Me miró fijamente, con la respiración un poco agitada.
—No tienes nada que perdonarme —dijo. —Desde la primera vez que te vi quise hacerlo, pero te respeté, estabas casada, pero ahora ya no lo estás más.
No supe qué responderle, no sabía qué decir ante su confesión.
—Mejor olvidemos todo lo sucedido —dije. —Volvamos adentro antes de que Cecilia vaya a salir de luna de miel.
Asintió y tomados de la mano retrocedimos hacia la fiesta.
Al entrar, Cecilia corrió a nosotros. —Ya nos vamos de luna de miel —anunció con brillo.
—¡Wow! —dije, con sinceridad. —Les deseo que sean muy felices.
Adolfo se adelantó y añadió. —Yo prometo cuidar a ti amiga siempre —dijo, señalándome y sonriendo.
—Más te vale— Le dije soltando una carcajada.
Los invitados comenzaron a retirarse, y yo ya esta tambié
