Horas antes… Eran las tres de la tarde, cuando Carla llegó a visitar a su mejor amiga Azucena, mientras se preparaba meticulosamente para la llegada de su amante, Reinaldo Alejandro de las Casas. Carla, sentada en la cama, sostenía una copa de vino tinto y entre sus dedos un cigarrillo mientras observaba a Azucena aplicarse el maquillaje con precisión. ―Vaya, querida, qué envidia me das con ese bombón que está por llegar ―comentó Carla, con su suave acento madrileño dandole una elegante calada a su cigarrillo antes de sorber delicadamente su vino―. Aunque, por supuesto, adoro a mi marido ―añadió con una risita y un deje de ironía. Azucena, sin apartar la mirada del espejo, arqueó una ceja y soltó con indiferencia: ―Pues hoy le voy a decir que lo voy a dejar. Carla, sorprendida, escupi

