Mas Que Socios

Iana Bennett. — Pequeña hermosa. La voz de mi padre me hizo reír, es tan dulce que amo su personalidad. — Dime papá. Él rio. — Vamos tarde a la empresa. Soy la nueva presidenta de las empresas de mi padre pero al parecer no quiere entenderlo, su mente es de poco procesamiento, pero que puedo hacer. Tiene cincuenta y seis años, y desde que me tuvo en sus brazos se volvió mi mejor amigo. Y fue en serio, fue mi pareja de graduación en la universidad, siempre hemos tenido una confianza extrema, incluso vemos las princesas juntas. Mi padre es un poco infantil. Sonreí al recordar a mi padre. — Voy a darme una ducha papá. Él asintió y salió de mi habitación sonriendo. Me metí en la ducha, dejando que el agua cayera por mis hombros hasta mojarme por completo. Al terminar la ducha, sequé mi cuerpo y lo envolví con la toalla. Me solté mi largo cabello castaño y empecé a maquillarme en silencio. Después de haber terminado me puse un vestido largo rojo con la espalda descubierta en forma de 'U' y con dos aberturas desde el muslo. Me miré en el espejo y me no me veía nada mal. Bajé hasta la sala donde mi padre  se encontraba comiendo una dona de chocolate, me acerqué a él tratando de quitarle un pedazo pero se metió toda la dona en un bocado. Abrí la boca ofendida pero me reí al ver que no encontraba como masticar. — ¡Eso te pasa por glotón! Intento hablar pero no podía, me reí y él solo me apuntó con su dedo, tomé mi bolso y salimos de la casa. Al llegar a la empresa, todos nos saludaban muy emocionados, mi padre no entendía por qué, solo nos apresuramos y tomamos el ascensor, hasta llegar hasta nuestra planta; la presidencial. El edificio contaba con veinte pisos. Y el último era el privilegiado, donde personas importantes podían subir y para poder entrar deben informar en recepción, mi padre es un tanto exclusivo. Él fue a su oficina y yo a la mía. Al llegar la hora del almuerzo, salí con mi amiga Lily. Un camarero pidió nuestras órdenes y nos quedamos hablando hasta que ella habló. — ¿Te enteraste que Max Davis está aquí en Seattle? Negué, su nombre se me hacía conocido, por alguna extraña razón... escuchar su nombre era como si un deja vü se presentara en mi mente. Algo muy extraño. — ¡Ay Iana!, ¿En qué mundo vives Ian? Reí. Ella empezó a teclear algo en su móvil, fruncí el ceño y la mire hasta que terminó. Alzó su móvil quedando a mi altura para que yo pudiera ver. Su rostro varonil se veía tan sexy en aquella foto, su mirada fría resaltaba entre todos las cosas al igual que sus hombros, su cabello oscuro le daba un toque de elegancia a su tez blanca. Es muy apuesto. —  No es tan hermoso Lily, por Dios si se ve todo serio y engreído. Abrió sus ojos ofendida. — ¿Te compro los lentes de belleza para que veas al bombón que tienes en mi sádico móvil? ¡Qué falta de Glamur nena! Tendré que conseguirte un pasatiempo cuanto antes... Quién sabe cuántas telarañas tengas en tu v****a. — ¡Lily! — ¿Qué? Es la verdad pura mamacita. Pasé una mano por mi frente tratando de olvidar los comentarios de Lily. Al terminar la hora del almuerzo, Lily fue a su trabajo y yo regresé a la empresa junto a mi chofer personal. Cuando llegamos a la entrada, esta se encontraba rodeada de mucha prensa, ¿Qué está pasando? La prensa no venía todos los días, la última vez prensa fue cuando mi padre estaba dando la noticia de que yo sería la nueva encargada de Bennett Company. Me acerqué a mi chofer y le pregunté. — ¿Sabes por qué hay tanta prensa? — Ni idea señorita. Asentí y me bajé del auto despidiéndome del chofer, con mi cartera en mano fui directo a la entrada. — ¡Señorita una foto! Uno de los camarógrafos habló. Asentí y posé para la foto y los flashes resaltaron en mi rostro. Al terminar fui directo hacía la recepción. La gente estaba alborotada, gente corriendo por todos lados, me acerqué a la recepcionista y le pregunte. — ¿Por qué todos están así? — Oh señorita es que llegó un hombre muy importante... Y guapísimo. — Disculpa, pero se te paga para trabajar no para estar fijándote en hombres, así que vamos... ¡A trabajar! Hablé seria y la chica me fulminó. ¿Qué pensaba? ¿Qué haría lo que se le daba la gana? Pues no, soy la una de las jefas y para mí, primero son los negocios. Fui hacía el ascensor y éste empezó a subir junto con dos chicas que iban dentro pero yo les daba la espalda mientras las escuchaba murmurando cosas y algunas risitas se les escapaban. — Es tan guapo, lo invitaré a salir. — ¿Cómo será en la cama? ¡Un Dios con ese cuerpo! — Sus músculos bien marcados, creo que con sus dedos puede hacer magia. Mi rostro estaba hecho una molestia, que mujer se atrevería a rebajarse a un hombre solo para tener sexo, me dan asco, en serio que lo dan. Las chicas se bajaron cinco pisos antes del mío. Cuando llegué a mi piso las cosas estaban peor que la recepción, había mucha gente caminando de un lado a otro, algunas gritaban cosas ¡Todo era un desastre! Me acerqué a la chica que se encargaba del piso presidencial. — Arregla éste desastre ahora. Hablé seria y ella asintió, me acerqué hasta el baño que se encontraba en la derecha, saque mi maquillaje y empecé a retocarme, cuando volví a escuchar murmullos de dos chicas que llevaba  dentro un buen rato. — ¿Viste cómo me miró? — Sus ojos son  tan fríos, pero se ve hermoso en ese traje. — No puedo creer que esos son sus amigos... ¡Son extremadamente guapos! — Creo que me dará un infarto vaginal, justo en este momento. Me quede quieta mirándolas serias, ellas se asombraron y agacharon su cabeza, recogí mis cosas y salí hasta llegar directo a mi oficina, sin importar que mi secretaría entrara a mi lado. A Cristina era la única que entraba a mi oficina como le diera la gana, desde hace meses se ganó mi confianza y por esa razón lo hace, es una excelente chica, muy capacitada por eso le tenía preparado un nuevo puesto. — Disculpa molestarte, pero tu padre acaba de pedirme que fueras a su oficina. — Gracias Cristina, puedes retirarte. Ella salió y yo acomodé mi vestido junto con mi cabello, tomé mi móvil saliendo segura como siempre hasta llegar a la oficina de mi padre. Abrí la puerta y me di cuenta de porque tanto alboroto había en la empresa. Frente a mi padre se encontraban tres hombres, muy guapos... Que digo guapos, ¡Demasiados atractivos! ¡Dios Mío!  Pensé. — ¡Oh pequeña!, qué bueno que llegas... Pensé que llegarías más tarde. Noté como los tres pares de ojos me miraban disimuladamente, sonreí mirando a mi padre. — El almuerzo era ligero... ¿Comiste? Asintió sonriendo. — Pero ese no es el motivo de que te mandara a buscar… Encontramos lo que nos hacía falta en la compañía. Exclamo emocionado. Lo miré confusa. — Pequeña, encontramos tres socios más Solo dos sonrieron y uno estaba serio, hasta podía sentir la molestia en sus ojos claros, fruncí mi ceño presentándome — Un placer, Dylan Stone. Estreché mi mano dándome una sonrisa de boca cerrada. — David William. Volví a estrechar mi mano. — Maximiliano Davis. Extendió su mano y la acepte con nerviosismo, su mirada no se despegaba de la mía, su rostro era firme y por un momento logró intimidarme, despegué rápidamente mi mano y él me miró con una sonrisa bastante maliciosa. Y justo en ese momento que comenzaba a faltarme el aire.