Finalmente, en un bar oscuro, apartados de ojos curiosos y micrófonos, Fernando y Lucas se encontraron. La mesa estaba llena de cigarrillos, botellas a medio acabar y la atmósfera cargada de una mezcla de amenaza y posible alianza. Lucas estaba confiado, con esa sonrisa desafiante del que sabe que lleva la ventaja. —¿Quieres el paquete completo o sólo el resumen? —preguntó sin perder la compostura. —Quiero toda la mierda, Lucas. Cada pedazo que puedas juntar —respondió Fernando sin dudar. —Bien —dijo mientras sacaba una memoria USB—. Pero recuerda, el billete es lo que va a marcar la diferencia entre que esto se quede entre nosotros o que explote en mil pedazos. Fernando puso su móvil sobre la mesa. —A las 24 horas tendrás el depósito, y mientras tanto quiero que me mandes todo lo qu

