Pov: Dafne White
— Sí, acepto —expreso segura aunque por dentro hay miles de razones para no estarlo.
Pero no pienso dejar que ello invada mi mente.
— En ese caso, será un honor para mí acompañarla en este crucero...
— Soy Dafne —extiendo mi mano para estrecharla.
— ¡Los pasajeros deben abordar! —gritan los del muelle y jadeo.
— Tenemos que abordar —tomo mi maleta y camino apresurada con él siguiendo mis pasos.
— Ellos están viéndote, no te dejarán abajo —dice con diversión.
Llegamos hasta donde debemos abordar y le entrego los boletos al hombre del muelle.
— Estos boletos no son válidos, señorita —arqueo una ceja confusa.
— No es posible, yo los compré —el hombre frunce el ceño.
— Creo que deberá revisar quién se los vendió porque...
— Hola, soy Bruce, creo que debe haber una confusión —lo miro extrañada por la seguridad con la que habla—, revíselos de nuevo —él se para frente al hombre del control y este primero frunce el ceño, luego lo mira a la cara para volver a revisar los boletos.
— Siguen sin verse validos, pero puedo llevarlos a que mi gerente los revise.
— Pero tenemos que abordar —reclamo porque no puedo creer que cometan esta equivocación.
— Yo lo acompaño a hablar con el gerente —dice mi ahora acompañante, Bruce.
Qué demente soy, ni siquiera sabía su nombre y lo acabo de invitar a subir a un crucero conmigo, eso es lo más alocado que he hecho.
— Intentaré que la compensen por este mal entendido. ¿No escapará y me dejará aquí teniendo que lavar trastos para pagar por mi boleto, verdad? —bromea y me río porque podría hacerlo ya que no lo conozco.
Pero no soy esa clase de persona.
— Aquí espero —se aleja junto al hombre de antes.
¡Dios mío! ¿Qué estoy haciendo?
Solo intento levantar mi ánimo, solo eso y lo lograré, porque me llamo Dafne White.
No tardan demasiado y vuelven a lo que suspiro porque por un momento pensé que los boletos no servían y me habían estafado.
— Hubo un error, señorita, en compensación le daremos una mejor habitación y todo incluido —abro mis ojos sorprendida—. Pueden abordar.
Camino subiendo al enorme barco que luce hermoso.
— Supongo que tendremos que compartir habitación —comenta casual a mi lado.
— ¿Qué? No, eso... no lo haré, apenas lo conozco —se carcajea.
— Eso no le impidió invitarme a subir con usted, lo sé, mi mirada la cautivó y pensó que viéndola estaría más a gusto que mirar por la borda el mismísimo océano —arqueo una ceja.
— Qué presumido es, comienzo a arrepentirme de invitarlo —solo sonríe.
— Descuida, tengo una habitación al lado de la suya, no estoy tan desesperado como para obligarla a compartir habitación conmigo —ruedo los ojos.
— Ni yo para desear hacerlo —levanta ambas cejas.
— No lo sé, estoy aquí porque usted no quería venir sola.
— En realidad fue porque escuché que no podía subir y quise hacer un acto de caridad —se carcajea con ganas.
— ¿Caridad? Por favor, no necesito caridad —frunzo el ceño molesta.
— Entonces mejor debería bajarse —se encoje de hombros.
— Lo siento, lindura, no es posible —veo el barco alejándose bastante del muelle.
— No puedo creer, yo no pienso estar con usted soportando toda su arrogancia —sonríe de lado con diversión.
— Debió pensarlo bien antes de quedarse cautivada por mi apariencia —resoplo.
¿Qué se cree él?
— Que no fue el caso, Bruce. ¡Dios mío! Yo no pienso soportarlo, disfrute el crucero y de nada —camino molesta con mi maleta mientras entro al lugar.
Busco los camarotes con la vista y veo el pasillo donde debo ubicarme, escucho alguien que camina tras de mí.
Me volteo y lo veo, para volver a girarme molesta.
Ya me cae mal este tipo, tan arrogante, se cree la gran cosa, si tan perfecto es para qué aceptó el boleto de alguien como yo.
¡Eres una tonta, Dafne!
Al tipo más molesto y más idiota me vengo a topar.
— No sé hacia dónde caminas, si las tarjetas para las habitaciones las tengo yo —suspiro porque tiene razón.
Eso me molesta.
Me volteo y extiendo mi mano, él me muestra las tarjetas y tomo una a mala gana.
— Listo, ya cada quién puede hacer lo que guste —camino y me paro en la puerta de la habitación que tiene el número de la tarjeta.
La abro y lo miro mientras sonríe abriendo la suya.
Me meto ignorándolo, la habitación es hermosa, demasiado.
Tiene una amplia cama y está equipada con lo necesario, tiene una ventana corrediza que se puede ver un pequeño balcón que da al agua con un barandal que impide caigas con facilidad.
Dejo mis cosas y suspiro.
Vine a divertirme, a relajarme, y eso haré.
Me tomo una ducha, me pongo algo cómodo y veo en el frigobar que tienen bebidas con y sin alcohol, decido comenzar mi día bebiendo algo ya que en la noche según sé; hay cena y baile, lo cual planeo disfrutar a pleno.
Voy por la cuarta copa de vino, está delicioso, dulce y fresco, comienzo a sentir mi rostro caliente, camino al balcón y al abrirlo salgo, dejando que el aire fresco golpee mi cuerpo. Con una copa en mi mano me apoyo de espaldas en el borde y cierro mis ojos suspirando, por la sensación tan placentera que siento.
— No te caigas, porque en mi estado no podré rescatarte y terminaría ahogándome contigo —abro mis ojos y miro de reojo hacia mi derecha, lo veo con un vaso lleno de un licor ámbar y cubos de hielo.
— Nunca me caería —el barco se mueve y jadeo asustándome, volcando el vino en mi vestido el cual se me pega al cuerpo, demasiado porque no traigo brasier.
— Nunca digas nunca —paso saliva por la mirada intensa que me dirige.
¡Carajos, estoy bastante ebria!
— Que tengas buena estadía, Bruce —me meto a la habitación, un poco inestable para cargar mi copa de vino.
.
Llega la noche y busco el vestido más despampanante y atrevido que encuentro en mi maleta.
¡Grace estaría orgullosa de mí!
Me maquillo y mis sentidos se sienten extraños por todo lo que he bebido.
Salgo y lo veo salir de su habitación, no puedo decir que no está guapo, su porte y esos ojos…
Si quiere algo de mí, que ni crea será tan fácil.
Camino por su lado con mi mayor seguridad, puedo sentir que me mira al pasar, pero no me volteo.
Bajo hasta el salón que hay en el crucero, creo que la hora de la cena terminó pero no me importa, la música suena fuerte y mi cuerpo me grita que baile, así que obedezco, me mezclo entre la gente y bailo sin cesar.
La música cambia y yo sigo bailando, bebo tragos, me siento tan bien, llena de energía.
Me pido un tequila y lo bebo de un tirón, no sé por qué nunca hago estas cosas.
En un momento siento el calor invadir mi cuerpo y lo veo desde su lugar sentado a la distancia mirarme, sus ojos parecen desnudarme.
Sonrío y me muevo a propósito provocando que él sea quien venga a buscarme, que sea el desesperado por mí.
Solo una canción y lo tengo caminando hacia mí, eso sí alimenta mi autoestima, la forma tan penetrante que me mira.
— Bailas conmigo o te aburrirás —me carcajeo.
— Suena a afirmación cuando debería ser pregunta —sonríe y relame sus labios.
— ¿Bailas conmigo, desconocida? —me acerco y paso mis manos por sus brazos.
Él no titubea y coloca sus manos en mi cintura para comenzar a bailar, nuestros cuerpos rozándose hacen que mi cuerpo se caliente.
— ¿Pensabas que en un pequeño crucero ibas a esconderte? —susurra en mi oído.
— No hay muchos lugares para esconderse después de todo.
— No que tú sepas, yo sé varios —jadeo ante su aliento en mi cuello.
Bailamos mucho más, sus manos no son las mas quietas de todas, pero no me molesta, me gusta la sensación que sus manos generan calentando mi cuerpo.
— ¡BUENAS NOCHES A TODOS! —las luces alumbran un pequeño escenario— ¡BIENVENIDOS A LA NOCHE EN EL CRUCERO NEVADA II! ¿SE ESTÁN DIVIRTIENDO? —un hombre vestido de Elvis habla en el escenario—. Si ustedes no van a las vegas, las vegas viene a ustedes. ¿LISTOS PARA QUE ESTA NOCHE SEA INOVIDABLE? —todos gritan y me incluyo.
— ¿Quieres una noche inolvidable? —susurra a mi lado.
— Por supuesto y si me dices que ese Elvis debe casarnos para que lo sea, diré sí a todo —comento risueña.
— Pues que nos case Elvis, porque conmigo todo siempre es inolvidable —expresa jocoso.
..........
Intento abrir los ojos pero mi cabeza parece aplastada por un elefante.
¡Auch!
Me muevo solo un poco y estiro mi mano tocando algo cálido y firme.
¡No es posible!
Muevo mi mano un poco más tocando algo duro y...
— Preferiría que quites tu mano de ahí, sigo algo dormido —abro mis ojos y salgo de la cama espantada—, no me veas así, tampoco sé cómo llegamos aquí.
Ni yo, apenas recuerdo cuando estaba saliendo de la habitación y no hay nada más.