Después de colgar la llamada,se dió cuenta que pudo pedir a su asistente que llamara del número de las empresas, pero ella había llamado personalmente; ¿Qué estaría pensando Farid Aziz de ella? ¡Qué vergüenza sentía! Al pensar en que pocos minutos él estaría frente a ella le causó ansiedad, sus manos empezaron a sudar, y su respiración se hizo pesada.
Jamás había sentido cosa similar desde que se hizo mujer, ¿que era aquel extraño sentimiento que la hacía sentir aleteos en su estómago? Esto no estaba bien, tenía que calmarse o su entrevista sería un completo desastre.
Unos minutos antes de la hora acordada, a Farid Aziz le franqueaban la entrada a la oficina de Karen Romano, ella estaba sentada detrás de su gran y elegante escritorio de caoba pulida, al escuchar a su asistente anunciarlo asintió con su cabeza y con gesto frío y distante le indico que se sentara.
Al quedar frente a frente Farid inició la conversación diciendo:
— Señorita Romano, estoy bastante aprehensivo por haber recibido la llamada directamente por lo que imagino, es su número personal, ¿Sucedió alguna novedad?— preguntó interesado.
Ella, lo primero que sintió fue el deseo de pedir disculpas, pero ella era Karen Romano y no se disculpaba, así que inventó una excusa loca para justificar su exabrupto.
— Señor Farid, sucede que mi asistente estaba en una emergencia en ese momento y lo hice sin pensar, pero sí surgió una necesidad urgente — dijo ella— las telas deben ser enviadas de ser posible hoy mismo a mi departamento de producción.
— Eso me alivia, señora Romano me imagino que por ser siempre su empleada quien maneja las llamadas de contactos, que no pensó en que eso se solucionaba llamando al departamento de producción de mi empresa de textiles — dijo él con toda la intención — pero claro ese número solo debe tenerlo la señorita asistente, no hay problemas, ya mismo doy la orden para emitir el pedido, si no tiene más nada que agregar, ¿puedo retirarme?
Ella imaginariamente se mordió la lengua y solo asintió, luego en un impulso preguntó:
— ¿Está usted casado señor Aziz?
Apenas hizo la pregunta de inmediato se arrepintió de haberla formulado y dijo:
— No debí preguntar eso que no es de mi incumbencia, pero tiene alborotada a mis chicas y me hacen cometer tonterías.
— ¡ Oh no, no se preocupe!— dijo él lo más calmado posible, pero con un extraño brillo en su mirada que no pasó desapercibido para ella— estoy soltero, pero próximo a contraer nupcias.
Mintió descaradamente y pudo ver algo de decepción en el rostro de ella, que solo duró fracciones de segundos, pero se sintió complacido, se levantó de su cómodo asiento y extendiendo su mano se despidió de Karen de manera estirada.
— Ha sido un placer iniciar negocios con usted, señora Romano, cualquier urgencia diga a su asistente que llame al mío, ella tiene el número,— dijo él — estaremos gustosos de servirle.
— Gracias señor Aziz,— dijo ella— así lo haré, tenga una tarde excelente.
Él salió de allí con una gran sonrisa, aquella mujer no era tan de piedra como se la habían vendido, al final tenía un corazón y eso le gustó porque si era de piedra buscaría el cincel adecuado para ir golpeando de manera tan suave, pero constante hasta quitar la mínima partícula de arena y si era de hielo el corazón de ella, también tenía el fuego perfecto para derretirlo.
En cambio Karen quedó enojada, pero con ella misma, se sintió vulnerable, que le estaba pasando, porque cometió aquel error tan idiota al hacer aquella pregunta que la expuso ante la arrogancia de Farid Aziz, sabía que aquella explicación tan infantil que dió el no se la había creído, lo noto en el brillo divertido y extraño de los ojos de él.
Echó la cabeza hacia atrás en un gesto de fastidio con ella misma y decidió sacar de una vez por todas a éste hombre de su cabeza, era la primera vez en muchos años que se sentía atraída por alguien del sexo opuesto, al fin lo reconoció, pero él no la miraba si no como un medio para hacer negocios y además estaba próximo a contraer nupcias.
Un sabor amargo subió a su boca, pero luego se repitió: «eres de piedra Karen, tu corazón es un pedazo de hielo seco, las relaciones románticas son para las personas débiles y dependientes». Con estos pensamientos calmó la tristeza que empezaba a sentir, decidió que ya era tiempo de hablar con su hermana Lissette.
Esa noche durante la cena, la hermana mayor observaba disimuladamente lo que el lenguaje corporal de su pequeña ardilla, como le decía ella, estaba transmitiendo.
Apenas culminó el momento de la comida Karen miró a Lissette y dijo:
— ¿Podemos hablar un momento?
Ella suspiró y dijo:
— Será un placer escuchar lo que tengas que decirme.
La siguió y una vez sentadas en una saloncito privado Karen empezó diciendo:
— He caído como una tonta en mi propia trampa, me siento tan estúpida e idiota.
—¡Hey qué tipo de palabras son esas mi pequeña ardilla! — dijo Lissette— no me gusta que uses palabras negativas, ¿dime, por qué eres tan dura contigo misma?
— Es porque me prometí algunas cosas, y hace unos días rompí mis propios cometidos — dijo Karen con frustración — por eso me siento tan mal.
— Estoy esperando que me cuentes qué es lo que está pasando— dijo Lissette.
— Me gustó un hombre— dijo Karen de repente.
—¿ Y eso te hace sentir mal?— preguntó su hermana.
— ¡Si, porque soy de piedra e hielo Lissette!— exclamó Karen.
— Eso es lo que has transmitido todo este tiempo, pero eres un ser humano como cualquier otro y sientes y padeces, mi ardilla— dijo Lissette — me alegra mucho que tú corazón esté despertando.
— Es que me niego a que despierte, no quiero que vuelvan a herirme mi ardilla — dijo Karen preocupada.
— Dudo mucho que después de tanto tiempo vuelvan a lastimarte, eres mucho más madura y eso te da ventajas— dijo Lissette—
— ¿Tú crees?— dijo tontamente Karen.
— ¿Quién es el afortunado que te hizo sucumbir?— dijo la hermana en tono de burla.
—¡Es es serio lo que te digo ardilla!— dijo Karen frustrada.
— Lo se cariño y lo estoy tomando en serio — dijo ella— solo quise que te relajarse un poco, eres una mujer muy bella y tienes derecho a tener sentimientos, aunque te hayas hecho la dura todos estos años para vivir tu proceso, estás curada, porque de nuevo estás empezando a darte cuenta que los hombres existen para hacernos compañía en la mayoría de los casos.
— ¿Todo éste tiempo estuve enferma entonces y por eso los rechazaba?— preguntó Karen.
— No enferma mi ardilla, pero si herida, y al parecer eso ya se cerró y cicatrizó, me alegro por tí — dijo Lisette— ahora preguntó de nuevo; ¿Quién es el afortunado.
Karen se quedó mirando a su hermana mayor como si lo que estuviera a punto de revelar fuera el peor secreto de estado, le costaba pronunciar el nombre del hombre, la hermana mayor la animó diciendo:
— ¿Tiene que ver con tu trabajo, algún ejecutivo?
Karen movió la cabeza de un lado a otra de manera negativa y dijo:
— Es el proveedor de telas, Farid Aziz, Lissette — terminó por fin diciendo Karen Romano.