─mamá... ─musita Luisa al ver salir a su madre en puntillas de la habitación de Sabrina, lista para irse a trabajar.
─Dime... ─se acerca a ella. Rogando para sus adentros que no quiera hablar más sobre su padre, porque no quiere hablar de ello. ─¿qué pasó? ─se voltea.
─¿Cuánto tiempo más nos quedaremos aquí?, su amiga es muy buena, pero ya me da vergüenza estar en su casa... ─dice avergonzada, mirando a la puerta, esperando que no la escuche.
─Mi amor... ─acaricia su alborotado cabello. ─lamento mucho no poder darte una buena respuesta, pero te prometo que hoy mismo lo soluciono, ¿está bien?. ─pregunta y ella asiente evasiva.
─Si no te alcanza el dinero, lo entiendo, podemos buscar algo pequeño, o hablar con la abuela, ella podría reconsiderar la idea de...
─Hoy lo voy a solucionar, lo prometo. ─la abraza con añoranza. ─perdoname por no poder darte lo que necesitan, solo un día más. ─da un beso en su frente y sale de casa enseguida.
El dia ha sido pesado, y ahora no dejo de pensar en mis hijos, ¿qué diablos me pasa?, tengo que dejar ya de llorar por los malditos rincones, sí, me mintieron, me engañaron, me vieron la cara de idiota, y sí lo permití, ya está. Mi prioridad es mi familia, mis hijos, y si algo fuera de ellos me afecta, pues a ignorarlo, a dejarlo de lado, lo único que quiero es conseguir una casa, alquilada, comprada, como sea. Tengo una hora para conseguir una casa, es todo, así me toque dormir en el suelo y mis hijos en un colchón, ya está.
El reloj a mitad del a sala del comedor de la guardería dan las doce horas del mediodía, en cuanto el último niño de su grupo cierra los ojos, ella da un brinco y sale corriendo tras haber pedido una hora extra además de su hora de almuerzo para buscar un lugar.
Lo primero que hace es correr a la tienda de joyas para averiguar qué le puede decir.
─Buenas tardes. ─entra casi sin aire, ya que ha corrido desde la estacion de autobus.
─Bienvenida, le tengo buenas noticias. ─dice al reconocerla enseguida.
─Eso es bueno. Aunque ya lo sabía. ─sonrie con cierta certeza, ya que sabia que no lo habia robado, y le parecía imposible que Edward lo hubiese robado, o si quiera que comprara en lugares ilegales.
─Bueno. Dígame, ¿cuánto quiere por él? ─pregunta tendiendo su mano, listo para tomar el anillo.
No lo había pensado, no tenía una idea clara de cuánto en realidad podría pedir por él, quiero una casa para mis hijos, y poder darles una cama, un lugar donde sentirse seguros. ¡Dios!, ayúdame a que él me de lo que necesito, por favor. ─súplica para sus adentros.
─Cincuenta mil... ─dice dudando de ella misma, aterrada de que le diga que no cuesta tanto, y que en realidad esté pidiendo demasiado.
─De la misma manera que le pedí esperar para confirmar, ahora seré honesto con usted y le ofrezco doscientos. ─dice y aún con algo de decepción, sabiendo que eso apenas alcanza para rentar un lugar, lo acepta.
─Es una cantidad muy fuerte, asumo que no la quiere en efectivo, ¿o si?
─Doscientos dólares no es mucho, se podría...
─No, no... ─sonríe con la ingenuidad de ella. ─usted no entiende. El pago por el anillo es de doscientos mil dólares. ─dice es como si un chorro fuerte y helado de agua le cae sobre ella de la impresión.
─¡¿doscientos mil dólares?!. ─retrocede impactada. ─eso es mucho más de lo que cuesta una casa, una cama y una parrillada... ─toma aire con dificultada, su impresión es tanta que intenta lidiar con eso.
─Podría comprar tres casas y más si quisiera. ─dice contagiado con la alegría y emoción de ella.
─En ese caso... quiero el pago en cheque. ─dice viendo el anillo por última vez, mientras el hombre ingresa los datos para el comprobante de compra.
Bueno, no son dos millones de dólares, pero ahora tengo lo suficiente para una casa y más. ─pensó.
Buscó por todos lado y averiguó todo lo que debía sobre las casas cerca de las instituciones, lo más cerca que consiguió y accesible fue a varias calles. Una villa modesta con cuatro habitaciones, cocina y sala grande, sala de baño y amplio patio trasero. La casa era muy bonita, y cuesta lo que ella había pedido en un inicio por el anillo. Con la idea de pago y todo lo que necesita para ser su dueña, regresó a su trabajo después de dejar el cheque depositado en su cuenta. Las horas pasaron rápido para ella, tan pronto salió del trabajo corrió para continuar el papeleo que debía hacer para tener esa casa. Era perfecta, lo que ella siempre soñó, y tenía incluso las habitaciones adecuadas para sus hijos cerca del insituto de ellos, incluso la parada de autobuses estaba cerca, era ideal.
Llegó a casa de su amiga con una gran sonrisa, pero para sorpresa de ella, se encontró con Fernando a la puerta.
─Hola. ─dice levantando su mano con una sonrisa.
─Hola... ─lo ve suspicaz.
─¿Cómo estás? ─pregunta sin saber a donde ver.
─Bien, ¿y tú?
─Vine a invitarte a salir. ─dice muy animado, algo inusual en él, ya que es serio, no se ríe, y menos sabe como hacer bromas.
─¿Qué?, ¿por qué? ─pregunta evidentemente confundida.
─Mis padres tienen un evento este fin de semana, es algo así como el aniversario de la empresa, y no han parado de preguntar por tí. Pensé que ahora que somos amigos, podrías venir conmigo. ─dice con tanto ademanes, que a ella solo la confunden más.
─Lo sé, es que yo...
─Si no quieres, está bien, solo...
─Haremos algo, yo tengo varias cosas que hacer toda esta semana, ¿te parece bien si te aviso el viernes? ─pregunta y el sonríe mientras niega con la cabeza.
─Claro, solo... por favor piensalo, me gustaría que me acompañes. ─dice y regresa a su auto.
─¿Eso es todo? ─pregunta y él enseguida sale del auto casi dando un brinco.
─No, de hecho... quieres ir a comer, dar una vuelta o...
─No gracias, solo tenia la duda. ¿viniste aquí solo para invitarme a salir? ─pregunta y él asiente entre risas.
─¿siempre eres así de honesta?
─No. ─Sonríe camino a la casa de su amiga. ─pero mentir no es lo mio. ─se despide a lo lejos.
─Me tienes... ─musita para sí mismo, viéndola irse.
Tan solo cruzó la puerta gritó de emoción.
─¡¡Tenemos casa!! ─haciendo que todos dieran un brinco incluyendo Sabrina quien corre al igual que los hijos a abrazarla.
─Eso lo tenemos que festejar. ─grita dando brincos.
Sabrina con la ayuda de Ángel sirven la comida mientras los niños no dejan de brincar y gritar felices todo lo que van a hacer y poner cada uno en su habitación.
─Vi al hermano de Karina fuera, ¿qué te dijo? ─susurra mientras los niños juegan.
─Me invitó a salir, pero le dije que le avisaba el viernes por la mañana, aunque no creo que vaya. Tengo cosas que hacer y salir no es prioridad.
─Pero... son amigos, puedes salir con amigos si quieres.
─Sí. ─mira a su hija. ─pero recién llegué después de todo el tiempo lejos de mis hijos, ahora solo quiero estar con ellos, les debo una explicación.
─pero... ─se acerca y susurra fingiendo que rasca su nariz. ─yo me puedo quedar con ellos mientras tu sales y al regreso me contarás qué pasó con lujo y detalles... ─molesta en broma.
─Lo voy a pensar. Ahora lo que importa es que tengo por fin casa y puedo darles a mis hijos...
─¿vez?, todo se está solucionando, solo es cuestión de tiempo. ─la abraza.
─Y, ¿si en lugar de salir con Fernando, salimos tú y yo, y los niños, a las parrilladas? ─pregunta mucho más emocionada de lo que mencionó salir con él.
─Pero también lo podemos hacer el domingo, y sería un buen fin de semana. ─propone dando el tema por terminado, ya que los niños se acercan por la comida. El resto de la plática la terminan solo con las miradas.
La comida esta vez es muy animada, los niños comentan sobre qué, cómo y de qué manera acomodaron sus cosas, emocionados imaginan cómo será la casa ya que solo Ángel la ha visto. Lo único que ellos saben es que la casa tiene una habitación para cada uno, un buen patio para jugar, y es toda blanca para que los nuevos dueños le ponen el color que desee.
─Parece mentira que mañana ya no estarás conmigo... ─suspira con tristeza dejándose caer en la cama.
─Te agradezco mucho, lo sabes... nadie ha hecho por mi lo que tu has hecho, te debo mucho. ─suspiró sacudiendo la almohada.
─No me debes nada, eres mi mejor amiga. ─tira de su mano, haciéndola caer sobre la cama.
─Puedo devolverte el favor, ya sabes. Si en algún momento quieres hacer o algo, o llegues a necesitar que cuide de la chiki, sabes que la cuidaré con mi vida.
─Lo sé, y tal vez te tome la palabra, pero... ¿sabes que se me ocurre? ─bosteza. ─podemos hacer una fiesta de inauguración de la casa, y si lo piensas bien, solo ofreces tu casa, hacemos una reunión y cada quien tiene que llevarte algo.
─¿Y qué amistades tengo ademas de ti?, tal vez Karina, pero hasta ahí.
─su hermano...
─No sé, podríamos, pero primero debo consultarlo con mis roomies, si ellos están de acuerdo, yo también. ─bosteza cansada.
La conversación de cómo lo harían todo, de hacerlo, es larga y es tan emocionante para ella como para su amiga, pero las horas pasaban y el cansancio hizo acto de presencia, después de todo, Ángel madrugaba para dejar comida hecha para todos antes de ir a trabajar.
─Tendrás un nuevo comienzo, eso es bueno. ─la abraza con añoranza Sabrina, acostándose al lado de ella después de una larga plática.