CAPITULO 12

566 Words
—No te vas a negar, Zahria. No puedes. Ya has probado la fruta prohibida. Y te aseguro que es la cosa más dulce que jamás has probado. La sonrisa de Azrael era una promesa y una sentencia. Me soltó la mano y sus dedos se deslizaron por la línea de mi mandíbula. El toque era como una brasa, no me quemaba, pero me marcaba. Se inclinó y susurró en mi oído, su aliento caliente y las palabras como un veneno delicioso que se filtraba en mi mente. —Los ángeles viven en jaulas de oro, creyendo que la perfección es la única forma de existencia. Pero la verdadera perfección, mi ángel, es la imperfección. La capacidad de elegir tu propio camino, de abrazar tus deseos más oscuros. Sus palabras eran un eco de mis propios pensamientos, de la rebelión que se había gestado en mi interior durante toda mi vida. ¿Acaso no había sido siempre una forastera, una extraña entre mi propio pueblo? Mi padre, mi madre, todos tan puros, tan inmaculados, mientras yo anhelaba el caos, la emoción, el peligro. Y ahora, aquí estaba, en el centro de un laberinto, con el demonio más peligroso y fascinante de todos. —¿Y qué pasa con mi… nuestra… relación? —pregunté, mi voz apenas un susurro. Azrael se echó a reír, un sonido oscuro y profundo que hizo que mi corazón se acelerara. —No hay relación. No como la conocen los humanos. Esto es más. Esto es un pacto. Una alianza de sangre y de alma. Un juramento entre la luz y la oscuridad. Me tomó por la cintura y me pegó a su cuerpo. Sus manos se movieron con una familiaridad que me hizo temblar, una certeza que me decía que me conocía mejor de lo que me conocía a mí misma. —Serás mi reina —murmuró, su voz rasposa con una emoción que no había escuchado en él antes. —Mi reina de las sombras. Gobernarás a mi lado, y juntos, reinaremos sobre un nuevo mundo. Un mundo donde la luz y la oscuridad no son enemigos, sino amantes. Sentí mis mejillas arder, la vergüenza se mezclaba con el deseo. Era una locura. Estaba a punto de entregarle mi alma a un demonio, de traicionar a todo lo que se suponía que debía ser. Pero por primera vez en mi vida, no sentía miedo. Solo sentía el llamado del abismo, el anhelo por el poder, por el caos, por Azrael. —Y qué hay de mi gente… —empecé a decir, pero él me interrumpió, su voz llena de un toque de resentimiento. —Olvídate de ellos. Te dieron la espalda. Te juzgaron. Te marcaron como una paria. Yo te vi, Zahria. Vi tu corazón solitario, tu alma rota. Y la quise. Te quise rota. Te quise por lo que eres, no por lo que se supone que debes ser. Esas palabras… fueron un golpe más fuerte que cualquier golpe físico. Nadie me había dicho eso antes. Nadie había visto la verdad detrás de la fachada. —Entonces… ¿qué pasará ahora? —pregunté, mi voz se había vuelto más fuerte, mi decisión más clara. Azrael sonrió, una sonrisa de victoria, pero con un toque de ternura que me hizo suspirar. —Ahora, vamos a hacer nuestro infierno un paraíso, mi amor. Y vamos a reclamar lo que es nuestro.
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