámaras de seguridad es lo primero que uno ve en casos así, pero con todo el lío de la noche anterior y el cansancio mental lo habíamos pasado por alto. No era una genio, pero por la forma en que sus ojos verdes y gatunos estaban en mí hizo que me sintiera como una, sin mencionar el rubor que estalló en mis mejillas por su mirada. Después de un momento lo escuché suspirar agotado, sopesé la idea de que fuera por los cuatro platos de comida que había devorado, pero su rostro reflejaba a la perfección lo que era; todavía se estaba torturando por lo que pasó.
Sin pensarlo en lo absoluto mi mano cruzó la mesa y tomó la suya para darle un pequeño apretón. No podía ni siquiera imaginar lo que se sentiría haber sido drogado, y aunque Shawn lo escondiera a la perfección, actuando como si se tratara de algo más, sabía que en el fondo lo estaba angustiando.
—Vamos a llegar al fondo de esto —le prometí.
Le regalé una sonrisa comprensiva, pero antes de que pudiera decir algo más vi como Thomas y Jacob entraban por la puerta del comedor, nos divisaron enseguida y por un momento me sentí avergonzada, no sé por qué, pero retiré mi brazo con rapidez.
—La resaca te dejó un feroz apetito, Shawn. Buenos días, Carolina —nos dijo Thomas acercándose a la mesa junto a Jacob, que no se despegaba de su celular.
—No te dejes engañar, la mitad son de ella. —Jacob y Thomas me miraron sorprendidos, revisando una vez más la mesa que tenían al frente—. Lo sé, es como ver un show de circo.
Shawn me miró sonriendo y levanté los hombros.
—Nada mal para dos personas que se odiaban hace unas horas —habló ahora Jacob. Ambos sonreímos en complicidad.
Si supieran qué fue lo que nos había unido sabrían por qué nos habíamos dado una tregua y dejar de querer asesinar al otro con la mirada.
—Bueno. Yo muero de hambre —dijo Thomas pegándose palmadas en su estómago flaco—. Iré a llenarme de combustible. Nos vemos en el concierto, Carolina.
Estuve a punto de decir algo, pero Shawn me interrumpió.
—Así será.
—¡Perfecto! Nos vemos luego entonces
Y ambos se perdieron.
No parecían enojados con Shawn, pero nuevamente, ellos creían que había bebido más de la cuenta, y por lo que me dijo él solía ser algo de cada día. Me entristeció el hecho que al no reaccionar de ninguna otra manera demostraba que en cierta forma habían dejado de tener fe en él.
Shawn siguió bebiendo de su café triunfal.
—Fue una jugada sucia, sabías que no podía negarme con todos ustedes juntos —le dije acusándolo.
—¿Qué? ¿No querías ir?
Su sonrisa inocente terminó de convencerme.
Quizás no sea mala idea ir después de todo.