Límites

1428 Words
En la actualidad... Lo imaginé por días, semanas y meses, pero el año llegó, y para mí fue bastante obvio que no llegaría el día, pero ahora él está ahí, sentado junto a mí, toma mi mano y lo odio tanto. es como si todo lo que yo hubiese hecho en este tiempo, a él simplemente no le hubiese importado y esta maldita adiccion a él, que no quiero soltar su mano, pero sé cómo va a terminar esto, y no quiero volver a pasar por lo mismo. Disimula como si quisiera voltearse de lado para soltar su mano, pero él insiste en cuidarla mientras duerme, y la ayuda acomodando sus almohadas. Ojalá me hicieras las cosas más fácil, ódiame, trátame mal, ignórame, haz que sea fácil para mi alejarme de ti, ¿qué es lo que quieres ahora?, ¿por qué insistes en lastimarme? ─Edward. ─se escucha a Charles susurrar. ─Ya casi es hora, debes salir. ─dice discreto. ─solo un minuto más. ─susurra acariciando su cabello. ─ya casi son las cinco. ─insiste. ─Bien. ─gruñe con enojo, aunque se limita para no despertarla. Te odio, te odio por las mismas razones que te amé, te odio por quererme de una manera que aún no entiendo, te odio por llenarme de mentiras que me hacen sentir tan bien, te odio por dolerme tanto y tan profundo como me sentí amada. Las enormes ganas de ir al baño, la obligan a levantarse de la cama. ─Señora. ─entra corriendo una enfermera. ─déjeme ayudarle. ─la toma del brazo con suavidad. ─Gracias. ─sonríe con sus ojos lloroso. ─¿se siente bien? ─pregunta apenas y la puerta se abre enseguida. ─¿Sucede algo? ─pregunta preocupado Edward. ─No es nada. ─le responde a la enfermera, ignorando descaradamente a su aún esposo. Al entrar al baño, todo lo que había hecho para soportar las ganas de llorar, dejó de funcionar. Tan solo bastó verse a sí misma al espejo para romper en llanto. ─Señora, ¿está bien? ─pregunta tocando la puerta con suavidad, al ver que no sale. ─Lo estoy. ─responde de mala gana. ─Su habitación está lista. ─dice aún tras la puerta. ─Gracias. ─responde cortante. Quiero esconderme aquí y no salir, quiero que se vaya y no volver a verlo más, quiero que se aleje de mí tanto que ya no duela, aún dueles mi amor errante, aún duele. ─Están preguntando por ella. ─dice uno de los escoltas. ─Si es ese tipo... ─se adelanta. ─Es una mujer que dice ser su madre. ─dice mostrando las imágenes de la entrada. ─es la misma que intentó entrar en la propiedad de la señora. ─añade. ─Es su madre, supongo que... ─Esa mujer no es su madre. ─interrumpe a Charles. ─Lo poco que sé de esa mujer no es bueno, y hasta que ella no diga algo, no la quiero cerca de mi esposa, ni de sus hijos. ─enfatiza molesto. ─¿Tenemos autorización para notificar a la señora Argento de la presencia de la mujer? ─pregunta el escolta. ─No hasta que Charles hable con la señora. ─dice y él lo ve sorprendido. ─¿yo? ─carraspeó confundido. ─Eres la única persona con la que habla, así que sí. Tú le preguntarás sobre su madre. ─asiente. ─Sí señor Argento. ─bromea. ─pero usted es el esposo, y hablar sobre su madre, es muy personal. ─añade. ─me gusta la idea de conservar mi estado físico ileso. ─masculló. ─Claro. ─asintió incómodo. Acomoda su chaqueta, arregla un poco su cabello, y estiliza cada doblez en su ropa. Camina a la habitación aterrado de ser expulsado de manera grotesca, o peor aún, ser ignorado como lo ha hecho desde que llegó. ─¿Cómo te sientes? ─pregunta al verla salir del baño, con ayuda de la enfermera. ─Gracias. ─asiente al llegar a la cama, se sienta con cuidado y cubre con la manta. ─Sé muy poco sobre tu madre, o tal vez nada, pero si una mujer no es capaz de hablar de su madre como su mayor adoración, o siquiera mencionarla más seguido, supongo que la relación no es tan buena, ¿o sí? ─pregunta, pero una vez más ella lo ignora, pero al no haber nadie más en la habitación, el silencio reina en el lugar. Camina de un lado al otro enfurecido por la manera descarada en la que ella lo ignora, pero se limita caminar, intentando verse calmado. ─Un mujer que dice ser tu madre ha insistido en invadir tu propiedad, además de intentar llegar a ti con la misma excusa. ─dice, y el silencio perpetuo continúa por un par de minutos más, hasta que ella carraspeó. ─No quiero que ella se acerque a mis hijos, ni a mi casa, ni a nada que tenga que ver conmigo. ─dice sin siquiera levantar la mirada. El pecho se hinchó de emoción al poder volver a ver sus ojos, pero que no lo hiciera ni para responder, llegó a doler más que una puñalada con fuego ardiente. ─Claro. ─baja la mirada invadido por la desilusión, mientras sentía su corazón sangrar. Camina de regreso a la puerta, pero un gemido de dolor lo detiene. ─¡joder! ─se encoge en la cama mientras sostiene su cabeza. ─¿estás bien? ─regresa a verla, y antes de darse cuenta él, ya está junto a su cama. ─¡dime! ─intenta tocarla, pero ella levanta su mano y lo detiene. ─No. ─dice aún volviendo a sostener su cabeza. ─no me toques. ─Iré por el médico. ─sale corriendo de la habitación, con el dolor de cabeza que tenía era imposible gritar para llamar a Charles. ─Trae al medico, ¡ya! ─dice entre dientes al no poder gritar. Y regresa a la habitación. El dolor que había sentido por su frialdad y rechazo, era insignificante en comparación al que sentía por el dolor de verla sufrir. El médico es prácticamente arrastrado fuera de su cama por los escoltas hasta la habitación de Ángel. ─Es su cabeza, no la tolera. ─dice en cuanto entra. ─dígame, ¿qué siente? ─pregunta mientras se apresura a revisar minuciosamente sus reflejos, sus ojos. ─¡El dolor es insoportable! ─masculló, mientras cierra los ojos con fuerza. ─¡Haga que pare! ─masculló más como una súplica. ─Haga algo, ¡ahora! ─ordena furioso, pero modera su voz. ─Calma... ─intenta reconfortar Charles, deteniendo a su amigo, sabiendo que está a punto de saltar sobre y golpear al médico. Rápidamente el médico le inyecta y ella empieza a sentirse cada vez más débil, hasta volver a dormir. ─¿Qué es lo que sucede?, ¿por qué sigue con dolor de cabeza? ─pregunta furioso Edward. ─Su estado es progresivo. ─intenta explicarse. ─el golpe que recibió fue muy fuerte, la inflamación va cediendo poco a poco, pero aún no tenia autorizado levantarse. Fue una de mis claras especificaciones. ─dice revisando su ficha médica. ─Ella se levanta cada mañana a las cinco de la mañana, es su rutina, pero se ha ejercitado y su cuerpo debería tener más resistencia. No debería afectar tanto levantarse de la cama, no hizo mayor esfuerzo que levantarse de la cama, e ir al baño. ¡Estaba bien, maldita sea! ─masculló preso de la desesperación. ─Señor Argento. ─Habla con sutileza. ─entiendo su preocupación, y lamento no poder hacer más, pero cada cerebro es un mundo, y pese a lo mucho que yo pueda hacer, como la señora Argento evolucione es incierto. La actividad cerebral jamás se detiene, y muchas personas llegan a sufrir graves consecuencias al respecto por su sola hiperactividad. El estrés, la ansiedad, entre otros factores podrían afectar, eso, sumado al golpe... ─Charles. ─se volte a él siendo grosero con el médico. ─busca al mejor neurólogo, tráelo aquí lo antes posible. ─dice sentándose junto a la cama de ella. ─Señor Argento, no se trata... ─Preparé todo el expediente de la señora, lo quiero listo para cuando el neurólogo llegue. ─dice y con un ademán lo saca de la habitación. Los minutos pasan, y no parece cambiar nada. Ángel duerme, se ve tranquila, y puede tomar su mano, le da paz. ─Edward... ─entra revisando la carpeta. Se veía más confundido que nunca mientras se acerca a su amigo, mientras más ve el expediente, más confundido se ve. ─¿qué pasa?. ─pregunta con el ceño fruncido, preocupado por lo que pudo haber visto. ─¿lo sabías? ─balbuceó dudando de lo que veía, sin embargo le mostró en específico una hoja del expediente médico. Los colores también abandonaron su rostro, el tiempo se detuvo a su alrededor, sus ojos se inundaron muy rápido desbordando una cascada. ─¿embarazada?
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