El comienzo de todo

1032 Words
Trece años atrás… El día estaba nublado, los tonos que se observaban en el cielo eran grises en lugar de tonos azules, parecía que iba a llover todo el día y haría que el ambiente fuera triste como era mis cumpleaños, un chico al que han catalogado como un hombre sin hogar. Hace unos años me abandonaron frente a un orfanato en un día frío como el de hoy. Era tan solo un bebé al que abandonaron como a un perro. Me enviaron al olvido. Mi carácter y personalidad es sencilla. Suelo ser amable con las personas que se lo merecen, soy paciente, pero puedo ser letal cuando me provocan. Siempre fui un niño muy inteligente, un nerd. El típico chico al que ninguna chica se fijaría o eso creía hasta que conocía a Caroline Collins. Se suponía que estaba celebrando mis cumpleaños número quince, pero estaba solo. Desde niño sufrí humillaciones, insultos y golpes por parte de los otros niños. La gran mayoría fueron adoptados, excepto Kadir y yo. Hemos estado juntos prácticamente toda la vida. Nos conocimos en el orfanato, él llegó cuando yo estaba celebrando mi cumpleaños número seis. Tenemos la misma edad, pero a diferencia de él, yo nací en Múnich, Alemania y él en Estambul, Turquía. Su tono de piel es un poco moreno, su cabello castaño, sus ojos marrones. Su nariz respingada y labios delgados, y mide aproximadamente un metro con ochenta. Es diez centímetros más baja que yo. Kadir se parece a mí en cuanto a personalidad. En cuanto, a mi físico… Mi cabello es color azabache, al igual que mis ojos. El color de mi piel es blanco, pero debido a mis trabajos de medio tiempo me he bronceado. Mi nariz también es respingada, pero mis labios son gruesos y soy un poco más musculoso que él. Ambos nos hemos caracterizado por ser muy inteligentes y eso ha ocasionado que las personas se burlen de nosotros, además de que saben que somos dos huérfanos a los cuales sus padres decidieron abandonar antes que darles un hogar. Estábamos cerca de culminar nuestros estudios para ingresar a la universidad. —Oye Bastián, ¿vas a trabajar hoy? —Sí. ¿Tú? —No puedo hermano, debo ir a la biblioteca. No me digas que olvidaste el trabajo que tenemos pendiente. —Lo olvidé. —Lo sabía. Su expresión me causa gracia, ya que ha sido muy exagerada al ver que tenía la razón. Kadir y yo hemos tenido que trabajar después de clases desde que teníamos trece años para solventar nuestros gastos y para intentar ir a la universidad en Suiza, la cual es el número uno de las universidades elite de Suiza. —Hermano, se supone que esta es nuestra oportunidad para ir a la mejor universidad. Sabes que no tenemos dinero para pagar la carrera y menos nuestra estadía en un país desconocido. Debemos estudiar más para ganar las becas y largarnos de aquí para comenzar una nueva vida. ¿Cómo pudiste olvidar el trabajo final? —Lo siento, pero tengo trabajo. No puedo dejarlo tirado. —Habla con tu jefe y dile que no podrás asistir, esto es importante y lo sabes. —Mi trabajo también es importante. —Lo sé y lo entiendo, es lo que nos ha dado de comer todo este tiempo, pero no creo que tu jefe se enoje si faltas una sola vez. Tú nunca faltaste al trabajo o a las clases, tienes las mejores calificaciones de todos y eres un excelente empleado, pero esto es de vida o muerte. —No exageres. Te ayudaré en la noche cuando llegue al orfanato, no pasará nada por terminar el trabajo dentro de unas horas. Además, hoy me pagarán más y no puedo perder la oportunidad. —Está bien, tú ganas. Hacerte cambiar de opinión, es una pérdida de tiempo, gana mucho dinero para los dos, así podré demostrarle a todo el mundo que mi hermano mayor es quien me sostiene y que estoy orgulloso de él. —No seas idiota, no te mantendré toda tu vida, debes hacerlo por tu propia cuenta. —Ya lo sé. —Bien, me voy. Nos vemos en casa. —Bien, adiós. Trabaja duro, te quiero, hermano. —También, ten cuidado al volver a casa. —Tu igual. No olvides que esto es… —El comienzo de todo. —Exacto. Nos vemos. Kadir se dirige a la biblioteca que había en la ciudad y la cual no te cobraba por leer sus libros. Él y yo hemos ido a esa biblioteca por años. La señora Emma es una mujer de unos cincuenta años, ha trabajado para esa biblioteca desde que tenía diecinueve años. Kadir y yo amábamos escuchar sus historias de cuando se hizo a cargo de ese trabajo, es amante a los libros como nosotros y es la única persona que nos ha tratado como si fuéramos sus hijos. La mujer siempre se disculpa con nosotros por no poder adoptarnos. Nunca se casó y eso dificultó conseguir que aprobarán los papales de adopción. Hasta donde sé, lo ha intentado más de diez veces y todas fueron rechazadas, así que comenzó a visitar el orfanato para saber cómo estábamos y para pasar el tiempo con nosotros desde que teníamos ocho años. Cuando teníamos ocho años, Kadir y yo sufrimos golpes por niños más grandes que nosotros. Nos acorralaron al salir de la biblioteca durante nuestra primera visita a ese lugar y nos golpearon fuerte hasta conseguir que sangráramos. La mujer fue quien detuvo el ataque y corrió con nosotros hasta el hospital más cercano para curarnos, pues Kadir fue quien más sufrió a causa de los golpes, ya que estuvo hospitalizado más de dos semanas y yo estuve solamente una. Ese fue el comienzo de todo nuestro sufrimiento, pero a la vez, fue lo mejor que nos pudo pasar porque conocimos a la dulce Emma. La mujer a la que llamamos como mamá Emma. Kadir y yo, hemos prometido darle lo mejor a esa mujer, porque ha sido como nuestra madre. Nunca nos importó el que no consiguiera los papeles de adopción, para nosotros ya era nuestra madre. Una madre que siempre hemos deseado.
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