CAPÍTULO 10.

2672 Words
Camino por el césped de la mansión luego de un día lluvioso. La sensación de mis pies descalzos sobre la hierba húmeda, me reconforta y sonrío. Son mis días preferidos. Los vaqueros que llevo están húmedos, al igual que la camiseta. Levanto la mirada al sol que ha salido entre las nubes y me deleito con la sensación de sentir su brillo en mi rostro. —Sabía que te encontraría aquí. Volteo y miro a Ciaran con una sonrisa. Este se acerca a paso ligero llevando uno de sus trajes. Viéndose imponente y poderoso. —Ya sabes que amo los días de lluvia. Chasquea los labios. —Pensé que eran los días que no salíamos de la cama. Me rio, antes de rodearlo con mis brazos y plantar un beso en esos labios tan provocativos. —¿El Yizmal, está celoso de un día lluvioso? —me burlo. Sus manos se posan en mis caderas, antes de regalarme una sonrisa auténtica. —Me pongo celoso, hasta del sol que toca tu piel. —¿Quién diría que puedes llegar a ser un romántico empedernido? —suelto con mofa y suelto un suspiro. —¿Anoche no lo fui? —inquiere y arquea la ceja. —Anoche me hiciste cosas con la lengua, que están lejos de ser románticas. —Es su turno de reír. De repente su expresión se vuelve seria. — ¿Qué sucede? —No puedo quedarme, mi amor—susurra. —¿Por qué? Esta tarde tenemos una clase de tiro al blanco y me debes la revancha. —¿Quieres superar al maestro? —inquiere mientras se inclina. —Ya sabes que sí —susurro, antes de besarlo con cariño. El hombre se ha ganado mi corazón con sus atenciones. Me trata como una reina y para él, soy lo primero. Me siento amada. Es la primera vez que me siento de esa manera. —No estarás sola. Morris se quedará contigo. —Lo se —ruedo los ojos. —Creo que no le caigo bien—frunzo el ceño. El hombre de confianza de Ciaran. Morris es callado y me mira con desaprobación en ocasiones. —Te quiero, Aurelia. Me has dado tu vida sin dudarlo y eso, no tengo cómo pagarlo —sonríe y sus ojos azules me miran con auténtico deleite—. Eres la mejor decisión que tome. Tienes mi corazón y mi eterna lealtad. —¿Ciaran? —susurro cuando da un paso atrás. —Eres una mujer fuerte, que ha salido adelante sin mí—toma mi mano y la besa—Lamento haberme ido tan pronto. —¿A dónde vas? —inquiero con tono de angustia. —Es tiempo de que te suelte y aprendas a volar por ti misma—afirma antes de alejarse. Por más que intento moverme, me es imposible. —Ciaran—lo llamo, pero se aleja a paso lento. Hasta que desaparece por el sendero— ¡Ciaran! Me siento en la cama y respiro profundo al tiempo que las lágrimas bajan por mis mejillas. A mi lado, irlandés se remueve. Me limpio las lágrimas rápidamente y me acuesto de nuevo. Sin abrir los ojos, se pone de lado y me envuelve con su cuerpo cálido. Nos hemos quedado dormidos. No habíamos tenido sexo. Pero, no pareció importarle. Simplemente, se quedó en ropa interior y se metió a la cama junto a mí. Miro el techo y el sueño que he tenido está ahí. No es la primera vez que sueño con Ciaran. Sin embargo, esta vez ha sido diferente. Sentí su toque y su perfume. Era como estar de nuevo junto a él. —Un dólar por tus pensamientos—murmura el irlandés sin soltarme. —Pensaba, en lo rápido que puedes llegar a tomarte confianza con tu jefa —miento, burlándome un poco. —Es que, mi jefa es un deleite de mujer y no puedo mantener mis manos fuera de ella—murmura con voz somnolienta. Me encuentro sonriendo, antes de empujarlo sobre su espalda y subo a horcajadas de él. Después del incidente me puse un pijama de satén, rojo y me metí a la cama junto a él, que me sacó por encima de la cabeza, quedando desnuda sobre él. Sus ojos grises se abren y me miran con deseo. Echo el cabello hacia atrás cuando una de sus manos se posa en mi muslo y la segunda en uno de mis pechos. Mis manos bajan por su torso, hasta su ropa interior. Irlandés levanta un poco sus caderas y me permite bajarlos dejando libre su erección. La tomo en mis manos y lo acaricio con aspereza. Sonrió cuando se endurece por completo bajo mi caricia. Me alejo haciéndome espacio entre sus piernas y sin dejar de mirarlo a los ojos, lamo desde su raíz a la punta antes de meterme esta última a la boca y darme chupar. Con satisfacción, veo cómo gime. —No es necesario... —dice entre dientes. Lo suelto con un sonido de ¡plof! —Creo que sí, es necesario para mí—replico si dejar de acariciarlo. Acuno su escroto antes de meterme su pene de nuevo a la boca y escucharle jadear. Su mano me acaricia la cabeza y, cuando profundizo. Su gemido hace eco en la habitación encendiéndome un poco más. De un momento a otro, le escucho farfullar. Se arquea, gruñe y dice cosas incompresibles. Lo suelto con una sonrisa de suficiencia. Me arrastro de nuevo a su regazo haciendo sentir mi necesidad cuando la humedad de mi centro, roza su muslo. Se sienta y toma mi boca al tiempo que me siento sobre su erección. Entonces me alejo de su boca y muevo las caderas en círculo. —Nadie va a volver a ponerte un dedo encima, ¿me entiendes? —¿Es una amenaza? —Una jodida promesa—replica en tono serio—Eres mía y lo sabes. —Soy mía—respondo de inmediato y para probar su punto me toma de las caderas y me mueve haciéndome jadear. —Eres. Mía. Tu boca dice que no, pero este coño dice que si cuando me aprieta como si fuera su salvavidas—Entierro mis uñas en sus hombros— Lucha lo que quieras. Pero, te hago sentir más de lo que quieres admitir. —Jódete—susurro. —Te estoy jodiendo. Yo, solo yo, Aurelia— declara con convicción, con su respiración entrecortada. Sin decir más, entierro mis manos en su cabello y lo beso al tiempo que me muevo en busca del deseado orgasmo. No tardo en sentir cómo me contraigo y me dejo ir. El irlandés se traga mis gemidos y, segundos después, siento cómo se deja ir con un gemido ronco. Los movimientos se hacen lentos, los labios de este bajan y mordisquea el punto exacto donde mi pulso late. Ambos somos un desastre sudoroso. Y nuestras respiraciones son superficiales. De repente, me deparo en algo que no hemos previsto. No hemos usado protección. —¡Maldición! —digo, apartándome—. No utilizamos condón —digo entre dientes. Lo siento tensarse debajo de mí. Levanta los ojos y veo cómo intenta mantener a raya su temperamento, debido a la situación. —Dime que estás sano —hablo con preocupación. Estoy en control de natalidad, pero eso, no me protege de una ITS. —Soy un hombre sano—dice con simpleza. —Esto es una locura. Nunca antes me había metido con uno de mis empleados. El irlandés nos arrastra hasta la cama y me sujeta con firmeza. —Me alegra ser la excepción—comenta con una sonrisa arrogante. —No te creas tanto—replico con un bufido. —Por cierto, quería decirte que este fin de semana, tengo que cumplir con mi pelea en el club. —Frunzo el ceño. —¿Recuerdas el día que nos conocimos? —No. Se ríe. —Mentirosa. Bueno, tengo un contrato que cumplir. Asiento. Siento los ojos cansados y mi cabeza descansa sobre la almohada mientras estoy a escasos centímetros del rostro del irlandés. —Imagino que necesitas tiempo para entrenar—susurro con voz baja y luchando por no cerrar los ojos. —Lo hago por los mañanas y por la noche—admite. Estoy quedándome dormida cuando siento un suave roce sobre mi frente. Y por primera vez en mucho tiempo duermo de un tirón. ** La mañana siguiente, entro a mi oficina en la mansión y me encuentro a Morris junto a David, esperando por mí mientras el irlandés se ha quedado sentado fuera de mi oficina. Esta mañana fue extraño despertar con alguien que no fuera Ciaran. Pero, por más increíble que parezca, me siento bien despertar y verle a mi lado. Se sintió correcto y reconfortante. Miro a los hombres que me esperan esta mañana. —¿Cómo sigue Damián? —inquiero, cuando tomo asiento detrás de mi escritorio. Mi sheriff de Florida, está recuperándose todavía de la herida de bala. —Está gruñón y con ganas de un trago. Ruedo los ojos ante sus palabras. —Es una lástima que no podamos complacerlo. —Miro divertida a David. Antes de oscilar mi mirada entre él y Morris. —Dime que tenemos noticia de Cannon. Mi sheriff de Texas debía encontrar información para Arslan. —Alessandro se asoció con London y también ha estado negociando con el mexicano, para ocupar el terreno de la frontera. Golpeo la mesa con fuerza. —¡Hijo de puta, rastrero! —siseo—Necesito que Cannon me envié todas las pruebas y de esa manera, enviarlas a Arslan. —Así se hará—murmura, David. Pero lo veo titubear un poco—. Pero, ahora, tenemos un problema. Arqueo la ceja. —¿Ese problema es? —El cargamento que te ha comprado el turco. —¿Qué hay sobre eso? —¿Es seguro enviarlo por la ruta de Arslan? Me reclino en mi silla y miro a ambos hombres. —Arslan me aseguro que la mercancía llegara a puerto seguro y lo siento. Pero, solo me queda confiar en él—asevero—Es una carga importante y no voy a arriesgarme a que el ruso o el otro pendejo, me jodan el negocio. —Está bien—David levanta las manos en rendición—Por cierto, Alex ha vuelto a Chicago para velar por el frente. —Perfecto. Se pone de pie y asiente. —Voy al almacén—anuncia— En una semana es el Mardi y tengo todo listo para la venta. Asiento, satisfecha con la información. Mira de Morris a mí, antes de salir de mi oficina. Una vez a solas lo miro. —Dime lo que tengas para decir y deja de mirarme como si fuera una extraña cosas que analizar. Suspira. —En realidad, estoy viendo a una mujer diferente ahora mismo. Sabía que no me dejaría en paz. Así que, finjo demencia. —No sé de qué hablas. —Tu relación con ese tipo no me gusta, Aurelia—murmura—Hay algo en él que no termina de convencerme. —No seas dramático—lo señaló—Además, tú lo contrataste. —Lo sé—dice de mala gana—Pero, su forma de manejarse me parece extraño. —Escúchame una cosa Morris. Sé que soy una cabrona insufrible, pero desde que el irlandés y yo... Nos entendemos. Me siento diferente. —Eso es lo que más me preocupa—replica en tono serio. —No lo hagas— sonrió y enciendo mi portátil antes de verlo—No te preocupes por mí. Sé cuidarme sola. —Por supuesto—pone los ojos en blanco. —Ahora, dos cosas. —¿Esas, son? —El alcalde, p**o flojo. Morris se ríe. —Ese hombre va a pagar por lo que hizo—murmura—Dentro de dos semanas habrá un evento público y haremos que su cerebro se esparza por todo el lugar. —Suena, apoteósico—me burlo sintiendo satisfecha por eso. —Eso te dará un margen de días para hacer lo que debas. —Necesitamos montar una trampa para ese par —murmuro, mirando al frente—. Los quiero a ambos bajo tierra. —Podemos usar uno de los almacenes del puerto. —¿Cómo? —me yergo en mi silla. —Solamente les haremos creer que, estarás reuniéndote con un potencial socio y ese será el sitio de encuentro —comienza a relatar el plan—. Es la mejor manera de cogerlos a ambos. —Van a pensar que he bajado la guardia y que pueden atacarme. —Correcto. Voy a comenzar a correr la voz de un posible socio interesado. De esta manera, esos imbéciles irán por ti, sin saber que les estás esperando con artillería pesada. —Me gusta cómo suena. —Nadie más que tú y yo lo sabremos. Los hombres se enterarán de lo que sucede, cuando sea el momento. Morris ha reflexionado bien en todo. —Todos deben saber lo mismo —concuerdo. —Que me reuniré con un posible socio —murmuró—. No quiero filtraciones. —Eso mismo supuse. —Ocúpate de todo —asiento dándole luz verde al plan—, es nuestra mejor oportunidad en contra de esos desgraciados. Una vez que estén muertos, pondré sus cabezas en picas para que todos sepan a quién pertenece esta ciudad. —No les quedará la menor duda. Nos desharemos del alcalde y de ese par de imbéciles. Asiento, en silencio. —¿Lo segundo que querías hablar? —Este sábado volveremos al club de pelea— me mira sin entender—. El irlandés va a pelear. ¿Recuerdas que, la última vez, no hubo pelea por culpa del ruso? Me ve con una expresión de incredulidad. —¿Piensas ir? —Por supuesto —asiento—. Solo te lo digo para que tomes las medidas de seguridad necesarias. —Lo haré—murmura con poca convicción, mirando su reloj. —Morris —este levanta la vista—, gracias — suelto y este me mira sin entender—. Gracias por estar a mi lado, a pesar de que Ciaran no está. Gracias por respaldarme cuando fue el momento de tomar el poder. —Eres una digna Yizmal—asegura—Mi lealtad está contigo, Aurelia. —Lo sé. Con eso, se retira y me deja sola. Segundos después, la puerta vuelve a abrirse y, el irlandés entra. —¿Está muy lleno tu itinerario hoy? — inquiere, mientras se acerca. —Depende de lo que tengas en mente —replicó, comiéndomelo con la mirada. Viste de n***o. Con pantalones y camisa de vestir. La última, remangada hasta los codos. Su cabello está lejos de su rostro con sus ya conocidas trenzas que le dan un aire vikingo. El resto de su cabello lo tiene sujeto en la parte de atrás. —Tengo muchas cosas en mente. Como, por ejemplo, desnudarte y pasarme el día enterrado en tu coño. ¡Dios! Me aclaro la garganta y tuerzo el gesto. —Por más que suene tentadora esa oferta, tengo mucho trabajo. Se sienta en el escritorio y me observa. —¿Ya sabes qué hacer con el mexicano y el ruso? —Todavía no—miento. Y no sé, porque me sabe mal. —Estoy halando de algunos hilos y creo que pronto tendré a ese par donde quiero. —Asiente en silencio y parece pensativo. —Pero, no quiero que hablemos de eso. —Agrego. —Solo te diré que puedes decirme lo que sea, Aurelia —murmura. Nos sostenemos la mirada. n***o contra gris y asiento al tiempo que me pongo de pie. —Quiero enseñarte un lugar especial para mí. —¿A sí? — responde con auténtica curiosidad. —Sí. Nada más confía en mí. Su expresión es indescifrable. Pero, asiente antes de ponerse de pie y salir de la oficina conmigo.
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