Sofía dudó un segundo. La traición, el poder y el dolor mezclados en esa llamada le abrieron un paréntesis imposible de ignorar. —Vale. Pero esta vez no hay pinches mentiras —respondió—. Porque si esto se va al carajo, será para siempre. Cuando se encontraron en un bar alejado de las miradas, la conversación fue un choque brutal de verdades y odios. Sofía le exigió explicaciones, no solo de la mierda que había hecho, sino del hombre que todavía quedaba vivo tras toda esa corrupción. Damián, por primera vez, bajó la guardia. —Tomé decisiones de mierda —dijo—, pero también tuve que hacerlo para proteger a mi puta familia en este juego de mierda. A veces uno se pierde, créeme. Pero no soy el enemigo que crees... o por lo menos, no todo el tiempo. Sofía sintió una mezcla amarga en la boca

