También saqué mis bragas limpias y un sostén sencillo. Me sequé rápido, me vestí frente al espejo, jalando la tela de los jeans con ese brinquito torpe que siempre hago porque siento que no me entran, aunque al final sí cierran. Frente al espejo, medio me arreglé el cabello castaño. Estaba húmedo, rebelde, así que lo dejé suelto, que haga lo que quiera. Me puse un poco de perfume en las muñecas, detrás de las orejas, y desodorante, claro, no iba a ir oliendo a nada raro.
Listaaaa, me dije a mí misma, lanzando un beso al espejo como si hubiera ganado una guerra.
En eso, Viktoria salió del baño y me señaló la ropa que había dejado tirada en el suelo.
—Recoge eso, Isabella.
—¡Ay, yaaaa! —me quejé como una niña—. ¡Un día me dejarás tranquila!
Pero recogí la ropa, murmurando cosas entre di
