Quinientos mil me costó la chica. Todavía estoy procesando lo que me anunció Gabe a última hora, o de imprevisto porque no creo que él supiera que esto iba a pasar, como no lo sabía yo... o será que él ¿sí lo sabía? Ay, Dios. Durante la segunda ronda de pujas que me interesa a mi, llegamos a la cuarta chica, o sea a quien fuera mi amiga que ahora cuelga del techo como si fuera un trozo de carne de alguna vaca sacrificada de un frigorífico alimenticio. Esto es humillante. —Este es el momento, querida Camille —me susurra al oído y me sobresalto por la repentina proximidad —. Ahora se descubrirá frente a tí el futuro comprador de ella. Y luego verás a los demás pujadores pero el dinero que quiero que tomes es el del primero que aparecerá en tu tablero. Asiento más nerviosa que en ninguna

