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Tormenta de Pasiones. Saga familia Duque.

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Blurb

Luis Díaz lo perdió todo: su libertad, su familia y el prestigio que alguna vez lo definió. Ocho años en prisión lo endurecieron, pero no lograron apagar el fuego que aún le arde en la sangre. Ahora que está de vuelta en el mundo que lo olvidó, lo último que espera es enfrentarse a Dafne Duque, una mujer implacable, tan brillante como desafiante… y con un vínculo imposible de ignorar: es la hermana de la abogada que ayudó a condenarlo.

Dafne no retrocede. Está acostumbrada a tomar el control, a pensar con lógica, a no dejarse arrastrar por las emociones. Pero Luis… la descoloca. La confronta. La enciende.

Y él, marcado por la traición y el orgullo, tampoco está dispuesto a olvidar.

Entre ellos, cada encuentro es un campo de batalla: las miradas hieren, las palabras provocan, y los besos… desarman.

Pero la guerra no solo está en lo que se atreven a decir, sino en todo lo que se empeñan en callar.

En Tormenta de Pasiones, Dafne y Luis se enfrentan a sus culpas, a sus miedos y a un deseo que arde más allá de lo correcto.

Sus días son una tormenta de reproches.

Sus noches, un refugio donde el orgullo no basta para resistirse.

¿Puede un vínculo nacido del conflicto transformarse en algo que los salve?

¿O la pasión terminará arrasando todo lo que aún no se atreven a sentir?

03/01/2025

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Prefacio.
El edificio de Díaz, Mendieta y Asociados se erigía como un coloso del progreso en el sector energético. Dafne Duque lo observaba desde la acera, con su portafolio apretado contra el pecho. Por años había admirado desde la distancia el trabajo de Luis Díaz, conocido por su enfoque innovador y amigable con el medio ambiente. Sus proyectos aparecían constantemente en revistas especializadas, y no solo eran aplaudidos por su eficiencia, sino también por su compromiso con la sostenibilidad. Luis Díaz no solo era un líder en la industria, también era un hombre cuya imagen irradiaba integridad y carisma. Un hombre atractivo en todos los sentidos. Dafne no lo conocía en persona, pero lo respetaba profundamente. En su mente, colaborar con Díaz era más que un paso profesional; era la oportunidad de alinear su visión del futuro con la de un hombre que parecía compartir sus ideales. —Dafne, ¿piensas quedarte mirando el edificio todo el día o vamos a hacer historia? —preguntó Rodrigo Arismendi, su primo y socio, con una sonrisa burlona. Dafne sacudió la cabeza, saliendo de su ensimismamiento. Ajustó su blazer y le lanzó una mirada firme. —Vamos a hacerlo. Si alguien puede entender el impacto de este proyecto, es Luis Díaz. Entraron con paso decidido. A pesar de su postura segura, Dafne sentía un leve cosquilleo de nerviosismo al pensar en la posibilidad de que finalmente conocería a Díaz en persona. Para ella, él representaba todo lo que quería ser en su campo: innovador, influyente y respetado. La sala de juntas, sin embargo, fue el primer golpe a sus expectativas. En lugar de ser recibidos por Díaz, quien aparentemente estaba demasiado ocupado, los atendió Roberto Mendieta, su socio. El hombre irradiaba confianza, pero había algo en su sonrisa calculada que no cuadraba con la imagen de integridad que Dafne asociaba con la firma. —Señorita Duque, señor Arismendi —dijo Mendieta mientras hojeaba el dossier con una rapidez que rozaba lo insultante—. Su propuesta es interesante, pero... Dafne sintió un nudo en el estómago. Esa palabra, “pero”, ya había matado más de un sueño. —Pero ¿qué, señor Mendieta? —preguntó con tono firme, aunque su pecho ardía de frustración contenida—. Nuestro diseño supera los estándares de eficiencia, y además es económicamente viable. Rodrigo, siempre más impulsivo, se cruzó de brazos. —¿O es que no les deja suficiente margen para inflar costos? Porque eso sí explicaría muchas cosas. Mendieta soltó una risa falsa, como si el comentario de Rodrigo le pareciera un chiste sin importancia. —No es cuestión de costos, sino de estrategia. Nuestro enfoque actual prioriza proyectos más rentables. El señor Díaz revisó personalmente esta propuesta y concluyó que no encaja con nuestra visión. El mundo de Dafne pareció tambalearse. Luis Díaz, el hombre que ella admiraba, había rechazado su proyecto sin darle siquiera una oportunidad. En su mente, la imagen de un líder visionario comenzó a desmoronarse, reemplazada por la de un empresario arrogante, incapaz de ver más allá de sus propios prejuicios. Aun así, Dafne no perdió la compostura. Se puso de pie, mirándolo directamente a los ojos. —Dígale al señor Díaz que su “visión” acaba de dejar escapar una oportunidad única. Este proyecto será construido, con o sin ustedes, y cuando eso suceda, recordará que tuvo la posibilidad de ser parte de algo grande. Rodrigo también se levantó, recogiendo sus papeles con un movimiento teatral. —No se preocupe, Mendieta. Nosotros no rogamos. Pero, si se trata de estrategia, deberían replantear la suya. Ignorar proyectos así solo deja claro que están perdiendo el rumbo. Ambos salieron del edificio con la cabeza en alto, pero el fuego de la indignación ardía en cada paso. Para Dafne, el rechazo no solo fue una afrenta profesional, sino un golpe personal. Había admirado a Luis Díaz, incluso lo había idealizado, y ahora se sentía traicionada por un hombre que ni siquiera tuvo la decencia de atenderla personalmente. Semanas después, cuando la competencia de Díaz, una empresa comprometida con la sostenibilidad aceptó su propuesta, Dafne se prometió a sí misma no volver a admirar a nadie sin conocerlo de verdad. Mientras supervisaba la construcción inicial de la planta, observaba a los trabajadores con una mezcla de orgullo y amargura. —¿Sabes qué es lo mejor de todo esto? —preguntó Rodrigo, mirando los avances con una sonrisa de satisfacción—. Que este proyecto va a ser un golpe directo a Díaz y compañía. Van a arrepentirse de habernos rechazado. Dafne asintió lentamente, sus ojos fijos en las turbinas que se erguían como gigantes en el horizonte. —Espero que lo vean. Y cuando lo hagan, quiero que sepan que no pueden detener el cambio. Ni con todas sus excusas. Lo que Dafne no sabía era que Luis Díaz jamás había visto su propuesta. Mendieta, en su búsqueda de mantener sus propios esquemas turbios, la había descartado sin consultarlo. Luis, atrapado en un mar de contratos e irregularidades, apenas tenía tiempo para cuestionar las decisiones de su socio. Cuando finalmente vio una breve mención del proyecto, fue demasiado tarde. La competencia ya estaba avanzando con la planta, y antes de que pudiera indagar más, la trampa de Mendieta lo arrastró a un juicio por asesinato que destrozaría su vida. Para Dafne, sin embargo, la historia era clara. Luis Díaz no era más que un hombre arrogante que había despreciado su trabajo sin razón. Y aunque su proyecto ahora era una realidad, el resentimiento que sentía hacia él había echado raíces. —Algún día, Díaz —murmuró para sí misma mientras revisaba los planos de expansión—, entenderás lo que significa enfrentarte a alguien como yo. **** El aire acondicionado de la oficina apenas lograba calmar el calor sofocante de aquella tarde. Dafne Duque estaba revisando unos planos, sumergida en cálculos y proyecciones, cuando una notificación en su Tablet la sacó de su concentración. Con un leve suspiro, deslizó el dedo sobre la pantalla y leyó el titular. "Empresario Luis Díaz, acusado de asesinato tras brutal crimen en un hotel." Las palabras se clavaron en su mente como cuchillas. Su corazón dio un vuelco al leer los detalles: la víctima era una escort, una joven que había pasado la noche con Díaz antes de ser encontrada brutalmente asesinada. La sangre de Dafne comenzó a hervir mientras sus manos temblaban ligeramente. —¿Cómo puede alguien hacer algo así? —murmuró para sí misma, sintiendo un nudo en el estómago. Recordó a su madre, una mujer que había trabajado como escort para sacar adelante a su familia en medio de una sociedad que no perdonaba. Pensar en una joven inocente sufriendo una muerte tan horrible le provocaba una mezcla de rabia e impotencia. —Ese maldito debería pudrirse en prisión —escupió con amargura, cerrando la Tablet de golpe. Cuando Rodrigo entró en la oficina, la encontró tamborileando los dedos sobre el escritorio, su mirada fija en un punto indeterminado. —¿Qué pasa ahora? —preguntó, arqueando una ceja mientras dejaba unos papeles sobre su escritorio. Dafne señaló la Tablet sin levantar la vista. —Lee eso. Luis Díaz, acusado de asesinar a una escort. Ese hombre debería recibir la pena máxima. Rodrigo tomó la Tablet y leyó el artículo en silencio. Cuando terminó, negó con la cabeza. —Es horrible, pero ¿y si no lo hizo? No sabemos toda la historia, Dafne. —¡No me importa! —replicó Dafne, golpeando la mesa con la palma de la mano—. La mujer está muerta. ¿Sabes lo que significa eso para su familia? Para su madre, si es que la tiene. ¡Díaz merece pudrirse en prisión por lo que hizo! Rodrigo la miró con preocupación. —Estás dejando que tus emociones nublen tu juicio. Esto es un caso serio, pero también es posible que alguien lo esté incriminando. Dafne soltó una risa amarga. —¿Tú también lo vas a defender? Claro, porque es un hombre rico y poderoso. Seguro que la justicia se arrodillará ante él. Pero si fuera al revés, si él fuera pobre y la escort rica, ni siquiera estaríamos teniendo esta conversación. Rodrigo decidió no insistir. Conocía a Dafne lo suficiente como para saber que, una vez que formaba una opinión, era casi imposible hacerla cambiar de parecer. Días después, mientras Dafne trabajaba en su oficina, recibió una llamada de su hermana menor, María Elena. —¿Puedes venir a casa esta noche? —preguntó Elena con un tono neutral que no encajaba con su personalidad habitualmente controlada. —Claro. ¿Qué pasa? —respondió Dafne, notando algo extraño en su voz. —Es mejor hablar en persona. Esa noche, Dafne llegó al apartamento de su hermana con una mezcla de curiosidad e inquietud. Elena la recibió con una expresión tensa, y ambas se sentaron en la sala. Tras unos momentos de silencio incómodo, Elena soltó la bomba. —Estoy representando a la familia de la escort que asesinaron. Ellos quieren justicia, y yo voy a asegurarme de que la consigan. Dafne sintió que el mundo se detenía por un instante. Miró a su hermana con una mezcla de orgullo y desesperación. —Entonces, vas a refundir a Díaz en prisión, ¿verdad? Porque ese hombre merece pagar. Elena apartó la mirada, su mandíbula tensándose. —Eso intento, Dafne. Pero hay un problema. —¿Qué problema? —preguntó Dafne, frunciendo el ceño. —El abogado defensor de Díaz es Anthony. El silencio que siguió fue ensordecedor. Dafne tardó un momento en procesar las palabras de su hermana. —¿Anthony? —repitió, casi en un susurro—. ¿Tu Anthony? ¿El hombre con el que planeas casarte? Elena asintió lentamente, evitando la mirada de su hermana. —Sí. Anthony es el mejor abogado penalista que existe. Díaz lo contrató, y ahora estamos en lados opuestos. Dafne sintió una oleada de rabia subirle por la garganta. —¿Cómo puede Anthony defender a un hombre así? —exclamó, poniéndose de pie—. ¡Es un asesino, Elena! ¿Y tú vas a quedarte viendo cómo tu novio defiende a ese monstruo? Elena también se levantó, cruzándose de brazos. —¡No estoy “viendo”, Dafne! Estoy haciendo mi trabajo. Estoy peleando para que ese hombre pague. Pero Anthony también está haciendo el suyo, aunque no lo apruebe. —¿No lo apruebas? ¿Entonces por qué sigues con él? —insistió Dafne, señalándola con el dedo. —¡Porque no todo es blanco y n***o! —respondió Elena, con la voz cargada de frustración—. Anthony no está de acuerdo con lo que hizo Díaz, pero cree que merece una defensa justa. Y aunque me duela, no voy a dejar que eso destruya lo que tenemos. Dafne dejó escapar una risa amarga. —¿No destruirlo? Esto ya lo está haciendo. ¿O crees que Anthony seguirá siendo el mismo después de defender a alguien como él? Porque yo no lo creo. Elena apretó los labios, pero no respondió. Sabía que Dafne tenía razón en parte, pero también sabía que, como abogada, no podía permitirse dejarse llevar por las emociones. Finalmente, Dafne suspiró, relajando los hombros. —Está bien. Si esto significa tanto para ti, voy a apoyarte. Pero no voy a quedarme callada si Anthony mete las manos al fuego por Díaz. Elena la miró con una mezcla de gratitud y cansancio. —Gracias, Dafne. Pero no necesito que pelees con Anthony por mí. Lo único que te pido es que confíes en que estoy haciendo lo correcto. Dafne asintió, aunque su mandíbula seguía tensa. —Confío en ti, Elena. Pero no confío en Anthony. Y mucho menos en Díaz. Mientras Dafne salía del apartamento, sus pensamientos estaban enredados en un torbellino de emociones. Aunque había prometido apoyar a su hermana, no podía evitar sentir que este caso iba a romper algo irremediablemente. “Luis Díaz... te juro que si vuelvo a cruzarme contigo, no habrá juicio que te salve de lo que pienso decirte”, pensó mientras cerraba la puerta tras de sí. **** ⚠️ Nota de la autora Este no es un libro donde la protagonista espera ser salvada por un millonario. Dafne Duque no es una mujer débil, sumisa ni dependiente. Ella es lógica, brillante y dueña de sí misma. Una mujer con un coeficiente intelectual fuera de lo común, que analiza antes de sentir, y que no reacciona como las heroínas tradicionales de los romances rosas. Dafne no está rota, no necesita redención, ni busca aceptación. Es simplemente una genio. Y como muchas personas con alta inteligencia, su forma de ver el mundo, de procesar emociones y de relacionarse puede parecer “distante” o “fría” para quienes están acostumbrados a protagonistas emocionales, impulsivas o sufridas. ⚠️ Si buscas una historia donde la protagonista vive para el amor o se desmorona ante el primer beso, este libro no es para ti. ⚠️ Si no puedes respetar a una mujer que piensa antes de actuar, que defiende su independencia y que se enamora sin perder su esencia, te invito a no comentar. Este libro también contiene escenas intensas de contenido spicy, escritas con intención emocional y narrativa, sin vulgaridad pero con fuerza. Si no es tu estilo de lectura, está bien. Hay muchos otros libros esperándote. Pero si te atreves a entrar en esta tormenta de pasiones con la mente abierta y el corazón dispuesto… bienvenida. Recuerden este libro es parte de una saga es como una especie de continuación de Reconquistando tu corazón, pero si no has leido ese no te preocupes, porque vas a entender este libro sin necesidad de haber leído el anterior.

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