Una hora antes del abordaje, a España, 11:00 am…
―Hoy no le escribiré, llegaré… de sorpresa ―murmuró Reinaldo, con sus ojos fijos en el horizonte de Dubái a través del gran ventanal de su suite.
La imagen de Charlotte flotaba en su mente, una mezcla de entusiasmo y nerviosismo agitándose en su pecho.
Eran ya las once de la mañana, y el silencio de la lujosa suite fue interrumpido por el sonido agudo del teléfono. Reinaldo de las Casas, con la camisa a medio abotonar, extendió su mano hacia el aparato para contestar la llamada:
―Señor, ya el avión está listo ―anunció una voz profesional al otro lado de la línea.
Reinaldo respiró hondo, sintiendo cómo la realidad de su partida se materializaba con esas simples palabras.
―Ok, iré enseguida ―respondió, con su voz mezclando determinación
