Muchas Risas

1669 Words
A los dos días, Carly y Daniel, volvieron a repetir la experiencia, esta vez, prevenidos de lo que pasó la vez anterior, se armaron con un rollo de papel absorbente de cocina. Volvieron a triunfar, tuvieron dos orgasmos increíbles y meada de Carly incluida. Una vez limpiado con el papel absorbente todo lo que tuvieron que limpiar, descansaban estirados. —Qué bueno que es esto ¿De dónde sacaste la idea?— Le preguntaba Daniel a Carly. Ella no contestaba, él giró la cabeza para mirarla, Carly pensaba, estaba tan concentrada que no se enteraba de nada. Daniel le pasó la mano por delante de la vista, ella reaccionó girando los ojos mirándole. —Te preguntaba que de donde sacaste la idea de hacerlo. —¡Ah! Me lo dijo Sabrina. —¿Sabrina? ¿Quieres decir que ella… también con…? —Sí, ella lo descubrió con Carlos, se ve que es una bestia el chaval follando. No le digas nada ¡Eh! Que Sabrina me mata. —No, no, tranquila ¿Cómo es que no se nos ocurrió a nosotros hacerlo antes? —Bueno, vete a saber. Escucha, estaba pensando una cosa. —Sí, ya te he visto que estabas concentrada en algo, te he hablado y no me has hecho ni puto caso. —Pues, estaba pensando, en que… ¡Coño! Ahora me cuesta decírtelo, seré tonta. —Venga va Carly, no te irás a cortar conmigo a estas alturas. —Estaba pensando, porque no nos prometemos… —Ya estamos prometidos, para mí no existe otra mujer que no seas tú. —No me refiero a eso hombre, quiero decir en serio, que vengas a mi casa a comer, me regales un anillito de compromiso delante de mis padres, que oficialicemos nuestra relación. El año que viene tengo que acabar con el máster, pero el siguiente, puede que encuentre trabajo, entonces podríamos pensar en una boda, en casarnos ¿Te gustaría? Daniel movía la cabeza de lado a lado rápidamente, como si se tuviera que despertar de algo. —Carly ¿Me estás pidiendo que me case contigo? —Es que como veo que tú no te decides, he pensado en lanzarme yo. —Carly cariño, si no me he decidido… es porque siempre he pensado que tú… cuando acabaras la carrera y encontraras un buen trabajo… yo no pintaría nada a tu lado, serás una mujer importante, que harás con un simple aprendiz de mecánico.— Se le humedecían los ojos a Daniel. —¡Eh eh! No quiero que me digas eso nunca más, me oyes, si lo vuelves a decir me voy a cabrear, y mucho, nosotros estamos juntos, hemos superado pruebas muy duras, y lo hemos hecho porque nos queremos ¡No me jodas! Tú y yo tenemos que estar juntos porque nos queremos, no por la profesión que tengamos. Mira que llegar a pensar eso, desde luego. Daniel se pasaba las manos por los ojos, para limpiarse alguna lagrimilla. —Entonces ¿Puedo comprar un anillo de compromiso? —¿Tienes un trozo de hilo o algo?— Le preguntaba Carly. —¡Joder Carly! ¿Qué quieres arreglar ahora con un trozo de hilo? Me despistas ¡Eh! Primero me hablas de casarnos, y, ¿Ahora me pides un trozo de hilo? —Es para que sepas el tamaño del anillo coño, algo con lo que pueda darme la vuelta al dedo, así cuando lo compres sabrás la medida ¿No querrás que luego tenga que ir yo a arreglármelo? Ya que me lo regalas y le pides mi mano a mi padre, al menos que el anillo se adapte a mi dedo. —Perdona, perdona… ¿Qué es eso de que le tengo que pedir tú mano a tú padre? Eso es muy antiguo ¿No? ¿Cómo quieres que le pida tú mano? Si ya tengo tu mano, tu brazo, tu coño y todo. —¡Que bruto eres por Dios! Era un decir Daniel, si les decimos que nos prometemos y me regalas un anillo, que me tendrás que poner en el dedo tú, de eso no te vas a librar, ya lo entenderán todo hombre, no hace falta que te prepares ningún discurso para decirle a mi padre. Además, como te enrolles mucho, te enviará a tomar por culo. Daniel se incorporó, abrió la guantera y buscó dentro, sacó una brida, se la enseñó a Carly sonriendo, la cerró y se la puso en el dedo, no sin antes dudar en que dedo se la tenía que poner, fue ella la que le dejó el dedo a la vista, para que no se equivocara. Ajustó la brida y se la quitó mirándola fijamente. —Ya lo tengo, te voy a comprar un anillo precioso.— Le decía Daniel contento. —Desde luego, si no te digo yo el dedo que es, eres capaz de comprármelo del tamaño de tu polla. —Como eres tía, que carácter coño.— Carly se descojonaba de risa, Daniel la miraba contento. Al día siguiente, Carlos, hizo el recorrido habitual en coche, fue a buscar a Sabrina, cuando subió al coche, se dieron un par de besos en la boca, después fueron a recoger a Carly por su casa. Llegaron a la entrada de la piscina, antes de pasar por la taquilla a comprar los tickets, Carlos las hizo esperar. Metió la mano en un bolsillo de su mochila y sacó cuatro tarjetas, fue leyendo los nombres y repartiéndolas entre ellos, al final le entregó otra a Carly para Daniel. —¿Esto qué coño es Carlos?— Preguntaba Carly adelantándose a Sabrina. —Ya lo veis, un pase de temporada para la piscina.— Les informaba Carlos orgulloso. —¿No los habrás comprado tú?— Preguntaba con cierto disgusto Sabrina. —No, tranquilas, mi padre tiene un conocido en el ayuntamiento, como he visto que nos vamos a pasar el verano viniendo aquí, hablé con él. —Y tú padre ha perdido el culo para conseguir estos pases.— Le acusaba Sabrina. —No creo que le costara mucho…—Empezaba a decir Carlos. —Pues a mí me parece perfecto, no vamos a pagar en todo el verano, de puta madre.— Decía Carly mientras caminaba en dirección a los tornos de acceso. Pasó la tarjeta por el lector, un ruidito y una luz verde le indicó que podía pasar, pasó el torno, se giró y les hizo la señal de victoria con los dedos. Carlos y Sabrina reían de verla. Ya estaban los tres tomando el sol en las hamacas, cuando Carly se incorporó y se sentó. Sabrina la miró de reojo, sabía que algo le iba a decir. —Sabes Sabrina, Daniel y yo, estamos follando últimamente de manera increíble.— Le guiñó un ojo, así Sabrina sabía de que le estaba hablando, Sabrina reía. —¡Joder chicas! ¿De verdad os contáis esas cosas?— Se extrañaba Carlos. —Y escucha esto, Daniel me va a pedir que nos prometamos, le he hecho comprarme un anillo y todo, el domingo os espero en mi casa para comer a Victor y a ti. Carlos levantaba la cabeza mirándola. —Lo siento Carlos, a ti no te puedo invitar, esta me mata si lo hago, ya sabes lo pesadita que está con que no conozcas a su padre.— Se disculpaba Carly. Carlos confirmó con la cabeza y se volvió a estirar, como si no pasara nada. —¡Hostia! Tendré que llamar al jefe, para pedirle fiesta este domingo también.— Comentaba Sabrina. —Y otra cosa, pero esta te la tengo que preguntar a solas.— Seguía diciendo Carly. —Vale, vale, me pongo los cascos y escucho música, ya veo que esta conversación no va conmigo.— Les decía Carlos poniéndose los ipods en las orejas. —Son cosas de chicas.— Carly miraba a Sabrina a los ojos, otra señal que entendió Sabrina. —Mejor nos vamos a bañar, que hace calor.— Le dijo Sabrina a Carlos, él le hizo una señal con la mano, dándole a entender que no escuchaba nada. Las chicas se ducharon, con la vista de los tíos de media piscina mirándolas, como siempre, se acercaron al borde y se tiraron al agua. Nadaron hasta la parte menos profunda, donde hacían pie. —Oye Sabrina, es referente a esa manera de follar, ya sabes. Daniel lo ha conseguido, la verdad es que es una pasada, pero… —Suéltalo Carly, no le des más vueltas.— La animaba Sabrina. —¿Tú no te meas cuando te lo hace? Es que es tan fuerte, descontrolas tanto ¡Joder! Si es que no sabes ni dónde estás, pierdes la cabeza, sientes tanto placer. —Te confieso que a veces se me ha escapado un poco, pero queda todo tan mojado que Carlos me parece que ni se ha enterado.— Le decía en confianza Sabrina. —Pues chica, es que yo me meo ‘toa’. A Sabrina le dio un ataque de risa, se reía a carcajadas en medio de la piscina. —De verdad Sabrina, no te rías tanto, es que no puedo aguantarme, es superior a mí.— Se excusaba Carly. —¿Y Daniel que dice?— Le preguntaba Sabrina sin dejar de reír. —¿Daniel? No veas la cara de vicioso que se le pone al tío, le encanta ver como sale la fuente. Las dos amigas se reían con ganas dentro del agua, Carlos las miraba en la distancia moviendo la cabeza, le gustaba ver reír a Sabrina, cuando estaba acompañada de Carly siempre reía, parecían hermanas más que amigas. Cuando volvieron a la hamaca, Carlos se quitaba de las orejas los ipods. —¿Cómo podéis reíros tanto cuando estáis juntas? Es increíble. —Esta Carly, que tiene cada cosa. Respondía Sabrina a la vez que agarraba el móvil, con destreza deslizaba los dedos por encima y se lo colocaba en el oído.
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