Mildred no esperó ni una invitación, apenas Cecilia abrió la puerta, ella simplemente se metió al departamento con esa arrogancia que la caracterizaba, como si el mundo le perteneciera.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté al instante, dándole una mirada fría que no dejaba espacio a malentendidos.
—Solo vine a visitarte —dijo con una sonrisa cínica. —A felicitarte por tu divorcio, hermana.
—Eres una burla —le respondí sin moverme del sitio. No merecía más que mi desprecio.
—Soy la burla que tiene a Demian con ella —replicó, levantando la cara con orgullo.
Cecilia, que se había quedado en silencio hasta ese momento, dio un paso adelante y pude ver sus orejas rojas del enojo.
—Más te vale que te marches —le dijo con enojo. — Y dejes a Azucena en paz, que sea ahora mismo, aquí no eres bienven
