Capítulo 9

3664 Words
Llegué a la puerta de la oficina, pero antes de golpearla di un gran suspiro, desde ahora puede salir todo bien o muy mal, no obstante ya estoy aquí así que entraré y como siempre digo, que pase lo que tenga que pasar. Golpee la puerta y luego de unos segundos escuche la voz de Evan diciendo “adelante”. Otro suspiro más e ingresé en la oficina, lo primero que veo es al señor Howland que se encuentra sentado en su escritorio, el sol que entra por el gran ventanal da directamente en su cabello, haciéndolo lucir más claro de lo que en realidad es, se asemeja a reflejos rubios, todo por la ilusión del sol. Igual que siempre está rodeado por su computadora y una gran cantidad de papeles. Al verme, al percatarse de que soy yo quien ha ingresado en la oficina ladeo su cabeza en mi dirección. Por tenerme en frente, su rostro pasó de ser el de un hombre concentrado a estar más serio, enojado, así luce últimamente cada vez que me ve, claramente hace ver el desprecio que le provoca mi persona, un desprecio mutuo, pues él me causa exactamente la misma sensación. —¿Qué vienes a reclamar esta vez?— preguntó de mala gana el señor Howland. Corrió su computadora a un costado y colocó toda su atención en mí, me miró fijamente esperando mi respuesta, con esa dura mirada me intimido, hizo que sienta ganas de salir corriendo, pero al recordar el motivo que me trajo hasta aquí decidí quedarme quieta en donde estoy y hablar. —No voy a reclamar nada señor, en realidad he venido a pedirle un favor— respondí tímidamente mirando el suelo y sacudiendo los pies por la incomodidad, es tanta la vergüenza que siento en este momento que no puedo ni mirar su rostro. —¿Cuál es ese favor?— preguntó más relajado. Al escuchar esa pregunta me dio un poco de esperanza, quizás Ale tenga razón y logre hacer lo que necesito, quizás haya un poco de bondad en este hombre tan frío, podría haberme corrido al momento en que escuchó que le pediría un favor, sin embargo, no lo ha hecho. —Necesitaría irme antes, ahora mismo si es posible, tengo algo muy importante que atender— mencione, pero continúe sin mirarlo, aún no me atrevo a hacerlo. —Después de todo lo que has hecho, de como me has tratado, te sientes con el derecho de pedirme no cumplir con tu trabajo, irte a hacer quién sabe qué actividades— expresó dejando atrás el tono relajado. Al oírlo una vez más toda mi esperanza se esfumó, lanzó esas palabras de forma tan seria, con tanto rencor que me arrepentí de haber venido, me doy cuenta de que fue un gran error y una vez más siento ganas de salir corriendo de este lugar. —Lo siento— dije de pronto —Lamento haberme comportado de esa forma el otro día, fui demasiado impulsiva, creí que usted había actuado mal y me deje llevar por ello, pero ahora sé que es inocente y no debí hacer lo que hice. Odio pedir disculpas, eso va en contra de mi gran orgullo, pero situaciones desesperadas necesitan soluciones desesperadas. —Lo hecho, hecho está, es tarde para arrepentimientos— respondió secamente, no tiene sentimientos, no tiene piedad, este señor no tiene el más mínimo corazón. —Pero aun así, prefiero creer que nunca es tarde para arrepentirse, para enmendar los errores, por eso estoy aquí, realmente quiero disculparme, fui impulsiva, atrevida y usted no lo merecía. —Igualmente, yo sí considero que ya es muy tarde para pedir perdón— agregó rompiendo con todo lo que le digo. Permanecí un momento más sin saber qué decir o hacer, necesito salir, pero ya me he disculpado y él no va a dar su brazo a torcer, ya dije suficientes palabras amables y soy Incapaz de hacer más que eso, ya he recurrido a todo lo que me quedaba. —¿A dónde necesitas ir?— preguntó ante mi silencio y levanté la cabeza para volver a observarlo, pero sin hacer contacto visual —Debo ir al hospital a levantar unos medicamentos— respondí siendo sincera, quizás al saber que es cuestión de salud cambie de opinión. —El hospital no se va a ir a ningún lado, además, no luces enferma, al término de tu jornada podrás hacer lo que necesites. —¿Entonces no me dejará ir?— pregunté por última vez, buscando un poco de bondad en ese ser, sabiendo de qué se trata no puede ser tan egoísta solamente porque no luzco enferma. —Vuelva a sus actividades señorita Miller o esta vez si será despedida— Dijo fríamente, con mucho ímpetu, cerrando toda posibilidad de esperanza que me queda. Lo miré durante algunos segundos esperando que diga algo más, esperando un cambio de opinión, que ablande su frío corazón, pero no lo hizo, solamente se quedó observándome seriamente, sin un poco de pena en su mirada, sin sentimientos ni remordimiento por ser tan duro. Rendida di un suspiro, y me di la vuelta para irme de la oficina, finalmente me he dado por vencida, pero antes quise decir una última cosa y volví a girarme para mirarlo. —Cometí un error, es cierto, pero fue usted mismo quien dijo que un mal día no nos define como personas, así que una vez más, le pido disculpas. Desde que llegué aquí esta frase es la única que me he animado a decir mirándolo a los ojos, el único momento en que no me sentí intimidada, fui honesta y no tengo por qué sentir vergüenza de ello, así que para decir esas últimas palabras volví a encontrar el coraje que llevaba escondido. También el señor Howland al escuchar lo que dije, por primera vez desde que llegué a aquí tuvo un cambio en su mirada, por primera vez se le notó un poco de compasión y no me miró de esa forma dura, fría como lo ha hecho últimamente. Pero su cambio no me importó porque no vale de nada, no di tiempo de que dijera ninguna palabra, ya no quiero verlo ni escucharlo más, así que me volteé y me fui rápidamente de la oficina, ya dejó bien claro que no cambiará de opinión así que no tengo motivos para quedarme aquí, en donde no soy bienvenida. Por suerte encontré un ascensor libre para llegar de manera veloz al piso en el que debo trabajar, pero antes de continuar con mis actividades me fui al baño, después del momento vivido solo siento ganas de llorar y no hacer nada más. Así que al ingresar al tocador también tuve la suerte de encontrarlo vacío, pero de todas formas me encerré en un cubículo para estar más tranquila y sin interrupciones, odio ser vulnerable, por lo tanto, odiaría que cualquier persona me encontrara en este estado. Sin poder aguantar más mis sentimientos, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, ha sido terrible la humillación que me ha tocado vivir hace un momento. Cómo pudo ser tan egoísta y no dejarme ir, deje mi orgullo por él, le pedí disculpas de modo sincero, fui muy honesta, algo que no suelo hacer jamás, odio rebajarme, admitir que me he equivocado. Pero aun así, con todo lo que hice intentando que me perdonara, para el gran señor Howland mi humillación no fue suficiente, cómo alguien que se siente tan importante podría aceptar las sencillas disculpas de una chica que es tan poca cosa, tan insignificante. Debí saberlo, cómo fui tan tonta para creer que hay un buen hombre en ese ser inmundo, era evidente que quien demostró ser el día de la pelea era su verdadero ser, que en él no hay una sola gota de compasión. Si le hubiera pedido para irme de fiesta entendería su objeción, pero no, le pedí para ir por medicamentos y ni así contemplo mi situación. Es un verdadero ogro, un egoísta, no tiene ni un poco de corazón. Las personas egoístas son lo peor que existe en el mundo, deberían hacer un curso para aprender lo que es la empatía, ponerse en el lugar de los demás, en su sufrimiento, sus necesidades. Ni siquiera el acosador de mi antiguo jefe era tan malvado, por lo menos cada vez que le pedía para ir a buscar las recetas o los medicamentos de mi padre él me lo permitía, no interponía objeciones, no le afectaba que me ausentara por una hora, ni siquiera me descontaba un solo centavo de mi sueldo. A pesar de ser un viejo asqueroso, degenerado, conocía más sobre la empatía, entendía que las personas tenemos vidas aparte del trabajo y que no podemos estar pendientes las veinticuatro horas del mismo. Tenemos otras preocupaciones porque la mayor parte de ese tiempo nuestra mente anda en otro lado, en casa, en problemas personales, en otro planeta. —Shelby, te he visto entrar en el baño ¿Qué ha pasado? — preguntó Alejandra. Al escucharla dudé un momento, pero finalmente decidí salir del cubículo para poder verla. En el instante en que vio mis lágrimas corrió a abrazarme, permanecimos un momento así, en silencio, hasta que deje de llorar y decidí explicarle. —No me ha dejado salir antes— mencioné cuando nos soltamos del abrazo. —¿Le has dicho los motivos? —Sí, he dicho que tengo que ir por medicamentos, pero él ha respondido que no luzco enferma, así que no me dio permiso. —Debiste decirle que son para tu papá. —Eso a él no le incumbe, es mi vida personal, pero al oír la palabra medicamentos debió dejarme ir sin pensarlo más. —Pues sí, tienes razón, nunca imaginé que tendría esa actitud— mi amiga una vez más volvió a abrazarme hasta que tuvimos que continuar con nuestras actividades. Antes de continuar trabajando decidí mandarle un mensaje a Diana para avisar que no podré ir hasta la noche. Para mi suerte contesto que hoy está de guardia así que no habrá problema en que asista más tarde. Es un alivio poder ir en el día de hoy, porque tengo que saber qué medicamentos son para conocer el costo, así ver si tengo suficiente dinero para comprarlos pero además para mantenernos el resto del mes. Aunque sé que esta nueva medicina es necesaria para mi padre, me da un poco de pena saber que a los que está tomando ahora apenas los he comprado el sábado y no podremos usarlos. Es un dinero que he desperdiciado, un dinero que necesitamos porque nunca nos ha sobrado y los medicamentos no son nada baratos, al contrario, el costo es bastante elevado. Pero lo importante es que mi papá pueda estar mejor, no tenía idea de que estuviera sintiendo dolor y eso me preocupa muchísimo, ninguna persona debería vivir sintiendo esa tortura, eso no es humano, no es adecuado para nadie. El resto del día fue realmente lento, culpa del enojo que siento por no haber recibido permiso de irme antes y también por la ansiedad de hablar con la doctora, quiero saber qué le dijo mi papá y por qué él no lo compartió conmigo también. Pero por suerte finalmente ha acabado la jornada laboral, así que rápidamente me cambié de ropa y me fui. Tuve mucho miedo de que una vez más el señor Howland me mandara hacer tareas extra fuera de horario, pero al menos no fue tan ogro, así que ahora estoy camino al hospital, sentada en el transporte público con un nudo en el estómago por los nervios de lo que me dirán. Llegué al hospital e ingresé, camine por pasillos hasta llegar al consultorio de Diana, pero ella está ocupada con unos pacientes así que tuve que aguardar un momento en la sala de espera. No me gustan nada los hospitales, son lugares muy tristes además de que me traen muy malos recuerdos, de los momentos más tristes de mi vida. En este momento, a mi alrededor solo veo infelicidad, personas con mucho dolor esperando ver qué les depara el futuro para sí mismos y para sus seres queridos. Queriendo darlo todo por cambiar de sitio con el que está enfermo, por ayudarlo a recuperarse, pero sabiendo que eso no es posible, que no está en sus manos, solo queda en manos de los médicos y si tienen fe, apoyarse en Dios para que les ayude a salir de este pozo, de este problema que parece no tener fin. Aquí todo el mundo está triste, ahogando sus problemas en café, como si eso realmente fuera a servir de algo. Pero cada quien busca consuelo en lo que puede, en lo que siente va a servir, todos tenemos nuestra forma de intentar apaciguar ese dolor. Al fin y al cabo todos caemos en lo mismo, viendo que con un dedo no se tapa el sol, que para arreglar la puerta no se puede quitar la ventana porque el problema encontrara otro modo de ingresar. Así estamos, rotos, pero vivos, buscando algo que nos sane. Pero las hadas madrinas que llegan y lo arreglan todo, solo son parte de la literatura, cuentos basados en la imaginación de personas que al igual que yo están rotas e intentan buscar su consuelo fantaseando con un mundo ideal en el cual sí existen los problemas, pero siempre hay una solución al alcance de cualquiera. Un mundo perfecto en donde se puede elegir la forma de vivir, pero eso no está al alcance de los simples mortales. Por fin Diana terminó con sus pacientes y entré a su consultorio para que pudiéramos hablar. —Shelby, me alegra verte, por favor toma asiento— dijo Diana señalando una silla frente a su escritorio. He estado aquí cientos de veces, el consultorio de este hospital es pequeño, sin artículos de lujo como suele haber en los hospitales privados. Aquí se arreglan con lo básico, lo imprescindible, es imposible permitirse mucho más. Aun así no podemos quejarnos, la atención es muy buena, o al menos así es Diana. Desde el principio del problema ha sido ella quien nos ha atendido, siempre se ha preocupado mucho por nosotros, trata muy bien a mi papá, busca la forma de ayudarlo, de apaciguar su dolor y también me ha acompañado en la búsqueda de devolverle su sueño, informándonos sobre todas opciones incluidos los costos. Además, busca la forma de que nos ingresen en algún programa en el cual el costo sea nulo, pero es muy difícil que el caso de mi papá sea válido así que no me hago muchas ilusiones con eso aunque siempre aguardo con esperanza. —Tu papá me ha dicho que últimamente los medicamentos no han sido tan efectivos así que he estado investigando para brindarle una mejor atención. —No tenía idea de que fuera así, no me ha comentado nada eso. No entiendo por qué mi papá me lo ha ocultado, lo he acompañado en todo el proceso, investigando mucho para poder ayudarle, pero si no me dice cómo son las cosas es imposible que pueda hacerlo, así no podré solucionar lo que siente. No estoy enfadada con él, pero sí que la situación me ha molestado un poco, se supone que hay confianza entre los dos, siempre nos contamos todo. —Él sabe que estás muy ocupada, seguro no quería preocuparte y por eso no ha dicho nada— dijo Diana intentando explicar las razones de mi padre. —Mi padre es mi prioridad, necesito estar informada. —Si fuera algo más importante te lo habría dicho, lo que debemos destacar es que encontramos una alternativa. La doctora con sus palabras me tranquilizó un poco, es cierto, en este momento la noticia de no estar enterada de todo me ha caído un poco mal, pero lo primordial es que hemos encontrado una solución. A continuación me indicó cuáles son los cuatro medicamentos que debo suspender, en reemplazo de los mismos le ha asignado dos nuevos. Todo para los dolores, lo bueno es que ahora tiene menos para tomar, pero lo malo es que estos son más costosos. Igualmente, el precio no es lo importante, haré mi mayor esfuerzo para siempre tenerlos. La forma de tomarlos es igual a la de los anteriores, a diferencia de que en vez de alternar cuatro, deben ser dos. Primero estará a prueba, si todo sale bien los mantendrá, y ante cualquier mala reacción deberá suspender la toma. Me despedí de la doctora e iba a irme, pero antes decidí hacer una última pregunta. —¿Ha habido novedades acerca de la ayuda? —Lamento informarte que no— le dediqué una sonrisa a la doctora, y esta vez sí me marché. Conocía la respuesta, pero tenía que preguntar, no perdía nada con ello. Comencé a caminar rumbo a casa, aún estoy un poco adolorida por el trabajo de ayer, pero la casa es más cercana del hospital que de la empresa. Además, hoy está lindo para caminar, despejar la mente, pensar en qué decirle a papá al llegar para que ya no me oculte nada. De pronto mi celular comenzó a sonar y al tomarlo vi en la pantalla el nombre de Alejandra. Conteste, nos saludamos, hablamos de cosas sin importancia hasta que Ale mencionó la verdadera razón de esta llamada. —Me ha llamado el señor Howland, habrá un comercial en unos días y tan solo necesita una persona más, me lo ha ofrecido, pero no podré ir porque tengo una reunión en la escuela de Jamie, así que le he dicho que hable contigo. —Gracias Ale por tenerme en cuenta, pero soy la última persona en el mundo a quien Howland elegiría. —Ha dicho que lo pensaría, estoy segura de que el trabajo es tuyo. —Aun así, no sé si sería buena idea aceptar. Estuvimos un rato más conversando del tema hasta que Ale tuvo que ir con su hijo y terminamos la conversación. Me quedé reflexionando acerca de lo que me dijo, me encantaría la oportunidad, pero el señor Howland y yo no estamos para nada en buenos términos, él no me quiere cerca y el sentimiento es mutuo, así que no hay necesidad de que las cosas cambien. Últimamente, somos como perro y gato, nunca supuse que un jefe y una empleada tendrían ese tipo de relación, pero somos muy extraños. Él me trata mal y yo lo trato mal, comienzo a creer que esto no va a cambiar hasta el día en que renuncie o sea despedida, es como un ciclo sin fin. Llegue a la casa, como todos los días salude a mi papá y fui darme una ducha, pero antes me di cuenta de que Rose no está aquí lo cual es muy extraño porque ella siempre le hace compañía hasta mi llegada, por lo tanto, antes de ir a ducharme decidí preguntar acerca del asunto. Papá me contó que ha tenido que irse, mencionó algo sobre su hija, no explico bien que era, pero no es grave. Me fui a bañar y cuando volví mi padre estaba esperándome para cenar. Me senté a su lado y comenzamos a comer. Estuvimos un momento en silencio, no sé exactamente qué palabras utilizar para hablar, para preguntarle, porque no quiero hacerlo sentir mal, hasta que finalmente decidí ir al grano. —Papá debo hablar contigo— por mi tono él me miró extrañado, no dijo nada, pero con un gesto me incitó a que continuara hablando —He ido a ver a Diana, me ha contado que has sentido más dolor últimamente. —Oh hija, no ha sido nada importante, no debes preocuparte por ello— al decir esto no pudo mirarme a los ojos, a él nunca se le ha dado bien mentir. —Claro, no era importante y por eso es que necesitas nuevos medicamentos, me los ha recetado, mañana iré a comprarlos y empezarás a tomarlos— sin darme cuenta comencé a enojarme y hablar de manera más agresiva de lo que debería. —Hija, esa no era mi intención, que tuvieras que gastar más dinero— agrego entristecido. —El dinero no es el problema papá, lo que intento decirte es que necesito que cuando algo te pase me lo cuentes, la confianza es fundamental entre los dos— exprese intentando hacer que entienda mis razones y que no se sienta mal. —Si algo relevante sucediera te lo habría contado Shelby, esto era algo pequeño, insignificante. —Si no me cuentas las pequeñas cosas cómo voy a confiar en que me enteraré si algo grande pasa. —Claro que puedes confiar hija, tú siempre eres la primera en saberlo todo, pero en este momento has estado tan ocupada que no he querido preocuparte. —Papá, escúchame bien— me acerque, le tome las manos y lo miré directamente a los ojos —Tú eres lo más importante, mi prioridad, siempre voy a estar para cuidarte— al terminar de hablar le di un abrazo, permanecimos así por un momento hasta que pude tranquilizarme. No estoy muy convencida de sí me contará todo lo que pase, pero debo intentar creer en él, en que la próxima vez será diferente, si es que hay una próxima porque realmente espero que no la haya. Luego le comente cómo será el nuevo tratamiento, él aceptó seguir todas las condiciones. Le hice prometer que nunca más volvería a ocultarme nada, a lo que respondió con un “sí, no volverá a pasar”. No estoy muy confiada, pero espero que sea así, después de todo nunca he tenido motivos para desconfiar de mi papá. No es que esté enojada con él, el verdadero problema es que tengo mucho miedo de que algo verdaderamente grave pase y no enterarme, no estar ahí a su lado para poder ayudarlo, eso es a lo que más le temo.
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