CAPITULO 09

732 Words
Su boca no era un refugio, sino una jaula. El beso de Azrael era un reclamo, un acto de posesión que no me pedía consentimiento, sino que lo exigía. Mi cuerpo se tensó, no solo por el miedo, sino por una verdad que me estaba devorando desde dentro: yo había sido una pieza en su tablero. Un peón en su gran venganza. La boca que me besaba ahora era la misma que había dictado la sentencia de mi secreto. Cuando sus labios se separaron de los míos, el aliento me abandonó. Lo miré, y vi un pozo de satisfacción en sus ojos. No había rastro de la vulnerabilidad que había mostrado al contar su historia. Él ya no era el hombre traicionado; era el depredador que había salido victorioso. —Ahora me perteneces— susurró, la voz era una seda fría que me envolvió por completo. —Tu secreto, tu pecado… es mío. Y ahora, mi amor, mi dolor, mi venganza… también te pertenecen a ti. Me quedé en silencio, mi mente un torbellino de emociones. La traición. La ira. El horror. Pero bajo todo eso, había algo más: una extraña y retorcida fascinación. Él no se había ocultado. Me había mostrado la peor parte de sí mismo, y me había obligado a enfrentarme a la mía. Sin decir una palabra, me tomó de la mano y me guio hacia el comedor. El escenario de su infierno no era la sangre del sótano, sino la normalidad de su casa. Una mesa de caoba estaba elegantemente dispuesta para dos personas. El hombre de la sombra, que había aparecido en la penumbra, nos sirvió café y un plato con tostadas y fruta fresca, moviéndose con una eficiencia que me hizo temblar. Él no era un hombre. Era una extensión de la voluntad de Azrael. Me senté, y él se sentó frente a mí, su mirada nunca abandonó la mía. El silencio era una tormenta a punto de estallar. Me obligué a tomar un sorbo de café, mis manos temblaban. — ¿Por qué yo? — logré susurrar, la pregunta era un eco de la de la noche anterior. Su sonrisa era un depredador. —¿Todavía no lo entiendes? Eres la única persona en este mundo que puede entenderme. Viste mi monstruosidad, Zahria. La has visto. Y no has huido. Es más, tu propia naturaleza te ha impedido huir. Tú, como yo, tienes sangre en tus manos. Y eso nos hace iguales. Eso nos hace perfectos. Cada palabra era un puñal, una confirmación de que mi vida ya no me pertenecía. Era parte de su historia, un capítulo que él había comenzado a escribir mucho antes de que yo siquiera lo conociera. —Mi secreto…— susurré, mi voz se quebró. — Tú lo hiciste. Yo fui solo… un cebo. —No — él me interrumpió, su voz era un susurro peligroso. —Tú fuiste la última pieza. Yo te di la oportunidad de vivir, de ser libre de tu secreto. Yo te di la oportunidad de elegir. Pero tu corazón, mi amor, ya había elegido. Tú, en tu rabia, hiciste lo que yo no pude hacer. Tú, en tu dolor, me diste mi venganza. Y eso, Zahria, no tiene precio. Me sentí manipulada, usada, pero a la vez, había una extraña verdad en sus palabras. Había una conexión innegable entre el monstruo que me había forzado a enfrentar la verdad, y el monstruo que yo había sido. —¿Y ahora qué? — pregunté, la voz llena de una desesperación que no podía ocultar. — ¿Qué vas a hacer conmigo? Su sonrisa se ensanchó, una promesa peligrosa que me hizo temblar. —Ahora, mi amor, vas a aprender a vivir en mi mundo. Vas a ser mi reina, mi compañera, mi igual. Vamos a construir nuestro propio infierno, y a reinar juntos. Porque solo nosotros, mi amor, podemos entender la belleza de la oscuridad. Se levantó de la mesa, y extendió su mano. —Es hora de que vivas, mi amor— susurró. —Es hora de que el infierno se convierta en tu hogar. — Y yo, en un acto de rendición, le di la mano. Y supe que mi vida, mi alma, mi ser, le pertenecían. Y que mi corazón, una vez destrozado por la traición, ahora le pertenecía al monstruo que me había obligado a enfrentarse a la verdad.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD