—Hola jefe, sé que este verano estoy siendo muy pesada, pero es qué necesitaría librar el domingo, tengo un almuerzo familiar muy importante… ¡Ah! Pues no es mala idea… Si a ti no te importa… Sí, sí, este año tengo otra situación… Vale, quedamos así… y gracias por todo una vez más.
Se le oía hablar a Sabrina con el jefe y propietario del bar donde trabajaba. Colgó y guardó el móvil en el bolso, se giró y los miró a los dos.
—Ya veis, el año pasado trabajé todo el verano, sin casi un día libre, y este, hemos acordado que vuelva en septiembre, este año tengo vacaciones.— Carly levantaba los brazos celebrándolo.
—Me parece muy bien, por cierto, tendría que hablar contigo de una cosa que tengo prevista en agosto.— Le decía Carlos.
A Sabrina aquello le sonó a encerrona, puso mala cara, Carly miraba a Carlos y miraba a su amiga, esto no va a acabar bien, pensaba.
—¿Qué es eso que tienes previsto exactamente para agosto?— Preguntaba Sabrina con cierto malestar.
—Sabrina tranquila, ya hemos hablado de esos prontos que te dan ¿Quieres que nos bañemos y hablemos allí?— Le sugería Carlos.
—No hace falta que nos metamos en el agua, podemos hablar aquí mismo.— Contestaba ella.
—Con Carly sí que te vas a bañar para hablar, pero conmigo no, esto es discriminación ¡Coño!
Las dos chicas reían, hasta Sabrina mejoró el humor.
—Porque eran cosas íntimas hombre, no las podíamos hablar en cualquier sitio.— Se defendía Carly.
—Y tan íntimas.— Confirmaba riendo más fuerte Sabrina.
—Tengo reservada una casita en Menorca, dos semanas en agosto.— Soltó Carlos, las chicas pararon de reír de golpe.
—¿Pero qué estás diciendo?— Preguntó Sabrina.
—Escúchame antes de liarla…
—¡Oye guapo! Yo no lio nada, vale.— Carly se reía de ver a Sabrina contestándole a Carlos.
—Déjale hablar mujer, y relájate un poquito.— Aconsejaba Carly a su amiga.
—Mira, la reserva la hice hace mucho, a finales del segundo trimestre, más o menos, en aquel momento, tú y yo, solo nos hablábamos en la piscina de mi casa ¿Te acuerdas?
—Desde luego que me acuerdo, que pesadito te ponías.
—¡Joder Sabrina! Desde luego la simpatía y el cariño no van contigo, a veces pareces más arisca.— Le reprochaba Carly.
—Eso, eso digo yo…— Confirmaba Carlos.
—Está bien, lo siento, tenéis razón, me pongo así cada vez que Carlos me quiere invitar a algo que yo no me podría permitir.
—Es normal, él…—Empezaba a decir Carly.
—Eso mismo, él tiene un poder adquisitivo que no tenemos nosotras, por decirlo finamente. No me convence que me tenga que invitar a todo, parece que me esté comprando.— Explicaba Sabrina.
Carlos se puso serio, se levantó y se metió en el agua.
—Lo has ofendido Sabrina, él lo hace de buen corazón, míralo pobrecito, el solo en el agua.
Sabrina se levantó y fue a bañarse con su novio, se metió en el agua y fue a buscarlo, Carlos se había apoyado en la pared de la piscina, donde tantas veces se habían morreado.
—Perdóname Carlos por favor, no sé cuantas veces me tienes que perdonar por como soy, lo siento.
Carlos la agarró y la puso contra la pared, la besó, le metió la lengua dentro de la boca, a la vez por debajo del agua, una mano le apartaba la braga del bikini a Sabrina, tocándole directamente el coño, se lo acariciaba dándole gustillo.
—Como decía en la hamaca, antes de saber si tú y yo tendríamos algo, alquilé dos semanas esa casita, mi idea era ir solo, para estar tranquilo y reflexionar, a veces me gusta hacer esas cosas. Tú decides, si quiere venir conmigo bien, si no quieres, iré solo o me buscaré a alguien que quiera venir conmigo sin ponerme ninguna pega.— Sabrina le escuchaba pensando, que bien sabe tocarme el chichi este chico por Dios.
Sabrina le metió la mano dentro del bañador agarrándole la polla, la notó bastante morcillona, le dio unos cuantos meneos, hasta notarla dura como una piedra.
—¿Con quién vas a ir tú? ¡Eh! Dímelo anda.
—Quiero ir contigo, lo sabes de sobras, pero si tú no quieres…
Sabrina le apretó la polla intensificando la paja.
—Vas a hacer que me corra, me está poniendo mucho esto de que me masturbes dentro de la piscina.
De un tirón le sacó la polla fuera del bañador, así podía meneársela con total libertad, él con la excitación le metió un dedo en el coño a Sabrina.
—Carlos para, este no es sitio para hacer esto.— Le decía una excitada Sabrina.
—Pues dime uno mejor para hacerlo.— La provocaba Carlos.
—Mi casa, vamos a mi casa.
—Sal tú y prepárate, yo tendré que esperar a que se me baje la polla.
Sabrina salía del agua rápidamente, llegaba a las hamacas y empezaba a recoger sus cosas y las de Carlos.
—¿Ya os vais?— Preguntaba extrañada Carly.
—Un calentón nena, nos vamos a mi casa y volvemos a la hora de comer.
—Ya sabía yo que estando tan juntitos en el agua…
—Las dos chicas volvían a reírse.
Llegó Carlos y salieron corriendo de la piscina, con las risas de Carly por detrás. Entraron en la casa de Sabrina, se metieron directamente en su habitación, Carlos le quitó la ropa en un momento, le deshizo el nudo de la espalda del sujetador dejándolo caer, se agachó y le bajó la braga, se tiró directamente a besarle la rajita del coño. Sabrina le agarraba la cabeza a Carlos mirando para el techo, del gustillo que le estaba dando la lengua hurgando dentro de su chichi. La estiró en la cama, le abrió las piernas y la volvió a masturbar a la vez que la besaba, ella le quitó la camiseta, le bajó de un tirón el bañador y le agarró la polla haciéndole también una paja. Los dos muy excitados se masturbaban mutuamente, Carlos le metió dos dedos dentro del coño, Sabrina gimió, la follaba con dos dedos y le frotaba el clítoris con la palma de la mano. Ella intentaba seguir con el ritmo de la paja a Carlos, pero con el gusto que estaba sintiendo, no podía controlar. Él bajó la cabeza, ella tuvo que soltarle la polla al alejarse, le metió la boca encima del clítoris succionándolo, a la vez seguía metiéndole y sacándole dos dedos de la v****a, aquello fue demasiado para Sabrina, gimió, gritó y se corrió.
Carlos se puso de pie, delante de la cama, ella lo entendió, se sentó y le agarró la polla chupándosela, primero el c*****o, después media polla y luego toda la que se pudo meter dentro. Dejaba resbalar sus labios succionando, sacándosela casi entera, se la volvía a meter hasta donde podía y repetía la operación de succionar. Carlos gemía, tenía la polla a punto de reventar, se la agarró y empezó a hacerse una paja rápida delante de la cara de Sabrina, ella que intuía que quería hacer Carlos abrió la boca, le miró a los ojos y esperó que él se corriera. Carlos se la metió en la boca unas cuantas veces, para que ella siguiera succionando, se la siguió pajeando otras cuantas, hasta que cambió el ritmo y la cara, Sabrina sabía que se corría, acercó su boca abierta a la punta de la polla, Carlos empezó a descargar, el primer lechazo le entró en la boca, el segundo le dio en los labios, después él fue moviendo la polla dejándole caer lechazos por toda la cara. Sabrina pensó que la debía de estar dejando bonita. Se levantó con la cara llena de leche y se fue corriendo al cuarto de baño a lavársela.
Cuando volvió, Carlos estirado en la cama boca arriba, miraba a una estantería.
—¿Y esa foto?— Le preguntó.
—¿Esta?— Señalaba Sabrina una, eran Carly y ella de pequeñas vestidas de ballet, con su mallot y el tutú.
—Sí, que foto más bonita, que monas estáis las dos.
—Tendríamos siete u ocho años, nos lo pasamos muy bien, que buenos recuerdos.
Le decía Sabrina mientras se estiraba al lado de Carlos.
—¿Os conocéis de siempre?
—Sí, desde muy pequeñas, siempre hemos estado juntas.— Se puso a reír Sabrina.
—¿De qué te ríes?— Le preguntó Carlos al ver que Sabrina pensaba en algo.
—Siempre hemos ido a la misma clase en el colegio, un curso, tendríamos unos diez años, al principio nos separaron, nos pusieron a cada una en una línea diferente. Higinia, la madre de Carly, nos vio tan mal a las dos, que fue a hablar con el director del colegio, le montó un pollo que al día siguiente estábamos las dos otra vez juntas y contentas.
Los dos reían, Carlos la abrazó.
—Así ¿Vendrás conmigo a Menorca?
—Claro que sí, ya lo sabes, donde voy a estar mejor que contigo.
—En ningún sitio cariño.— Se cachondeaba Carlos.
Sabrina le dio una palmada en los abdominales riendo.
—Y otra cosa, te aviso para que no te sorprendas. Estaba pensando que si Carly y Daniel se prometen, me gustaría llevarlos a aquel restaurante tan chulo que fuimos, con copa incluida en la azotea.
—Haz lo que quieras mi vida, no pienso meterme ni mosquearme más por eso, igualmente haces lo que te sale de los cojones.
Los dos volvían a reír. Sabrina miró fijamente a los ojos de Carlos.
—Cariño, te voy a follar, no me voy de aquí sin follarte.
Le decía Sabrina, a la vez que le agarraba la polla, meneándosela para ponérsela dura. Carlos la miraba sonriendo, le encantaban esas salidas de Sabrina. Se la puso tiesa, muy tiesa, no le costó mucho. Se subió encima de él, se mojó dos dedos con saliva y se los pasó por el agujerito del chichi lubricándolo, le agarró de nuevo la polla y apuntándosela se dejó caer metiéndosela hasta el fondo, los dos dieron un suspiro de placer. Sabrina empezó a moverse, se mantenía erguida, como si montara a caballo, desplazando el culo adelante y atrás, notando la polla de Carlos en su interior, como se iba mojando el coño por momentos. Él disfrutaba de aquella vista, su novia, la chica guapa, con el mejor tipo y el mejor culo que había visto, se lo estaba follando, con calma, sin prisas.
Sabrina se dejó caer hacía delante, apoyando las manos a cada lado de la cabeza de Carlos, las tetas le quedaban a la altura de la boca, no tardó nada en meterse un pezón chupándolo, lamiéndolo, succionando con delicadeza. Carly gemía casi en un susurro cerrando los ojos. Carlos, soltó el pezón de la boca, se mojó dos dedos con saliva, los llevó hacia atrás y se los pasó a Sabrina por el agujero del culo, lubricándolo, ella abrió los ojos, veía las intenciones de su novio. Carlos le metió la puntita de uno en el culo, ella gimió fuerte, aumentando el ritmo de la cabalgada, él dejó el dedo quieto, así Sabrina se lo metía cuando tiraba el culo para atrás para sacarse la polla del coño, y se lo sacaba al ir hacia delante empalándose de nuevo.