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249 Words
Estuve en posición fetal durante horas. Mi cuerpo se sentía con los ánimos de no hacer nada y una extraña obscuridad se estaba apoderando de mí. Me encontraba desnudo sobre la fría tierra y con semen de otro hombre sobre mi cuerpo y mi rostro. No podía huir ni aunque quisiera. La marca ya se había hecho; me sentía como un poste de luz meado por un perro. Mi vida se había vuelto muy desgraciada desde la muerte de mi hermana, la primogénita. Y, a pesar de la gran tristeza que me causaba su perdida, no podía dejar de pensar que todo esto era su culpa, por haber sido tan estúpida y dejado que unos humanos viles y corrientes la mataran. Una débil luz me advirtió que el amanecer estaba cerca y decidí que lo mejor era largarme de ahí. No podía regresar a mi casa en esas condiciones, así que reuní toda la fuerza de la fui capaz y caminé sin rumbo fijo hasta encontrar un arroyo. Me metí en él y me quejé al sentir el agua fría limpiarme superficialmente. Sabía que el agua no quitaría la marca, pero por lo menos dejaría de estar pegajoso y asqueroso. Al salir del arroyo probé si mi transformación era posible, y feliz me di cuenta de que de nuevo podía convertirme en lobo. Salí de aquel bosque a cuatro patas y corrí a donde mi instinto me indicaba, dejando que el helado viento matutino me despejara un poco la cabeza.
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