Resoplé y entré.
—¿A quién busca? —preguntó el portero con esa seriedad exagerada.
Me paré derecha, apretando el paquete contra mí como si fuera un escudo.
—Apartamento B-C12, tercer piso. Nombre: Alina.
Él revisó en su lista, asintió y me dejó pasar con una sonrisa forzada.
—Puede subir.
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El ascensor estaba vacío. El espejo en la pared me devolvió mi imagen con la ridícula camisa roja del restaurante. El chile sonriente parecía burlarse de mí, como si supiera el desastre que siempre hago. Apreté los labios, alisé un poco la tela y miré mis propios ojos en el reflejo.
“Concéntrate, Isabella. Es solo un pedido. Entregas, verificas, firmas y te vas. Fácil.”
El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron con un ding seco. El pasillo estaba silencioso, alfombrado en un tono beige qu
