Cuando Catalina se quitó el sujetador y sin esperar hizo lo mismo con las bragas, la vio totalmente en pelotas. Carlos pensó que la polla le iba a estallar de lo tiesa que se le había puesto, un pequeño dolor le recorría los huevos. Catalina se puso un camisón corto, muy corto, le llegaba por la cintura, le dejaba ver perfectamente los pelos del coño. Se tumbó en la cama, Carlos pensó que se acababa lo bueno, entonces se dio cuenta, que por el reflejo en el espejo la podía ver perfectamente, una sonrisa le salió en la cara. Tal como estaba ella estirada solo le veía los pies, y las montañas de las tetas eso sí.
Cuando Carlos ya pensaba que se había acabado, los pies se separaron, Catalina abrió las piernas y dobló las rodillas, le dejó una vista del coño espectacular, la polla le dio otro tirón y los huevos le volvieron a doler. Entonces ocurrió, algo que él ni había soñado, una mano de Catalina se acercó al coño y empezó a acariciárselo, se pasaba un dedo arriba y abajo, cada vez más rápido, con la otra mano se lo abrió, le dejó a Carlitos un coño abierto delante de sus narices, su primer coño en directo y se estaba enterando de todos los detalles. Carlos ni pestañeaba, no quería perderse nada de algo tan importante en su vida, por si eso fuera poco, Catalina, sujetándose el coño abierto con dos dedos de una mano, se metió dentro dos dedos de la otra, el cuerpo y las piernas se le movían de un lado a otro. Carlos se quedó petrificado, por lo que estaba viendo y por qué se había corrido allí mismo, dentro del pijama, sin llegar a tocarse. No importaba, siguió mirando hasta que Catalina se tapó con la sabana y apagó la luz.
Volvió con cuidado a su habitación, se metió en el cuarto de baño, se quitó el pantalón del pijama, lo tiró al cesto de la ropa sucia, abrió las dos tapas del váter, se colocó delante, se agarró la polla y se la machacó hasta volver a correrse. No se podía olvidar de lo que había visto, se durmió y soñó con eso, a las tres de la madrugada se despertó, volvió al cuarto de baño y se la volvió a pelar. Cuando se despertó, sobre las siete de la mañana, cayó otra paja. El chaval estaba desatado, tan caliente que le salía fuego por las orejas.
Catalina se dio cuenta que el chaval estaba pasado de vueltas, veía como la espiaba, como se acercaba disimuladamente cuando ella estaba encima de una escalera limpiando algo, como intentaba mirar por debajo de su falda. Ella, que lo veía gracioso, separaba las piernas, o apoyaba un pie en otro lugar para dejarle una visión directa de sus bragas. Luego se partía de risa cuando lo veía correr al cuarto de baño, menudas pajas se está haciendo el niño a mi costa, pensaba Catalina, siempre vio a Carlos como un buen chico que necesitaba despertarse con el sexo, y vaya si se despertaba, el chaval no paraba de hacer viajes al cuarto de baño, debía tener un callo en la polla de cojones.
No pasó mucho tiempo que estando Carlos en la terraza, leyendo el famoso libro, del que jamás pasó de la primera página por cierto, miraba como Catalina limpiaba una ventana. Era periodo vacacional y estaban solos, su padre trabajando, su hermana en la casa de su amiga Celestina, ‘Celes’ para los amigos, y la cocinera no llegaría hasta el medio día.
—¿Catalina tienes calor?— Le preguntó Carlos.
—Sí que hace sí, llevamos unos días con unas temperaturas tremendas.— Le contestaba ella por darle conversación.
—¿Te gustaría bañarte en la piscina? Así nos quitaríamos el calor de encima.— Se atrevió a decirle Carlos. Realmente ya hacía días que lo había pensado, sin atreverse a pedírselo antes.
Catalina lo miró sonriendo.
—Que sinvergüenza eres Carlitos ¿Me está pidiendo que nos bañemos juntos?
—Yo solo lo decía para que te quitaras el calor.— Se defendía haciéndose el inocente Carlos.
—Claro ¿Y cómo me baño? ¿Voy a ponerme el bikini?
—Como quieras, si quieres hacerlo en ropa interior, a mí no me importa.
—Carlitos eres un cabronazo ¿Te crees que no he visto como me miras por debajo de la falda en cuanto puedes? ¿Te crees que no sé que cada noche me estás espiando para verme desnuda en mi habitación? ¿Tan tonta te crees que soy?— Le acusaba Catalina mirándolo fijamente.
—Pues si lo sabías ¿Por qué no cerrabas la persiana de tú habitación? Has dejado que te viera cada noche.
A Catalina le hizo gracia que el chico fuera tan descarado, lo quiso poner a prueba.
—Nos bañamos si lo hacemos desnudos, en pelotas los dos.
Carlos tiró el libro y se puso de pie de golpe.
—Vale, vamos.— Respondió sin pensárselo.
En ese momento, Catalina pensó que igual no había sido buena idea provocarlo, ese chaval estaba dispuesto a todo. Pero por otro lado pensó ¿Hasta dónde será capaz de llegar?
—Está bien, vamos.
Dijo Catalina bajándose con decisión de la escalera, Carlos la siguió hasta el borde de la piscina. Ella se empezó a quitar la ropa, se giró a mirarlo y… Carlos ya estaba en pelota picada, se había quitado la ropa en un santiamén, a ella le entró la risa. Mientras se quitaba el sujetador y las bragas, Carlos la observaba con detenimiento.
—No sé porque me miras tanto, ya estás harto de verme por la ventana ¿O no?— Le decía Catalina.
—Sí, pero es que tan cerca no te había visto nunca.— Respondía él con descaro.
Catalina le miró la cara con detenimiento. Un pensamiento le vino a la cabeza.
—Tú, lo que quieres es follar ¿Lo has hecho alguna vez?
—Sí y no.— Respondió rápido Carlos.
—¿Cómo que sí y no? Es sí, o es no, aclárate.
—Que ‘sí’ quiero follar y que ‘no’ lo he hecho nunca.
Catalina levantaba los ojos mirando al cielo.
—Carlitos, que morro tienes tío, menudo sinvergüenza estás hecho.
Catalina se tiró al agua, nadó un poco y se paró en la parte menos profunda de la piscina. Carlos la siguió tirándose de cabeza, ella lo miraba mientras se acercaba nadando.
—¿Tienes novio?— Le preguntó Carlos, mientras nadaba a braza acercándose, como si la respuesta era que no, le diera permiso para lanzarse.
—A ti que te importa, si tengo o no tengo.
Le respondió ella mientras seguía mirándolo y pensando. Él llegó a su altura, ella apoyó la espalda en la pared de la piscina.
—Ven aquí.— Carlos se acercó despacio, como si supiera que algo importante iba a pasar.
—¿Has besado en la boca alguna vez a una chica?— Preguntó Catalina.
—Sí, eso sí que lo he hecho varias veces.— Contestó él seguro.
Catalina lo agarró por el pescuezo y le acercó la cabeza a la suya.
—Demuéstramelo.— Le dijo provocándolo.
Hasta ese momento Carlos estaba muy seguro, cuando ella le pidió que la besara, y además en los labios, se lo pensó, le apareció la inseguridad.
—¿Qué te pasa? ¿Ya no eres tan valiente?— Seguía provocando ella.
Carlos entreabrió los labios y los juntó con los de Catalina, no se lo esperaba y notó su lengua meterse en su boca, buscarle la suya y retorcerse con ella. Catalina separó los labios.
—Me parece que todavía estás muy verde besando ¿Quieres mover la lengua hombre?
En el siguiente morreo, Carlos se lanzó, le metió la lengua hasta la garganta, jugó con la de ella y le comió la boca a base de bien.
Catalina sonreía, cuando empezó a besarla por tercera vez, le agarró la polla, a la vez acompañó una de las manos de Carlos hasta su coño, previamente había abierto un poco las piernas para que su mano le tocara el chichi de lleno. Él empezó a mover los dedos entre sus labios, ella le colocó de nuevo la mano encima de la suya.
—Espera campeón, despacio, despacio, así, así.— Le decía Catalina mientras le dirigía sus dedos tocándole el chocho.
Carlos estaba nervioso y hacía todo lo que ella le decía, lo que si notaba era la mano de Catalina agarrándole la polla, pajeándolo, y como lo pajeaba. Estuvieron un rato sobándose uno al otro. Catalina acompañó a la otra mano de Carlos para que le acariciara una teta.
—Despacio, sin prisas, sin apretar demasiado.— Le orientaba ella, mientras se tocaba con la mano de Carlos debajo de la suya.
Igual que la que tenía pajeándose el coño, hizo que le metiera dos dedos, indicándole como tenía que moverlos para frotarle el punto G. En ese momento, Carlos no aguantó más, se corrió dentro de la piscina, Catalina siguió haciéndole la paja ordeñándolo hasta el final.
—¿Ya estás? ¿Hasta aquí has llegado?— Le preguntaba con cierto desencanto Catalina.
—Sigue, sigue, todavía no estoy.— Le decía muy excitado Carlos.
Ella no paró la paja, bajó el ritmo, con la sorpresa que la polla no perdía su dureza. Él seguía moviendo sus dedos dentro del coño de Catalina, y la mano acariciándole y apretándole una de las tetas. Un ratito más tarde ella cerraba los ojos gimiendo, Carlos se volvía a correr. Catalina ya no preguntó nada, siguió haciéndole la paja, comprobando otra vez que la polla de Carlos no se aflojaba. Finalmente se corrió Catalina, le llenó los dedos a Carlos de sus flujos vaginales, y él, como no, se volvió a correr.
Ella le miró con cariño, le dio un beso en los labios y se dispuso a salir de la piscina. Carlos la miraba extrañado.
—Catalina, Catalina, no hemos follado.— Se quejaba Carlos.
—Te has corrido tres veces ¿Todavía te quedan fuerzas?— Se cachondeaba ella.
—No lo dudes, en un minuto estoy preparado para todo.— Le contestaba nervioso Carlos.
—Mira Carlitos, consigue que un fin de semana estemos solos en la casa, no quiero estar follando y que entre en la habitación alguien porque le falta un puto vaso de agua. Si follamos tiene que ser con tranquilidad y con tiempo.
—¿Y cómo lo hago?— Preguntaba Carlos pensando.
—No sé, espabílate chavalote, que bien que te espabilas cuando te interesa.
Catalina recogía de una hamaca la ropa que se había quitado.
—Solo dime una cosa ¿Te ha gustado?— Le preguntaba interesado Carlos en saber la respuesta.
—¿A ti que te parece? Carlitos, tú tienes futuro.— Contestó ella guiñándole un ojo cariñosamente. Que siendo tan joven se preocupara por ella, de cómo se lo había pasado, le hacía pensar a Catalina que sería un buen amante.
Carlos siguió nadando en la piscina, antes de que Catalina en pelotas, con la ropa y las bragas en la mano entrara en la casa, escuchó.
—Actualicemos el marcador, Catalina, un orgasmo, Carlitos, tres, ganador de la tarde, Caaaarlitooos, bien, bien, bien.— Gritaba Carlos dentro de la piscina, Catalina reía y giraba la cabeza de lado a lado ¿Dónde coño me he metido? Pensaba sin poder dejar de reír.
Y coño si se espabiló Carlos, a las dos semanas, había colocado a su hermana con unas amigas que estaban veraneando en Menorca. A su padre consiguió convencerle, para que le diera el fin de semana libre a la cocinera y para que él se fuera a tomar por culo a París.