Conociéndonos (o conociéndome) - Parte uno.
A continuación no van a leer el libro de una niña prodigio, ni tampoco el libro de una adolescente que dedicó su vida al bien estar de la humanidad, ni el libro de un ecologista o aspirante de Greenpeace, tampoco es el libro de alguien que haya vivido lo suficiente como para saber la vida (aunque dudo que exista un libro como ése) es más, probablemente muchos leerán mi autobiografía y pensarán quizás, que no es tan interesante mi vida, o que quizás no viví mucho, o pensarán quien mierda escribe un libro con menos de 20 años (¿no?) bueno, entonces no sé qué mierda hace leyendo todo este montón de líneas porque no se va a encontrar nada cuerdo, o ninguna decisión adulta aquí. Y me temo que así tenga treinta años y escriba un libro autobiográfico, seguirán sin encontrar algo adulto o digno de leerse, porque todo lo que yo puedo llegar a contarles de cómo viví alguna situación, yo lo viví de la forma menos humana y menos realista posible. Sé, y soy consciente, de que hay una delgada línea entre la estupidez adolescente y las hormonas disparatadas y la locura, y la locura verdadera. Y a lo que más me acerque es a la locura verdadera. Porque en este libro yo ya no les hablo de problemas de adolescentes, (porque ojo eh, no escribí un libro sobre como es la adolescencia o de cómo viví mi adolescencia) acá solo dejo en evidencia como en mi adolescencia enloquecí. Probablemente tampoco es algo recomendable leerme si se tienen mentes muy frágiles o si se suele ser muy pesimista, porque yo en sí no tengo un enfoque muy lindo de la vida. Así que si quieren leer sobre una adolescente que vive su vida plenamente feliz entonces no van a ver libros, van a ver películas. Y sí, probablemente soy una resentida, porque nombro a un montón de personas en mi libro, y ustedes ya van a tener tiempo de nombrar a todas las personas que le jodieron la vida en sus propios libros. Sin embargo, éste es el mío. Y sí, lo que escribo es irracional. No es ético y moral. Pero nadie es ético y moral. Entonces cuando me lean, no me lean como un ejemplo, léanme como una persona, como una persona que siente en mayor medida quizás, pero nada de tomarme como una pendeja que no tiene la capacidad de. Porque sí tengo la capacidad de. Y antes de juzgarme, de tacharme, o de decir que soy algo, léanme hasta el final, y deliberen con ustedes mismos, cuántos de ustedes no ha pasado por alguna de las cosas que yo aquí priorizo y dramatizo. Alguno que otro terminará limpiándose el culo con mi vida privada y créanme que no es tan malo. Pero al menos compren el libro y háganme sentir un poco mejor como escritora de fiascos o chubasquera. Sin tanto palabrejo les dejo mi libro. Mi vida. Mi cabeza. Esto soy yo. Esto fui yo. Confundo tiempos y espacios, confundo muchas cosas. Asi que si leen algo escrito en el momento de ahora, pudo haber sucedido días atrás como años atrás porque todo está recopilado mediante escritos perdidos que alguna vez tuve.
Voy al comienzo de mi vida porque me gusta detallar mi niñez. Y es una etapa de mi vida que nunca conté sin filtros. Todavía hablo con muchas de las personas con las que compartí ciertas cosas de chica, y capaz no quiero que sepan mi triste versión sobre ellos. Capaz soy una mentirosa. Capaz soy demasiado falsa. Capaz te odie profundamente pero te hablo como si nada fuera. Confío en que ninguna de esas personas vaya a leer esto, o ninguna de ellas lea al menos. Porque ahora aprecio que la reducida gente a la que odio la mayoría fueran imbéciles y no le tengan interés alguno a leer libros o autobiografías. Y dudo mucho que al terminar este libro, que soy consciente que no será a la misma edad que tengo ahora que es cuando lo empiezo, sigan sabiendo que existo. Mucho menos se imaginarán que aparecen en mis libros, y de que no tengo recuerdos muy gratos sobre ellos. En fin.
En primaria me iba a una escuelita que quedaba a pocas calles de mi casa (a cuatro cuadras siendo exacta) si hay algo peor que haberla pasado mal en esa escuela, es que esté cerca de mi casa. Ahora lo único que puedo hacer es pasar por esa escuela y olvidarme de que fui ahí. O en el peor de los casos, cuando toca pasar en horario de salida, paso y quizás reconozco algunas caras, algunas caras de maestros que me enseñaron en los siete años que asistí ahí, y que también aborrezco con todo el alma. Enserio, nunca manden a sus hijos a escuelas que queden cerca de sus casas, pueden causarles graves daños psicológicos. Si no les basta con mi consejo, sigan leyendo mi libro.
''La 43º'' no me acuerdo el nombre de la escuela, solo me acuerdo el número y es lo único que uso para referirme a ella las pocas veces que lo hago. Siempre le eché la culpa a la 43 de toda la mierda que viví ahí.
A diferencia de las personas normales, mi infancia no fue linda, y no tengo lindos recuerdos de mis compañeros de primaria. En realidad, los odio. Tengo que ser sincera. Hasta el día de hoy creo que muchos de ellos me saludan por la calle cuando me ven, y yo les devuelvo el saludo porque me gusta caer bien a la gente y que no piensen mal de mí. Pero para mis adentros, les escupiría si fuese por mí. Aunque hoy en día es muy común escuchar personas que hayan sufrido en la infancia, al parecer la gente sufrida está saliendo más del closet. Yo no sé porque, a mi todavía me cuesta contarle a mis amigos que cuando era chica era la típica burla del salón. Me da la impresión de que dejarían de respetarme si lo supieran. O que el desequilibrado estatus social en el que mantengo se desmoronaría si algo así se supiese.
Bueno, solo escribo y escribo y nunca termino de contar el porqué de que odio a la 43. Van a tener que acostumbrarse porque soy muy de profundizar en detalles que no vienen al caso y también soy muy de salirme del tema principal. Pero bueno, es mi libro, esta es la verdad, esta es la parte en donde puedo contar todo lo que pasó. Esta es la verdadera parte de mi vida que nadie supo jamás.
Si bien tengo algunos recuerdos borrosos de cuando iba a la 43 en donde NO me estaban jodiendo, ni buscando hacerlo. Tengo recuerdos casi insignificantes, en donde grupos de nenas querían ser mis amigas. Y mientras que yo, iba por la vida con dos colitas como la chilindrina pero en una versión mucho mejor, diciéndoles que era amiga de todas, mientras que ellas se peleaban entre sí diciendo algo como ''No. Florencia es MI amiga'' y estirándome el brazo como si yo fuera algo que se compartiera, rodeada de alguna otra pelotuda de turno más a la que yo consideraba una esclava sin el conocimiento exacto de lo que era la esclavitud. Porque desde chica yo ya despreciaba a la gente. O miento. Nunca desprecié a la gente. Quizás esa es una personalidad que me inventé para creer que no me apego a nada cuando en realidad me apego demasiado a las personas y admito que hasta ahora extraño a mis amiguitas de primaria. Va, a esas amiguitas de primaria. Me pregunto que será la vida de Paula, porque así se llamaba la nena que repetía la frase de ''No. Florencia es MI amiga''.
Voy a contarles algo más de Paula, antes de que pase a segundo plano y porque seguramente más adelante ni la voy a nombrar, porque nunca más volví a hablar con Paula ni volvimos a ser amigas. Paula era la hermana menor de unas chicas que siempre iban a casa a verlo a mi hermano, dato curioso: tengo un hermano. Y dato más curioso: las hermanas de Paula gustaban de mi hermano. Dato mucho más curioso: eran gordas. Por ende, mi hermano las veía como mujeres pero con huevos. En fin. Una vez que visitaron a mi hermano, trajeron a Paula para que juegue conmigo. Fue la primera vez que una nena entraba a mi casa. Porque acá va otro dato, yo nunca tuve amigas de chica.
Es decir, que Paula fue la primera nena en años en pisar mi casa y ver mi cuarto. Cuarto del cual quedó maravillada, porque nunca vio tantos juguetes en su vida. Y es algo de lo que me siento orgullosa de poder contar, porque en esa época mi viejo era el único que trabajaba en casa, y mi vieja era ama de casa, y no voy a mentir, éramos pobres. No la pasábamos bien. No me acuerdo mucho de aquello, pero sé que tuve una infancia digna respecto a lo que corresponde a mis viejos. Porque capaz en casa faltaba comida, pero no faltaba un juguete para mí. Es algo irónico estar llena de juguetes pero no tener amigos. Porque tenía barbies de todas las clases y originales, pero no tenía ninguna amiga con quien jugar. Capaz por eso es que siempre tuve tanta imaginación, y había veces que hasta imaginaba historias maravillosas cuando jugaba con las barbies, pero era yo, y mis barbies. Nadie más. Porque no había nadie más. Porque no tenía amigas, y me acuerdo que lloraba todos los días por eso y porque mi única amiga además de Paula, que solo fue una vez a mi casa, era mi prima Dana, y con Dana no nos llevábamos muy bien. Y lo único que podían hacer mis viejos, era comprarme en juguetes lo que de amigos me faltaba.
La plata en mi casa siempre fue escasa. Nunca tuvimos plata. Siempre nos faltó algo. Mis viejos hasta ahora son laburantes que trabajan todo el día para conseguir algo mejor. Antes vivíamos peor, pero vivíamos felices, incluso hasta en navidades donde no festejábamos y nos íbamos a dormir temprano porque no teníamos ni para un pan dulce. Eso nadie lo sabía por supuesto. Son cosas que me las guardé siempre. No es necesario que el mundo entero sepa que somos pobres. No viene al caso. Tampoco me daba vergüenza igual. La única vez que alguien dijo algo referido al tema, fue un chico en no sé qué grado, que tampoco me acuerdo como se llamaba, que me había visto entrar en la casa de mi abuela (que casualmente vive alado de mi casa y tiene una mansión) y creyó que era yo la que vivía ahí, (cuando solo estaba de visita porque en esa época merendaba y casi vivía con mi abuela) Una semana después, me siguió cuando llegaba de la escuela y vio que no entré en la mansión de mi abuela, y que entraba en la casa de la esquina marrón mal pintada de alado, que no tenía nada lujoso y fuera de lo común como sí la tenía la de mi abuela; portones, ventanas, dos pisos, balcón, etc.
Yo no tenía nada de eso. Mi casa no era de madera (porque hubiese sido peor vivir en la época en donde teníamos casa de madera) pero tampoco era suntuosa. Era común. Efectivamente tras comprobar que yo no vivía en la lujosa casa de alado, al siguiente día se encargó de repartir a todo el grado que yo era pobre y que mi casa parecía estar abandonada y mal cuidada (miento, eso no lo dijo él, eso dijo un tal Miguel, que me parecía lindo hasta que dijo aquello).
Gran parte fue mentira mía. En vez de negar que yo vivía en la casa de mi abuela, había dicho que sí. No fue una mentira del todo. Nunca dije ''yo vivo en esa casa'', yo solo respondía que sí, cuando me preguntaban; '' ¿Vos vivís en esa casa?'' en fin, son cosas de pendejos. Yo no pensaba que el estúpido cabeza de rodilla sería tan psicópata de seguirme hasta ver a donde mierda entraba, y una parte de mi deliró siempre con vivir en la casa de mi abuela y no porque pareciera más rica, sino porque era más grande, y me gustaban las casas grandes. Son sueños frustrados de personas con casas chicas. Este chico, era el hijo de una ex compañera de colegio de mi mamá. Si les diré yo que las moscas vienen de la mierda que está cerca. Y ellos sí vivían en una casa de madera. En fin. La gente pobre burlándose de otra gente pobre. El muerto se asustaba del degollado. En ese entonces mamá me decía; ''decile si te jode mucho que él tiene casa de madera y vos no'' claramente eso era muy cruel. No se lo hubiera dicho. No se lo hubiera dicho a nadie consciente. Yo solía ser buena persona en esa época. Y eso no quiere decir que mamá no lo fuera. Mamá solamente estaba aprendida. Ya sabe que pendejos de mierda que hacen comentarios referidos a la casa de alguien más, en un futuro suelen ser mierdas adultas. Mamá tenía previsto todo aquello. Quizás si yo hubiera sido más cruel con la gente, tal y como me enseñaba mi vieja, hubiera sido menos sufrida de chica. Pero no me quejo. Yo creía en ese tiempo en lo que era bueno y moral. Al menos siempre seguí mis principios. Ahora mismo mis principios son otros.
Me gustaría no irme tanto por las ramas, pero si no lo contaba ahora no lo contaba más. Esa vez fue la única vez que Paula fue a mi casa. Yo nunca fui a la suya pese a que me invitó. Pero es que era algo fácil de entender, mi hermano no quería saber nada de las hermanas de Paula y a mí no me dejaban salir ni a la esquina, y mucho menos me iban a llevar a la casa de una amiguita. Paula fue la mejor amiga que tuve cuando era chica, y no me acuerdo mucho de ella porque era demasiado chica cuando fuimos amigas (y eso habrá sido cuando tenía 5 años más o menos) en fin, Paula repitió el grado y no la tuve más en la clase. Fin de Paula.
Tengo otro recuerdo, por ejemplo, de esa misma época antes de que Paula repitiese el grado y mi vida comenzara a apestar. Y es algo que quiero contar porque siempre me fue muy mal con los chicos. Y lo van a saber a medida que vaya contando sobre mí. Pero en aquel momento no fue así, y tengo un recuerdo fugaz en donde el chico más lindo del salón me estaba tirando sonrisitas desde el otro lado de la fila. Se llamaba Joaquín, tenía rasgos re lindos. (Véase mi superficialidad. En segundo grado ya le miraba los rasgos a la gente. Siempre tuve eso. Siempre le miré a la gente los rasgos a las personas, si no tenia rasgos delicados entonces no me parecía una persona linda) Su hermano-mellizo Jorge le dijo algo. Mis amiguitas decían cosas como '' ¿Viste como te mira Joa? Se nota que le gustas. '' Y mientras tanto yo tiraba unas miraditas para la fila de los varones y el tal Joaquín me miraba sonriendo. Estaba en la cima. Que gloria la mía. Porque eso era, gloria. Saber que todo va bien. Pero no era consciente de eso, y quizás por eso uno es más feliz de niño, porque no tiene preocupaciones y no se tiene consciencia de cuando te está yendo bien y cuando no. Después uno crece y se da cuenta de las cosas, y se entristece. En aquella época, ser feliz era casi instintivo. Tenía amigas. Todas querían ser mis amigas, y hasta el pibito más lindo me quería y yo también le quería. Claramente eso no servía una mierda porque en segundo grado lo máximo que se hacía con alguien que te gustaba era ser mejores amigos y hacerse corazoncitos con plastilina. En fin. Era feliz. Mi infancia en esa época era feliz.
Bueno. Acá es donde comenzó la miseria. No sé en qué grado fue, pero de un zaas, me cortaron el pelo como un varón y ahí pareciese que nació el hobbie de romperme los huevos que nunca tuve y nació la naturaleza en los demás de pasarme por encima. Lo peor es que me cortaron el pelo porque había agarrado piojos. Pero claramente a mi mamá se le había ido la mano y me lo cortó muy muy corto.
En esa época me tenía que poner aritos porque si no, los varones, ya saben, soretes desde chicos, me decían que tenía que formarme en la fila de varones porque llevaba el pelo corto y porque tenía una mochila de Batman porque no me había alcanzado la plata para la mochila de barbie que yo quería— en fin. Me conformaba. No sé en qué época de mi vida pasó esto. No sé si fue antes o después de mi cambio de turno, ni si ya dejé de ser popular entre las nenas y los nenes en esa época. Calculo que habré dejado de serlo. ¿Quién querría andar detrás de una nena semi macho? La verdad que no se en que época de mi podrida infancia se ubica esto. Pero es lindo contarlo en forma de auto-burla. Ahora le tomé un gusto especial a tener el cabello corto. Lo tengo largo, pero lo querría tener corto. ¿Qué más cómodo que eso? A veces se me pasa por la cabeza tomar una tijera y cortarme toda esta melena curtida de tanto teñir, y deshacerme de la superficialidad y comenzar a pensar en la comodidad. Pero no después de todo lo que me costó tener el cabello largo, sin contar que si ahora me cuesta conseguir pareja, imagínense con el cabello corto. En fin. Antes, cuando era chica, eso resultó traumático. Y es que es una época en donde los nenes y las nenas se van diferenciando, y toman lo que en casa les enseñan que es normal y que no para su género.
No sé en qué mierda pensaba mi vieja al mandarme con el pelo así de corto y una mochila de Batman. Por lo menos cómprame otra mochila. O déjame el pelo largo, lleno de piojos, pero largo en fin. O una de las dos. Pero NO los dos. Supongo que desde esa época me gustó juntarme con los varones. Me acuerdo que entonces yo solía juntarme más con los varones y muy de vez en cuando me juntaba con las nenas, además, no tenía amigas directamente.
Cuando Paula repitió, no me quedó otra que hacerme de otras amigas, ahí fue cuando formé mi grupito estrella de tercer grado. Esas eran Magui, Mara y Mayra. Las tres M. Magui en mi retorcida mente de encontrarme un parecido a alguien y de ver rasgos a la gente, se parecía a mí. Era blanquita, tenía cabello ondulado y castaño. La diferencia es que ella tenía los ojos cafés y yo no. Mara sin embargo, tenía brakets (¿A quién se le ocurre castigarle de esa forma a una nena de tercer grado poniéndole unos feos alambres en los dientes? ¿Sus papás no la querían o qué?), era blanca y tenía rulos. Después estaba Mayra. Era la versión de lo que yo siempre quise ser. Era la clase de amiguita que en esa época quería tener. Era callada —demasiado diría yo—, blanca y castaña tirando a rubio. Tenía una carita tan linda. Yo pensaba en ese entonces; Que linda que va a ser cuando crezca.
Me equivoqué eventualmente, porque nunca creció. Mayra murió. La asesinó su papá de un balazo en la frente y después se suicidó él con otro balazo en la cabeza. Su propio papá, sí. ¿Cómo una nena tan linda terminó así? Ni siquiera se lo merecía. Dudo que a esa edad alguien se lo merezca. Y no sé si la vida juega con el destino de las personas o qué, o simplemente el destino juega sucio a veces, o si tan solo nos dan señales en plan la película Destino Final. Porque una semana antes de que sucediese aquella tragedia, habíamos hecho un mini-acto y todos nos teníamos que vestir o de duendes, hadas, princesas, etc. ¿Saben cómo fue vestida Mayra? De un angelito. Con todo lo que requería ser angelito; alas, vestidito n***o, etc. Mientras que yo, había ido vestida de ''hada'' supuestamente. Pero como no teníamos plata para alquilar un traje, llevé un vestido común rosa, que me había comprado mi abuela Elba y nunca lo usé, por ende había quedado archivado en el armario hasta ese día. Sin tiaras, baritas, alas, sin nada. Pelada. Pero cuando me preguntaban '' ¿De qué te vestiste vos?'' yo les respondía contenta e inocente; ''De hada'', incluso cuando ni parecía.
Cuando murió Mayra, todos mis compañeros lloraban. Y yo, apática como siempre, me sentía ajena a todo ese escenario dramático y me decía a mí misma que para que llorar, eso no iba a reviviría a Mayra. Y era bastante sincera de hecho. Me impresionó la muerte de Mayra, a más no poder. Pero no me dolió. No me podía doler. No era mi familia. Y ahí quedó. Entonces solo tengo recuerdos borrosos nuevamente de mis compañeros a lágrima viva, y de mi grupo de amigas desencajadas, desorbitadas, tratando de encontrar en los maestros una respuesta lógica a la tragedia.
Me acuerdo que mi maestra nos encerró en el salón a charlarnos sobre que Mayra estaría en nuestros corazones por siempre. Y que pese a que su cuerpo no estaba con nosotros, su alma nos acompañaría en los siguientes días de nuestras vidas. Desde entonces, nuevamente, en controversia con el mundo. Yo no lo sentía así. A mí ni siquiera la muerte de Mayra me había inmutado tanto, y eso que era de mi grupo de amigas. Y de hecho, ni siquiera creía en el alma como para pensar en esa teoría. Lo que sí, soñé con Mayra semanas siguientes a esa, y fueron sueños lindos. No los recuerdo, pero sé que fueron lindos. Nadie en el salón había soñado con ella. Solo yo. La que ni siquiera la había llorado cuando todos lo hicieron. Y en lo único que se concentraba mi mente en aquella época era en atar cabos de todas las casualidades casi irónicas que tenía la vida. Como la de que se vistiese de ángel una semana antes de ser asesinada. O de que nunca quiso jugar a las escondidas, o a la tocadita, o a esos juegos que todos jugábamos de chicos, porque no quería correr o lastimarse. O que prefería quedarse quieta, y que siempre se vio muy calmada. En fin. Hasta el día de hoy no entendí el porqué de aquello, y no entiendo en gran medida el porqué de que muchas muertes las viví así. Por ejemplo, no recuerdo en qué año fue cuando murió mi abuelo, sé que yo existía porque recuerdo cuando lo sacaban en un cajón y yo le preguntaba a Dana si ahí iba el abuelo. No lloré. Lo quería a mi abuelo, y recuerdo muy bien su cara como para pensar que era muy chica para saber lo que estaba pasando. Pero sin embargo, no era consciente de nada. No era consciente de la pesadez de una muerte. Hoy en día sé que si alguien se muere lo voy a llorar, porque lloraría hasta por la muerte de una hormiga porque acostumbro llorar por todo. Pero eso es parte de la niñez, no entender el problema. Quizás yo no entendía profundamente que no lo vería a mi abuelo nunca más, o tampoco entendía profundamente que habían asesinado a mi compañera, por ende no sentía las cosas.
No voy a escribir más sobre la muerte de Mayra, solo sé que eso fue lo único trascendente en mi memoria de aquel grado. Porque acá es cuando pienso en lo traicionera que es mi mente. Porque aquella época fue buena. ¿Y cómo lo sé? Porque no la recuerdo. Sin embargo las malas épocas de mi infancia las recuerdo todas. Y por eso quizás es que soy tan amargada.
Me había cambiado de turno en cuarto grado. Me había cambiado de turno porque mi maestra Raquel tenía cara de mala y yo era malísima en matemática y sabía que iba a repetir si me quedaba ahí. Claro, era mucho más fácil cambiarme de turno para no tener con una maestra que ni siquiera sabía si era malvada, que enseñarme matemáticas y quedarme en donde estaba. En fin. Siempre mi vida fue más complicada que eso y terminé cambiándome de turno y teniendo compañeros nuevos.
Me acuerdo que fui por los pasillos tratando de adivinar cuál sería el grado al que iría. Mi papá iba más adelante con la maestra buscando mi grado. Y yo, miraba minuciosamente por las vidrieras de los salones, y excluía a aquellos en donde había multitudes. Nunca me gustaron los salones en donde había 30 personas, y nunca me tocó ni en primaria ni en secundaria. Siempre fui a cursos en donde éramos pocos y creo que una sola vez fui a un curso en donde éramos muchos, y fue el peor año de secundaria que tuve. Pero ya habrá tiempo para hablar de eso.