A mitad de la mañana, mientras reviso unos documentos, suena el intercomunicador. —Anna, aquí está el Licenciado Miller. El jefe de Recursos Humanos. —Hazlo pasar Ángela —le respondo. La duda me ataca y mi cerebro comienza a maquinar escenarios dramáticos a la velocidad de la luz. ¿Será que ya se dio cuenta que cometió un gran error al contratarme, porque no soy el tipo de mujer que trabaja en esta empresa? Quizá ella ya le llamó y le dijo que me corriera en este mismo instante. O viene a llamarme la atención por andar muy pegada con el jefe. Tocan la puerta. —Pase —digo, con algo de nerviosismo e impaciencia. Lo que sea, que venga a decirme, deseo que sea ya mismo y me saque de este mar de pensamientos que se han formado en mi cabeza. Cuando la puerta se abre, entra un hom

