Novam Domum
¨Los monstruos nunca estuvieron bajo mi cama…ellos estaban en mi cabeza…No le temo a los monstruos…porque nunca los he visto…ya que todo este tiempo…el monstruo he sido yo¨– leía en voz alta una dulce joven mientras esperaba sentada el autobús para regresar a casa después de la escuela.
La parada estaba desierta, era una de esas noches oscuras donde el cielo se cubría con nubes para que la Luna no viera. La brisa salina del mar azotaba los rizos dorados de la doncella fundida con las páginas de su libro, ajena a todo, ajena a cualquier temor que podía acechar en las desoladas calles del pueblo.
El autobús llego a su destino, abrió sus oxidadas puertas para la muchacha y las cerró tras su paso; tropezando torpemente con las personas a su alrededor buscó un lugar para sentarse, terminando junto a una señora de unos 70 años de edad:
–No es un poco tarde para que una jovencita como tu este fuera de casa a estas horas de la noche – le pregunto la anciana.
–Si es que, me he quedado dormida en clase y me han dejado hasta tarde como reprimenda, para que así ya no vuelva a suceder…según los profesores – le contesto la joven riéndose levemente mientras seguía dentro de las páginas de su libro.
Al cabo de unos minutos el autobús se detuvo de repente, había parado en la siguiente estación para recoger a dos pasajeros. Uno se sentó en la parte de adelante junto a la ventanilla, y el otro recorrió todo el vehículo y se instaló en los asientos del fondo, completamente solo. La muchacha lo observó, llevaba un abrigo enorme y un sombrero n***o, y por alguna razón, aquel hombre no podía quitarle los ojos de encima. Volvió a sumergirse en su libro y mientras leía con atención…sintió un frio suspiro en su nunca y salto alarmada.
—Perdón por asustarte – dijo la señora sentada junto a ella – ¿qué estás leyendo? – preguntó
—Ahh…esto…es una obra literaria que nos orientaron de tarea.
—Parece ser muy interesante.
—Si, lo es – le respondió la muchacha sintiendo como la mirada de la arrugada anciana penetraban en ella.
Finalmente el autobús se detuvo en la parada más cercana a la casa de la joven, esta se bajó dándole las gracias al chofer y continuó su camino. Unos pasos seguían los suyos por las húmedas aceras del barrio, al voltearse…vio que su seguidor no era más que el señor tétrico del asiento de detrás que no había dejado de mirarla. Ella apresuró el paso agarrando fuertemente su bolso y su libro contra el pecho, últimamente estaban pasando cosas muy raras así que era de esperarse que estuviera asustada. A solo unos metros de su casa, una fuerza externa la agarró con fuerza y la arrastró hacia un callejón…todo sucedió tan rápido que le fue imposible hacer nada. El misterioso señor la empujó contra la pared, la inmovilizó de tal modo que no pudiera pedir ayuda: –Lo siento – exclamó débilmente. La joven estaba atemorizada, sus débiles forcejeos no conseguían siquiera apartar la mano del atacante de su boca para poder gritar…lo único que podía hacer era suplicar a Dios que fuera una pesadilla, que tomara su bolso y se fuera, que alguien la salvara de aquel horrible callejón. Rompió el silencio de la noche las gotas de sangre salpicando en el suelo que corrían por la filosa y plateada hoja del cuchillo con la que estaba siendo apuñalada una y otra vez; cayó al suelo, adolorida, intentó poner presión en sus heridas, tratar de sobrevivir…mientras sus ojos se cerraban lentamente y exhalaba su último suspiro... contemplaba como su asesino se mezclaba con la oscuridad y desaparecía. Una vez más, la sangre había manchado las calles de Willow Creek.
13 años después…
Nick se encontraba en el asiento trasero del Taxis, concentrado en su teléfono, mientras se dirigía en camino hacia su nuevo hogar: – Ya hemos llegado – anunció el chofer observando al joven por el retrovisor. Nick levantó la mirada y hecho un vistazo por la ventanilla, habían pasado junto a un letrero viejo y mohoso que le daba la bienvenida al pueblo.
Willow Creek era un pueblo pesquero al sureste de Irlanda, de pocos habitantes, el típico lugar donde todos se conocían. El olor del pescado, el sonido de las olas rompiendo en la costa, el húmedo aire acompañado con las brisas del mar era algo característico del lugar, además de sus mariscos..., y de otras cosas.
—Aquí está bien – dijo Nick al chofer mientras este detenía el coche – Gracias – le pagó por sus servicios y se bajó del vehículo.
Empezó a caminar hacia casa de su madre con la que iba a vivir ahora, después de la muerte de su padre. Sinceramente pudo haberle pedido al taxista que lo dejara justo en la puerta de su casa pero quería contemplar cómo sería su nueva vida. Mientras avanzaba por las frías y mojadas calles del pueblo reconoció el aroma de los camarones y las langostas; le llamó la atención las antiguas estructuras de sus edificaciones, el moho de la madera, los frondosos árboles del parque, las piedras del asfalto, y como siendo un lugar tan remoto y viejo, tenía su toque encantador; también notó como las personas a su alrededor lo veían como si fuese un fenómeno, la verdad es que ellos no estaban acostumbrados a ver caras nuevas.
Escuchó carcajadas detrás suyo, giro la cabeza y vio a un par de colegialas que intentaban llamarle la atención, tal y como era de esperarse, ya que Nick era un joven de 17 años, alto y delgado pero de contextura fuerte, cabello sedoso de un hermoso castaño oscuro y unos ojos tan azules como las aguas del mar que se encontraba a tan solo a unas cuadras. Siempre fue muy alegre, carismático, popular pero a la vez amable, y muy bueno con las chicas, cuando sacaba su lado seductor no había quien se le negara, imaginaros al chico más perfecto posible, ese era él.
Se dio media vuelta y les preguntó a las chicas como podía llegar a la dirección que tenía escrita en un papel estrujado, estas le señalaron el camino y se despidieron de él con una enorme sonrisa de oreja a oreja en sus caras.
Nick siguió con su trayectoria y llegó a los pies del puerto, echó un vistazo a lo que había dentro y se encontró con pescadores y marineros bebiendo cerveza, contando historias sobre sus viajes y capturas, ¨hubo otra muerte¨, escuchó sorprendido, pero se despreocupó por completo al sentir la brisa del mar, que en aquel lugar era más fuerte que nunca, las olas, el sonido de las gaviotas, baff…le parecía el paraíso después de tantos años en la ciudad con esos carros y su humo contaminándolo todo, la espesa multitud que apenas dejaban espacio para caminar libremente…, definitivamente necesitaba un lugar de tranquilidad, solo que no sabía que allí, no lo iba a encontrar.
Totalmente embobado con aquella atmósfera, dio un salto a la realidad al ser derrumbado al suelo, al abrir los ojos vio a una jovencita con abrigo de capucha gris que le había chocado tumbada en la acera, se levantó rápidamente y le ofreció su mano en ayuda:
—¿Estás bien? – pregunto Nick – Creo que deberías tener más cuidado- dijo agarrando la fría mano de la muchacha.
—Lo siento, es que estaba muy apurada y no te vi – respondió mientras se ponía de pie – Gracias.
Nick se quedó totalmente paralizado mientras sostenía la gélida mano de aquella chica…era tanto su belleza que lo puso en estado de trance. La joven se soltó rápidamente y corrió al interior del puerto, de camino al muelle. Nuestro hombre no tuvo la oportunidad siquiera de preguntarle su nombre, memorizó solamente las facciones de su rostro y sus ojos, unos ojos verdes que enamoraban. Pensó en seguirla pero le pareció algo extremo, era su primera vez en el pueblo y no quería parecer un acosador, además, ya se le estaba haciendo tarde. Siguió su camino deseando poder encontrar nuevamente a la chica de capucha gris y ojos verdes.
La casa de su madre se encontraba cerca de la que sería su próxima escuela. La morada era grande, rústica y moderna a la vez, dos pequeños pinos decoran el jardín, y la madera oscura de las puertas y ventanas hacían una combinación espléndida. Apenas despegó su dedo del timbre se podía sentir como la puerta principal se abría.
—Vaya, vaya, sí que te has demorado – respondió una señora de unos 36 años con lo que parecía ser el uniforme del sheriff del pueblo.
—Lo siento mamá, me he desviado un poco del camino – contestó Nick mientras se acomodaba la oscura cabellera. Su madre lo abrazó fuertemente, por fin tenía a su niño de regreso, aunque las circunstancias no fueran las mejores.
—¿Cómo estás?, por lo de tu padre.
—Ya estoy mejor la verdad, sigo extrañándolo pero no hay nada que pueda hacer.
—Lo siento mucho cariño – contestó la madre mientras volvía a sumergir a su hijo en brazos. El padre y la madre de Nick se habían separado hace años y cuando lucharon por la custodia de sus hijos, su madre Denisse se había quedado con su hermano, y Nick se fue a vivir con su padre al centro, hasta que este murió de cáncer y nuestro muchacho tuvo que venir a pasar sus últimos años escolares con su madre, en Willow Creek.
Al adentrarse en la casa, el joven soltó las maletas y observó cuidadosamente el interior del lugar, era todo lo contrario al exterior, era cálido y seco, con un aroma a ¨brisas montañosas¨. Se percató de pronto que un terrible peligro se abalanzaba sobre él:
—Bienvenido a casa Nicolás Wades – exclamó su hermano Nathan mientras lo abrazaba y le daba pequeños empujones.
—Ya Nathan, suéltame…yo también me alegro de verte– respondió mientras trataba de desprenderse de su hermano antes de que este lo ahogara —Joder…tío, tu sí que no cambias– le devolvió el abrazo y todos los empujones.
—Aww, mis dos hombrecitos aquí conmigo – dijo mamá osa mientras apretaba con gran amor los cachetes de sus dos hombres.
Cuando las cosas se calmaron, se sentaron todos en la cocina y tuvieron un gran almuerzo familiar hasta que el sonido de la radio de Denisse los interrumpió, dando aviso de tener pistas sobre el caso en el que recientemente estaban trabajando.
— ¿Todo bien? – pregunto Nathan
—Si – es sobre el caso del pescador muerto ayer en la noche – respondió la Sheriff
—Pescador muerto – hablo Nick – creo que he oído algo sobre eso de camino acá, cerca del puerto.
—Últimamente es de lo único que se habla, tantos casos, muertes misteriosas, asesinatos…tienes que tener mucho cuidado hijo mío.
—Tranquila, lo tendré – respondió a su madre.
La Sheriff Grimes subió al coche policía y se marchó en dirección a la comisaria, dejando a los hermanos en casa.
—Bueno, que te apetece hacer – preguntó Nathan a su hermano.
Nick se quedó pensativo mientras observaba a su mellizo, alto, robusto, de pelo largo castaño oscuro recogido en una diminuta coleta y ojos café como su madre, chistoso, enérgico, algo estresante.
—Cuéntame más acerca del pueblo —respondió.
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